Era tanta la excitación que luego de cortar la llamada y explicarle a Matt lo que Grace le había dicho siguieron con su sesión sadomasoquista.
– Ven acá y sigamos en lo que estábamos - dijo Matt tirando de su brazo.
Sally dio un salto y quedó a horcajadas en la cintura de Matt. Se mordían y se besaban al mismo tiempo mientras él le apretaba las nalgas. Él seguía vestido y ella usaba un tanga de encaje negro que se había puesto luego de correrse en la boca de Matt, quién le estaba mordiendo las tetas. Ella gemía y se retorcía, debatida entre el dolor y el placer. Matt la dejó en el piso y ella se arrodilló para sacarle el short y el boxer que llevaba, se puso de pié y le sacó la camiseta, dejando al descubierto su bronceado abdomen de gimnasio. Sally volvió a saltar sobre él, quién la sostenía con facilidad gracias a su fuerza y la delgadez de la chica. Ella se abrazó a su cuello y él, sin ningún trabajo la penetró apartando el tanga a un lado.
Con ella en brazos se dirigió a la habitación para ponerse más cómodos. Cuando ya había llegado a la puerta, recordó la botella y volvió por ella. La agarró y vio que le quedaba poco líquido, pero aún así, la llevó consigo, dejando tras si la ropa y el celular regados en el piso del salón. Fue hasta la habitación y dejó a Sally sobre la cama, ella se puso en cuatro para que él siguiera penetrándola con fuerza, arrancándole gritos y gemidos. Un tiempo después, cuando él estaba a punto de eyacular en su interior, sacó su pene y lo introdujo en la boca de la chica.
- ¡Qué garganta tan profunda perra!
El semen de Matt salió disparado en la garganta de Sally, quién le clavaba las uñas con fuerza en los muslos, para intentar quitárselo de arriba. Unos segundos después él se tiró a la cama, boca arriba jadeando y ella se sentó de un salto tosiendo ruidosamente y sosteniéndose el cuello, haciendo que él riera a carcajadas mientras se tomaba un largo trago de ron. Le ofreció la botella y ella la aceptó, ingiriendo todo en contenido de la misma.
- Me dejaste con ganas, hijo de puta - le digo mientras le apretaba el miembro dormido.
Matt le sostuvo la mano, deteniéndola y ella lo miró a los ojos, suplicando por un orgasmo. Sonriendo provocadoramente el la empujó hacia atrás, dejándola recostada a la cabecera de la cama con las piernas abiertas. Para poder meterle dos dedos en la vagina. Era un deleite escuchar sus gemidos.
Intentó darse otro buche de ron, pero la botella estaba vacía y para darle un buen uso, sustituyó sus dedos por el cuello de esta. La empujaba con fuerza dentro de la muchacha. Ella intentó alejarse, pero chocó con la pared.
– ¿No te gusta puta?
– Si - gritó ella gimiendo.
Matt sacó el juguete y le pasó la lengua, luego la besó y le subió las piernas colocándolas sobre sus hombros y le metió la botella en el trasero. Ella gimió y más aún cuando él colocó la lengua en su clitoris y comenzó a moverla, haciéndola sentir en las nubes mientras le sostenía la cabeza para que no dejará de hacerlo.
Cuando Matt sintió que ella se comenzaba a retorcer y a gritar sacó la botella y en su lugar metió el pene. Le apretó el cuello con las manos dejándola sin aire y ella se comenzó a masturbar mientras sentía aquellas poderosas embestidas. Segundos más tarde él le soltó el cuello y ambos se corrieron al mismo tiempo.
***
– ¡Mierda!
– ¿Qué ocurre?
– ¡Es muy tarde!
El sol colándose por las rendijas de la casa había despertado a Sally. Era muy tarde y tenían que preparar a los niños para que se los llevaran. Ellos nunca preguntaban a donde o para que. Su trabajo era robarlos y venderlos, solo hasta ahí sería culpable. Rápidamente se vistieron y salieron del dormitorio mientras la cabeza les latía del dolor tan intenso.
Sally llegó al salón y tomó el celular del piso. Eran las 7:57 de la mañana. Fueron a por agua a la cocina y Sally notó que faltaban algunas cosas pero no le dio importancia, pues supuso que eran ideas suyas.
– ¡Matt dejamos la puerta abierta!
Dijo al darse cuenta y se acercó para cerrarla. Matt no le respondió, se limitaba a ponerse una bolsa con hielo en la frente. Sally lo dejó ahí y fue al sótano.
– ¡Matt! ¡Matt!
– ¿Qué? - gritó Matt desde la cocina
– ¡Corre ven aquí!
Matt bajó rápido, creyendo que alguno de los chicos había muerto, sin embargo, se le enfrió el corazón al ver a Sally sentada con la cabeza apoyada en las manos. Miró a su alrededor: los niños no estaban.
– En menos de una hora vendrán por ellos.
– ¡Estamos muertos!
Dijo Matt mientras se dejaba caer en el suelo aterrorizado.
– De pié - dijo Sally, que ya se había recuperado -, tenemos poco tiempo y hay que encontrarlos.
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Desesperada
Kısa HikayeDesesperación: Desesperación era todo lo que sentía aquella mujer mientras como loca conducía por la oscura carretera. Su hijo seguía desaparecido y ella sabía que no se había escapado. Los policías solo le decían que debía haber escapado y que has...