Erling estacionó su auto frente a la tienda de bebés y se desabrochó el cinturón de seguridad para salir del auto y poder abrirte la puerta. Sosteniendo tu vientre embarazado, saliste del auto con la ayuda del noruego.
-Hace un gran día- dijo Erling. Estabas embarazada de cinco meses y tu hombre insistió en que era el mejor momento para comenzar a completar una canastilla para su bebé. Había pasado las últimas dos semanas navegando por sitios web de bebés y foros relacionados con la crianza de los hijos antes de finalmente decidirse por un viaje de compras de fin de semana.
Erling se puso serio, preparó una lista de artículos que necesitaban, e inmediatamente cuando entró a la tienda, tomados de la mano, el hombre lo sacó de su bolsillo. Tomó el carro de compras y luego comenzó a caminar por los pasillos de las tiendas, mirando cunas, juguetes y otros artículos.
-¿Tal vez deberíamos pedirle ayuda a la dependienta?- preguntaste, mientras tu esposo comenzaba a analizar qué cochecito sería el mejor. Señalaste a una mujer joven que estaba de pie al lado de la caja registradora, sonriéndote con una expresión amistosa.
-No, puedo arreglármelas solo-, dijo, empujando el carro ligeramente para ver cómo andaba. Negaste con la cabeza mientras acariciabas tu barriga. Erling Empezó a hacerle algo al carrito, lo que hizo que se doblara inesperadamente haciendo que un fuerte ruido resonara en la tienda. Te estremeciste, mirándolo con exasperación.
-Buenos días, ¿puedo ayudarles con algo?- preguntó la dependienta de la tienda, acercándose a ti. Erling negó con la cabeza, pero le quitaste la lista de las manos.
Le sonreíste amablemente a la chica y luego le entregaste el papel. La mujer lo miró por un momento y luego asintió.
-Por favor, vengan conmigo. Deberíamos tener todo lo que necesitan-, dijo, entrando en uno de los callejones de la tienda. La seguiste, tú con una sonrisa, Erling no necesariamente. La mujer empezó a hablarles de varios artículos, pero el hombre visiblemente desmotivado dejó de escucharla y se puso a mirar ropa de niños.
Después de un rato que pareció una eternidad para ti el recorrido acabo y la lista estuvo finalmente tachada ya que habías conseguido todo claro sumando algunas cositas que no estaban en la lista pero que igual ibas a llevar.
-Y esta niñera electrónica tiene la capacidad de encender canciones de cuna de forma remota- informó, entregándote una caja. Buscaste con la mirada a Erling pero esté había logrado desaparecer en algún lugar de la tienda desde hace un buen rato. Asentiste ante lo que te dijo la dependienta y luego sonreíste.
-Me lo llevaré- le dijiste.
-¿Necesitas algo más?- preguntó. Negaste con la cabeza y luego te dirigiste a la caja.
Miraste alrededor de la tienda para ver dónde estaba Erling. Lo visualizaste parado más abajo en la sección de ropa, con el brazo lleno de ropa para niños. Ibas a llamarlo, pero el hombre se dio cuenta de que lo estabas mirando, porque tan pronto como te vio, comenzó a caminar hacia ti.
-Espera todavía falta esto- Informó, colocando una docena de ropa de niños en el mostrador. Arqueaste las cejas y luego lo miraste, cuando te diste cuenta, prácticamente temblaba de emoción. Aparentemente no pudo contener su entusiasmo, pues debajo de un montón de ropa sacó un body azul brillante con el logo del Manchester City.
Una amplia sonrisa adornaba su rostro, cuando te lo mostró. -¿Ves lo bonito que es? Le quedará perfecto a nuestro hijo-
Te reíste y le acariciaste el brazo. Erling pago las compras, saliste de la tienda y esperaste en el asiento del pasajero, hasta que Erling puso todos los artículos comprados en el maletero.
Cuando terminó, subió al auto, abrochándose el cinturón de seguridad. Él sonrió, aún más orgulloso de su compra, y te besó. Su mano tocó tu vientre mientras se alejaba de tu boca y te miraba con amor.
-Entonces, ¿consideras que la compra fue exitosa?-, preguntaste
-En cuanto a lo que te dio la dependienta, tengo algunos comentarios. Pero... compramos la ropa más hermosa del mundo- dijo, y luego encendió el auto. Negaste con la cabeza, tu mano acariciando su muslo mientras te reías con incredulidad ante su orgullo