Miras a tu alrededor. Intentas absorber el glamour y dejar que te consuma por completo como las primeras cien veces.
Sacudiste la cabeza, sintiéndote tan desagradecida por sentirte cansada. Por sentirte harta de hacer esto todos los fines de semana por la carrera de tu novio.
Siempre hay una fiesta, una entrega de premios, una reunión para celebrar uno de sus tantos trofeos, un partido. Sólo pensar en estar usando otro vestido en menos de una semana te hacía dar vueltas la cabeza.
Mi novia- las cálidas yemas de los dedos de tu novio hicieron que te volvieras rápidamente y te levantaras del asiento de tu mesa, sacándote de tus pensamientos. Pones una sonrisa que recientemente aprendiste a fingir mientras estrechabas la mano del chico.
Encantada de conocerte- le aseguraste mientras retirabas tu mano. Eduardo habló con él un poco más y usted se rió de un chiste que dijo antes de dejarlos a ambos en su mesa para reunirse con sus amigos.
Eduardo se sentó a tu lado, te tomó la mano y no pudo quitarse de encima la sensación de que estabas molesto. Entró en pánico mientras corría por su cabeza, tratando de justificar su distancia. No pudo encontrar nada.
En el auto, permaneces en silencio todo el camino, lo que sin querer hace que Eduardo entre en un pánico aún mayor. Le estabas dando el trato silencioso sin quererlo. Estabas demasiado exhausta.
Él simplemente eligió admirar tu rostro mientras ambos se sentaban en el asiento trasero del Mercedes que el evento había reservado para ustedes. Notas sus ojos fascinados sobre ti, pero no podías girarte para mirarlo. No quisiste. No podías justificar por qué estabas tan enojada con él. No es su culpa que sea increíble en lo que hace. Pero también deseabas que él tuviera más tiempo solo para ustedes dos.
Él te abre la puerta de tu casa compartida y entras. Justo cuando la puerta se cierra detrás de él y casi estabas subiendo las escaleras, te toma la mano y te gira para mirarlo.
Miras su mano sosteniendo la tuya y sientes sus ojos hipnotizados en tu rostro. Temes la confrontación inminente, pero rezas para que dé sus frutos.
¿Qué ocurre?- Pregunta en voz baja. Acaricias su mano con el pulgar, poniéndote nerviosa a cada segundo. Hasta que reúnes el coraje.
Estoy cansada, Eduardo- admites. Él se ríe y mira a su izquierda antes de llevarte en sus brazos.
Bueno, ya estamos en casa- te toca la frente con la suya y tú le tocas la cara con las yemas de los dedos.
No, como...- suspiras y alejas la cabeza de él frunce el ceño, sintiendo que se está generando una discusión -Yo solo... Eduardo es como si nunca tuviéramos tiempo juntos- intentas aclarar pero su ceño se profundiza.
No lo entiendo. Literalmente vivimos juntos y simplemente...- interrumpes sus palabras
¡Lo sé! ¡Si, siempre estamos juntos, pero rodeados de demasiada gente y nunca solos!- Empiezas a sentirte más frustrada y él empieza a ponerse a la defensiva.
¿Tal vez porque estás saliendo con un jugador de fútbol?- Él levanta una ceja y tú pones los ojos en blanco.
Lo sé. Y no es de eso de lo que me quejo. Es solo que desearía que hicieras más tiempo solo para nosotros dos- intentas calmarte, pero Eduardo no lo hace. Se pasa una mano por la cara, claramente frustrado. Frunces el ceño y estudias cada uno de sus movimientos mientras él se da vuelta y se aleja de ti.
Hace mucho que no peleamos y ahora estás tratando de provocar algo de-"
¡¿Intento Provocar?!- dices con molestia y confundida