12. Tranquilidad

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Enzo no tuvo ni un segundo a solas, que apenas se despertó, el arquero ya estaba encima suyo, pendiente de que coma el desayuno que le llevó a la cama para arrancar el día con todas las energías. Y es que no iba a ser fácil tratar de pasar toda la Autopista Ricchieri y llegar a Obelisco con toda la gente que se acumuló en las calles.

—Boludo... la cantidad de gente que hay. ¿Vos te imaginabas esto?

El morocho menciona, mientras comía la tostada que le trajo su compañero. La sorpresa por la situación se deja ver en todo su rostro.

—Te miento si te digo que no, si estamos re locos los argentinos.

Aunque dice eso, la emoción por salir a pasear por esas calles lo tenían con una sonrisa. Enzo sonríe también cuando lo ve. Él de igual forma se sentía así, con ganas de ir con sus compañeros y con la persona que tiene un lugar especial en su corazón. Esa persona, Emiliano, seguía hablando de como iba a ser el día y el morocho quería escucharlo, pero su atención estaba ocupada admirando cada movimiento de este, tal como su compañero lo había hecho anteriormente. Se fija como se ensancha su sonrisa al hablar de eso que tanto lo emociona, sus ojos que se vuelven más grandes y esas arruguitas que se forman al costado de estos. Los lunares en su rostro también. Sinceramente, no podría decir ni una cosa que no le guste porque le gusta completamente de arriba a abajo. El arquero lo atrapa observándolo y mantiene su mirada fija en sus ojos. En ese momento Enzo ya no se echa atrás como antes. Se siente un poco intimidado, si, pero él ya tiene bien en claro que lo de los dos es mutuo y no habría por qué achicarse. Por eso, toma al arquero del rostro y se acerca a este, para dejar un beso corto en sus labios y volver a su posición anterior, aunque eso no pasa, porque el mayor lo trae hacia él nuevamente y lo besa, pero con más profundidad. Ahora los dos mueven sus bocas a la par, con tranquilidad, porque no había mejor palabra para describir como venían siendo sus días últimamente. Al separarse, se sonríen otra vez y se disponen a terminar el desayuno mientras siguen charlando.

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Los jugadores se reúnen. Todavía tenían un poco de tiempo antes de marchar rumbo a Obelisco, así que aprovechan ese tiempo para hablar entre ellos. En la charla se dividen algunos grupitos, como era de costumbre. Uno de esos grupos era Cuti, Licha, Nahuel, Dibu y Enzo. Su conversación no tenía mucho sentido: hablaban de los palo santo que el grupito de tres había usado en ayuda para ganar el mundial y las risas de el morocho y el arquero aparecieron al instante.

—Con razón veía tanto humo, hermano.

Enzo comenta y Emiliano le pega en el hombro

—¿¡Y no decís nada!? Mira si era alta falopa... nos sacaban del mundial por estos boludos.

—¡Por eso mismo no dije nada!

Se defiende.

—Me ofende que piensen eso de nosotros.

Lisandro responde ante las acusaciones.

—Y se hacen llamar amigos...

Nahuel le sigue la corriente.

—Posta que si, altos garcas.

Cuti mueve la cabeza de un lado a otro, "sin creer' lo que sus compañeros decían. No le sirve mucho su papel de ofendido, porque enseguida larga una risa y los demás lo siguen.

Todo parecía en orden entre los jugadores, menos entre dos personas que se las veía bastante incomodas: Alexis y Alejandro.
Alexis hasta hace un rato estaba a solas con Julián, abrazándolo por el hombro, mientras cuchicheaban sobre cualquier cosa. Lo que lo hizo cambiar completamente de estado en ese momento fue ver como Alejandro se acercaba al grupo de Emiliano. La araña se percata de su cambio de actitud repentina, pero ya podría preguntar sobre eso más tarde. Alejandro, por su parte, se acerca hasta el arquero, con unos nervios que se notan por la forma en que iba moviendo sus manos entre sus dedos. Sabe que tienen un charla pendiente y pensaba tenerla ahora para no seguir dando vueltas. Apenas lo tiene en frente, le pide hablar a solas, lejos de sus compañeros, que ante la seriedad de sus rostros, se quedan con la pregunta de "¿qué pasó?" Y eso mismo le pregunta el arquero cuando ya estaban los dos solos. Tan solo el tono suave de Emiliano al hacerle esa pregunta y su rostro, tranquilo, completamente distinto al enojo que traía ayer, lo hacen tirarse sobre sus brazos para buscar consuelo ahí. El más alto siente todo la manga de su remera se mojaba por las lágrimas que largaba el más bajo. En ese instante no dudó en corresponderle y lo abrazó fuerte. Sus manos que lo envolvían, pasan a moverse, dando caricias por toda su espalda. 

Penal | Dibu x EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora