21. Black hole

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Cuando morían los viernes y los fines de semana nacían, veíamos caricaturas toda la mañana mientras esperábamos a nuestro primo y su papá, que venían a visitarnos cada semana sin falta.

También esperábamos a mamá, pues ese día le pagaban en su trabajo y a veces solía llegar más temprano, la esperábamos porque ella también era nuestro padre, por lo tanto trabajaba cada día sin faltar ni uno solo mientras nuestra abuela nos cuidaba y se encargaba de que fuéramos a la escuela.

Nada era mejor que esos sábados, corriendo con mi hermana y mi hermano -menores que yo- a la tienda a comprar golosinas, jugando fútbol en la calle con el sol casi quemándonos, casi, porque a pesar de los cuarenta grados nuestras ganas de jugar eran más cálidas que la mencionada estrella.
Y hablando de estrellas,
que hermosas brillaban por la noche pues en ese tiempo el pueblo no tenía tanta contaminación lumínica
y hasta la vía láctea se podía vislumbrar, mi abuela solía llamarla: "el camino de San Diego" por razones religiosas.
A veces, cuando la luz se iba y hacía demasiado calor, sacábamos las camas al patio y allí dormíamos todos, después de haber jugado un buen rato a "el que encuentre más satélites" y después de haber escuchado varias historias que nuestros abuelos, en ese entonces fuertes y vigorosos, -y vivos- nos contaban tan profesionalmente narrado que capturaban toda nuestra atención. No recuerdo cuál fue la última historia que escuché de ellos, daría tanto por saber cuál fue, bajo esa cortina de hermosas y brillantes estrellas.
Y hablando de estrellas,
éramos pequeños actores que se inventaban películas y personajes al puro estilo de Hollywood; nos tirábamos al pasto de nuestro gran jardín, luchábamos, cantábamos, dramatizábamos, corríamos, reíamos, nos enojábamos, bajo la lluvia nos mojábamos y no nos enfermábamos.

Gracias a mis dos hermanos aprendí el sentido de proteger a los que amas, gracias a ellos supe que no estaría solo nunca en mi infancia.
Gracias a mi primo supe
a lo que sabía la cerveza de pipí;
y hasta le dije:
"está muy buena, compadre"
Gracias a mi primo, el mayor de todos, supe que me gustaría el rap de por vida y que incluso yo escribiría.

Gracias a mi novia de vacaciones
de secundaria supe lo que era tener una salvaje erección incontrolable,
producto de mis alocadas hormonas
de adolescente.
Gracias a los amigos de ese tiempo entendí que los amigos no son para siempre.

Gracias a mi madre supe lo que era
una persona fuerte y trabajadora,
gracias a ella supe lo que era la responsabilidad y la constancia.
Gracias a mis abuelos entendí
la historia y la cultura de nuestros ancestros, todo lo que sufrieron en la guerra.
Gracias a ellos supe el significado de la palabra 'calidez', de la palabra 'hogar'.

Gracias a las estrellas supe que había algo más allá afuera, supe de la belleza, supe de todas las cosas.
Gracias a ellas comprobé que la existencia es maravillosa,
que nada es casualidad
y que la vida no está escrita en prosa.

Gracias a mis recuerdos puedo volver a revivir los momentos felices,
gracias a ellos puedo abrazar a mis abuelos de nuevo, jugar con mis hermanos y primos una vez más.
Gracias a esos bellos recuerdos puedo sonreír tantos años después y sentir como si dichos acontecimientos hubiesen sucedido ayer.

Pero el tiempo es un agujero negro que devora nuestras vidas, nuestros años;
espero que no devore mis recuerdos pues quisiera conservarlos por siempre en mi memoria mientras haya vida.

La poesía del todo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora