El día que nadie estuvo y comenzaron a llegar demonios a mi cabeza a hablarme durante todo el día y parte de la noche, el día que desgarré mis nudillos contra la pared y acuchillé cajas de cartón imaginándome que era alguien que odiaba, el día que las lágrimas brotaban y ardían como nunca al grado de querer morir, ese día solo tuve dos opciones...
Un amigo que pudo notar mi mal momento y tal vez vió lo perdido que mis ojos estaban, me dijo que fuera a terapia, que debía platicarlo con alguien. Le dije que me gustaba curarme en soledad, en la oscuridad de mis adentros y sin terceros. Yo contra mí mismo.
Así que en soledad tuve que estar casi un mes luchando contra ellos, que ya se habían multiplicado, pues durante siete meses no eran tantos pero a diario me visitaban en todo ese lapso y me hacían perder la razón, me quitaban el control y dejaba de ser yo; tanto tiempo me perdí (porque cuando te pierdes a ti mismo por más poco que sea sentirás que fue bastante tiempo) que temía no volver a encontrarme.
Y los malditos eran tan fuertes que estuve a punto del colapso en varias ocasiones y a punto de sufrir un mal desenlace, producto de mi poseída mente en ese momento habitada por entes de espesa y oscura neblina que me querían vencer a toda costa; hice algunas cosas que no debí y pronuncié palabras que valía más nunca haberlas recitado, todo por el hecho de luchar treinta días más contra la esencia contraria de mi persona que, de haberme derrotado ya no sería más yo.
Muchas veces etuve a punto de perder y hacerle caso a los pensamientos suicidas que querían de una u otra forma un final trágico para mí. Escribí una carta de suicidio y despedida, planeé la forma en la que me iría e incluso pedí perdón en mi soledad a todos aquellos (que eran pocos) a los que dejaría sufriendo a causa de mi cobarde forma de morir.
Treinta malditos y dolientes días donde no era yo, donde mi mente me poseía y esos estúpidos demonios me aplastaban de tal manera que no podía levantarme.
No hubo nadie, nunca nadie supo nada de lo que viví en todos esos meses y en esos treinta días extras que fueron los más difíciles y oscuros de toda mi vida y que ya nunca quisiera recordar.
Solo mi madre pudo notar que algo andaba mal en mí pero no ocupaba decírmelo porque con sus ojos ya me lo preguntaba, ella sabía que siempre había sido un egoísta que no compartía sus problemas con nadie y que los guardaba para sí mismo desde siempre, ella sabía y confiaba en que su hijo saldría como siempre de esa situación de mierda. Porque la verdad es que en esa ocasión más que nada debía hacerlo por mi propia cuenta.
Y los espectros venían por mi alma,
y en las noches me abrían los párpados para que no durmiera,
se llevaban mi sueño y mi calma,
me susurraban que nada valía la pena y que de una vez me fuera.
Que de una vez muriera.Y el más oscuro de todos me dijo que era mi amigo,
que la gente no valía la pena -y en esto último tenía razón,
que abandonara la fe y que hiciera de piedra mi corazón,
que descansara al fin cerrando mis ojos y él me llevaría consigo.Pero recordé que al irme no vería más a mi estrella,
recordé su calor y lo bien que me sentía con ella,
no la vería más si empacaba mis maletas para seguir a ese "amigo",
y al recordar eso el calor envolvió mi corazón para protegerlo de ese maldito.Tanto calor, que al parecer quemó al espectro,
pues se apartó de mí con un chillido infernal,
abrí mis ojos y noté que quería escapar por un espejo,
pero en mi mano apareció una katana hecha de luz con la que lo pude rebanar.El día que nadie estuvo y comenzaron a llegar demonios a mi cabeza a hablarme durante todo el día y parte de la noche, ese día solo tuve dos opciones:
Irme para siempre de este jodido mundo o seguir pisándolo como siempre, así que escribí esto.Y los muertos no escriben...
ESTÁS LEYENDO
La poesía del todo
Thơ caDiario de pensares y pesares random. Nada me llena más que escribir lo que me aqueja, me incomoda o me enamora, dependiendo claro, cuál sea el caso. En la portada estamos mi hermano y yo, por si la duda carcomía de la mano de la curiosidad. Black...