-Am... ¿quieres más?
Ucrania posó su mirada en la botella de maple que el canadiense le ofrecía.
-Gracias- no pudo evitar la sonrisa irónica al tomar la miel y bañar en ella sus panqueques.
Eran las tres de la tarde y ellos estaban teniendo un desayuno tardío. La razón se debía a que, por increíble que parezca, el colchón del canadiense simplemente no quiso entrar en la habitación.
El muy maldito se atoró entre el angosto pasillo y la puerta, obligándolos a empujarlo, jalarlo, girarlo y cargarlo de mil y una manera distintas. Pasaron tanto tiempo intentando meter el colchón, que la mañana se les escurrió como agua.
El ucraniano escondió una risa en su bocado. Si de algo sirvió la estresante y cansada experiencia fue que pudo ver el lado no "amable" del alfa.
Si había creído que Canadá era un Buda en la tierra, siempre calmado como un lago, bastaba una piedra para crear olas muy altas. La experiencia le recordó al alfa que había conocido en la montaña, ese que lo empujo contra un armario y que parecía podría asesinarlo en cualquier momento.
Pero hasta para decir groserías era educado, cambiando las palabras para que no sonasen tan mal, un intento insulso dado que se entendía perfectamente lo que quería decir, y después pedia disculpas al punto de lo absurdo.
Descubrir que el canadiense no era tan santo como aparentaba hacía que Ucrania se sintiera menos mierda de lo que en realidad era. Como si una manzana podrida se vanagloriara de ver que el plátano también tiene manchas.
-¿Qué?- preguntó el canadiense cuando el ucraniano empezó a reírse de la nada.
Ucrania negó con la cabeza, pues su imaginación se lleno de plátanos con peluca roja, pecas y ojos azules caricaturescos.
-Na-nada- dijo entre risitas.
-De acuerdo...- Canadá hizo un gesto entre molesto y confundido, pero decidió que no valía la pena indagar más, así que optó por cambiar de tema. Tragó el último trozo de panqueques y puso su tenedor en el plato-... Am, mi familia se enteró de nosotros, digo, de ti- corrigió al último momento.
Eso cortó la risa del ucraniano.
-¿Disculpa?
-Ya lo saben...- repitió.
-No, no, me refiero a... ¿Qué no les habías dicho nada?- cuestionó el ucraniano con el ceño fruncido.
Canadá ladeó la cabeza, confundido.
-No- respondió.
-¿Por qué?
-Creía que preferías mantenerlo en secreto...
Ucrania dejó su tenedor, junto las manos y recargo su frente en ellas.
¿Acaso se había ligado con un idiota? La idea de este matrimonio es que su familia, los "Le Franc" pudiesen protegerlo, ¿cómo lo harían si no conocían su existencia?
-Perdón- la disculpa le sonó molesta.
Ucrania suspiró y levantó la cara.
-¿Y qué dijeron? ¿Tus padres? ¿Tu clan?- preguntó con frialdad.
-Pues...- Canadá bajo los hombros, derrotado- mi papá no me quiere ni ver en pintura, N.Z., mi hermanito, ayer me mando un audio llorando y deseando que cayera en un hoyo para morir ahí, y USA, bueno, estoy seguro de que quiere asesinarme.
-¿Tan malo fue?- preguntó Ucrania asustado. Si tanto rechazo había, entonces su plan se iría a la mierda. Es como si descubriera que se hubiese ido a esconder en una casa de paja con el lobo a pocos pasos.
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El acuerdo (Canadá & Ucrania)
Hayran KurguCanadá nunca ha sido de las personas que creen que el romance y el amor son conceptos complicados, desgastantes y pesados, de los cuales puede prescindir en su vida y sería feliz, él solo espera pasar sus días en tranquilidad, dinero y sin complicac...