iii. Volver a encontrarnos

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-Hasta el sábado- se despidió PH al subir a la vagoneta.

-Nos vemos- respondió Canadá con una sonrisa. Las demás personas también se despedían, subiendo a sus autos para así regresar a sus casas.

El canadiense suspiro, le esperaban cuatro horas de manejo si es que quería regresar a casa ¿por qué tenían que filmar en localidades tan alejadas?

Al menos la pequeña ciudad era bonita, se miraba que la mayoría de las personas debían ser de clase media para arriba. Tal vez, podría dar unas vueltas por el lugar y descansar un poco antes de ponerse detrás del volante. ¿O sería mejor día rentar una habitación en el mismo hotel, en un piso diferente, y pasar la noche ahí?

Mientras meditaba sus opciones, sus pies lo dirigieron a una pequeña plaza, con un kiosco de piedra y varias banquitas verdes alrededor. No tuvo problema en tomar asiento y dejar que su mirada vagara observando las palomas, las copas de los árboles, los perros y a una melena azul cual algodón de azúcar deslizándose por el otro lado de la calle.

Canadá frunció el ceño y se puso en pie ¿Tal vez lo había imaginado?

Enfocó mejor a la figura peliazul. Era un joven, de estatura promedio, que vestía con botas militares, mezclilla y una sudadera negra. Pero fue el peinado, de media coleta corta, y la piel blanca como la nieve lo que lo llevó a concluir que no se trataba de nadie más que de Ucrania.

Algo del comportamiento del ucraniano le dio mala espina, miraba sobre su hombro casi todo el tiempo, como si vigilará que nadie lo siguiera, y sus manos estaban en sus bolsillos, como si ocultara algo.

Canadá tomo una decisión tan rápida e impulsiva que ni su cerebro tuvo oportunidad de saber que estaba pasando, y salió tras el europeo, dispuesto a descubrir que se traía entre manos. Ucrania doblo algunas calles con rapidez, obligando al canadiense a casi correr tras de él.

El peli azul giró en una zapatería y el alfa no tardo en seguirlo, solo para toparse con un callejón.

-¿Buscabas a alguien?- Canadá sintió el beso frio del arma en su espalda baja. Su corazón pareció congelarse.

-Y-yo n-n-n-no pe-pe-perdón- tartamudeo levantando las manos.

-Da la vuelta despacio- ordenó el omega y Canadá obedeció, girando con lentitud y manteniendo sus manos en el aire- ¡Oh! Espera, eres am...- Ucrania frunció el ceño, intentando recordar- ¿Catodo?

-Canadá- lo corrigió el alfa. De aterrado por su vida paso a ofendido en un parpadeo. ¿Cómo podía olvidarse de su nombre?

-Ese mero- El omega se miraba cansado, sus ojos amarillos tenían enormes ojeras negras- ¿por qué me seguías? ¿Qué haces aquí?- preguntó con fastidio, desconfiado y aún con el arma en alto.

-Yo lo siento, te vi y quería saber qué hacías, lo siento, tenía un trabajo por aquí, lo siento, no quería, discúlpame- era un mal hábito de Canadá, cuando estaba nervioso, pedía perdón por todo.

Ucrania lo miró, seguramente tratando de descubrir sus intenciones, pasaron los segundos y por fin bajo su arma.

-No te apures- respondió Ucrania, en realidad, estaba alegre de que su perseguidor fuera el amable americano y no un loco asesino. Guardo su pistola en la parte trasera de su pantalon y miró su reloj. Iba tarde.

-Entonces... ¿quieres tomar algo?- Canadá señalo con la cabeza un pequeño restaurante al otro lado de la plaza. 

-No, voy tarde- se negó el ucraniano agitando la cabeza, para luego girar sobre sus talones y salir presuroso del callejón.

El acuerdo (Canadá & Ucrania)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora