xi. Decisión

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¿Realmente alguno de ellos se presentaría? Ucrania se acomodó el cabello por centésima ocasión en el día. Le entraron unas ganas locas de fumar, pero no podía hacerlo en los espacios públicos, así que solo podía seguir peinándose para desatarse del estrés.

Hacía horas había contactado a tres alfas:

Republica de Turquía, 36 años, viuda, socia clave del clan mediterráneo, para quien llevó varias misiones de asesinato en el pasado y se podía decir se llevaban bien. Ella controlaba el comercio entre la zona 12 y la 14 del continente norte, si querías que tu "mercancía" llegara al otro lado, esa mujer era a quien debías llamar.

Montenegro, 20 años, sin pareja oficial, multimillonario y dueño de varios casinos, el tipo cagaba dinero aún mientras dormía y tenía varios amantes repartidos por el mundo. Era un sujeto bastante egocéntrico pero que nunca oculto su interés en su "delicioso" físico. Dicho sea de paso, Ucrania movió algunos hilos para ver si no tenía alguna ETS.

Canadá, 26 años, soltero, la persona que conocía de poco, pero creía tenían un tipo de amistad. Era el más misterioso de los tres, pues no tenía estudios superiores y tampoco logró encontrar a que se dedicaba. Su familia, en el pasado, había sido aliada de la suya, bueno, lo correcto sería decir que se ayudaron mutuamente en un "trabajito".

¿Por qué a esos tres? Simplemente porque podrían ayudarlo.

La familia de Turquía se manejaba en la mafia y como su hermano ya no quería pertenecer a ese mundo, no se involucraría si lo incluían a su familia. Montenegro era asquerosamente rico, seguramente podría pagar cualquier precio por Ucrania y su familia lo dejaría en paz, por demás, era caprichoso pero muy inteligente. Por su investigación, sabía que Canadá era un candidato a ser el heredero del clan Franco, lo cuál le daría estatus y poder, esa familia estaba a la par de fuerza que la suya por lo que Rusia debería pensárselo dos veces antes de intervenir.

Entonces, había llamado a los tres para presentarse poco antes de medio día, con la ilusión de solicitar su ayuda y que ellos decidieran quien le echaría la mano.

Suspiro, le hubiese encantado aún tener contacto con Alemania, su hermanastro, pero cuando sus padres se habían casado, él fue muy claro en mantener sus asuntos de manera independiente. Cuando murió URSS, ese omega se despidió, se llevó a su padre y no volvieron a saber mucho de él. Tal vez debió haber seguido su ejemplo.

Maldición, últimamente pensaba en todas las rutas de escape que tuvo, no dejaba de llamarse idiota y lamentarse por no haberlas tomado antes. Miró su reloj, notando que faltaba un minuto para la hora acordada.

No había mujer con hiyab y ropas sueltas en la cercanía, ni tampoco una limosina blanca con adornos, ni un joven de cabellos rojos.

¿Y si nadie venía? Era una posibilidad que había pasado por alto. Estaba tan seguro de que vendrían a ayudarlo que no pensó en la minúscula posibilidad de que nadie se presentara. Había acompañado a la turca en varios celos, el monegasco siempre lo invitaba a su cama y el canadiense, este, ¿era buena persona?

Entonces cayó en que era un idiota. Si, Mónaco se lo quería coger, pero no significaba que su verga lo haría volar hasta el continente occidental para ayudarlo. Aún si había compartido cama con Turquía, no significaba que lo viera como algo más que un amigo con derechos. ¡Y le había disparado al hermano del canadiense!

Si hubiese una enorme pila de mierda, su pierna estaba bien metida hasta el fondo. Debió pensar mejor las cosas, elaborar alguna propuesta o algo que los motivara a venir, no un vago "nos vemos allá, tengo un favor que pedirte".

Ucrania estaba a nada de arrancarse los pelos de la frustración, cuando un saludo pareció despejar las nubes grises de su mente.

-Hola- una voz tranquila y demasiado para un alfa casi sonó como un coro de ángeles. Ucrania subió la mirada y no pudo evitar la enorme sonrisa de alivio cuando vio al canadiense.

El acuerdo (Canadá & Ucrania)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora