México soltó un suspiro impaciente, estaba muy aburrido y el calor de la tarde lo hacía dormitar sobre el pasto.
A su derecha, paseando por el jardín como un león enjaulado, Rusia hablaba y hablaba al teléfono.
Parecía molesto.
El mexicano se ajustó su sombrero para el sol y volvió a recorrer el paisaje. El jardín de esa casa era inmenso, perfecto para llenarlo de cachorritos inquietos.
Le encantaría tener cinco o seis hijos, no le tenía miedo a las familias grandes, además, la idea de que todos sus cachorros pudieran llegar a ser copias chiquitas de su alfa lo hacían sonreír de contento.
La fantasía distrajo al omega, sus ojos se movían por el lugar como si pudiesen seguir las carreras de niños que aún no existían.
-Я не буду этого делать!- Rusia rugió en el teléfono- Дело окончено- y colgó.
México sintió su pecho contraerse preocupado, pues su alfa parecía que podría destruir su teléfono por lo fuerte que lo presionaba. Podía sentir su frustración.
Con cautela, se acercó y lo abrazó. Su diferencia de tamaños era notoria, él apenas y alcanzaba su hombro, pero lo que más le gustaba era ser el único capaz de calmar al ceñudo y huraño gigante.
-¿Qué pasa?- preguntó preocupado pero con voz tranquila.
-Es... nada- Rusia sacudió la cabeza, pero devolvió el abrazo-. Puedo solucionarlo...
-Rusia- más el mexicano insistió.
-México, por favor.
La única debilidad que México reconocía de sí mismo eran ese par de hermosas amatistas. Esa mirada fría siempre parecía cálida cuando lo miraban y no había mayor halago para él.
Sin embargo...
-Ven- el omega sonrió con comprensión y lo hizo sentarse en la manta de su improvisado picnic a mitad del jardín de la casa que aún no se decidían por comprar.
La vendedora había sido muy amable en permitirles el acceso, más les había prohibido el paso al piso superior y a los cuartos.
-Dime que sucede- pidió con la misma voz suave.
-Es... no deberías preocuparte, puedo solucionarlo- aunque el ruso le mantenía la mirada, había una sombra de duda imposible de ignorar.
-Rusia- pidió México, entrelazando sus dedos y besando su mano.
Rusia suspiró, se acomodó el cabello y luego dejó caer su cabeza en el hombro del menudo mexicano. Su gran peso hizo que el omega se inclinara de lado unos centímetros.
Pasaron minutos que, para no estar huecos, México llenó de canturreos bajitos.
Eran canciones de melodía sencilla, acompañadas de frases amorosas y metáforas románticas.
-Adoro tu voz- susurró el ruso, con los ojos cerrados.
-Gracias- el omega paseo su mano por los cabellos blanquecinos del más alto. Sus mechones eran cortos, delgados y abundantes, bajo el brillante sol parecían los hilos de una araña- ¿Ya me dirás que te tiene tan tenso?
El alfa gruñó y enterró su cara en su cuello, haciendo que su aliento le hiciera cosquillas a México, quien se enterneció por la actitud berrinchuda de su huraño gigante.
La idea de que, bajo todo ese musculo y cara de asesino, Rusia seguía siendo un niñito renuente a los abrazos lo hacía estremecer de la ternura.
-¿Mi padre te dijo algo que no debía?- el ruso sacudió la cabeza- ¿Es por Ucrania?- otra vez negó y México se mordió el labio- ¿es por mi?
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El acuerdo (Canadá & Ucrania)
FanfictionCanadá nunca ha sido de las personas que creen que el romance y el amor son conceptos complicados, desgastantes y pesados, de los cuales puede prescindir en su vida y sería feliz, él solo espera pasar sus días en tranquilidad, dinero y sin complicac...