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Una pequeña rebeldía

Julio de 1989

El verano se hace notar con el brisa mañanera, además de las tardes en las que KJ está sudorosa y se asfixia con los rayos de sol directos a la cabeza. Pero, ey, hay algo bueno en eso: vacaciones. Y eso significa más juntadas con sus amigas.

Pedalea rápidamente y con emoción su bicicleta hasta llegar a la plaza de reunión. Está desolado, lo que significa que volvió a llegar primera.

—¡KJ!

La nombrada desvía la mirada hacia el inicio de la plaza, donde Tiffany está bajándose de su bicicleta y llevándola con ella hasta unos metros donde se encuentra KJ la deja junto la de ella.

—Tiff –saluda tranquila pero contenta–, te noto alegre.

—Claro que sí, si son vacaciones.

—No más problemas para organizar salidas más seguidas.

—¡Y que lo digas!

—¡¿De qué me perdí?! –Erin llega rápidamente en su bicicleta y frena de seco donde están las de sus mejores amigas, casi cayéndose por eso. Las chicas abren grandes los ojos y van a ayudarla a estabilizarse.

—Erin, ten más cuidado –Tiffany la regaña. Típico de ella.

—Lo siento. Es la felicidad por la libertad del verano.

—Bueno... somos tres.

Las chicas ríen, pero son interrumpidas por unos gritos fuertes a lo lejos. En la calle se ve pronto a Mac a toda velocidad en su bicicleta, y luego a unos chicos que la siguen en auto a toda velocidad.

—Mierda –Tiffany dice entre dientes. Se agacha para agarrar su bicicleta–. Esa chica busca problemas para no aburrirse.

Erin y KJ hacen automáticamente lo mismo y aceleran hacia la calle, una al lado de la otra.

—O los problemas la buscan a ella –Erin añade, mirando de reojo con preocupación a la chica de rizos castaños.

Ya ven el auto cerca, con la patente reluciendo al sol. Distinguirían el número siempre por recuerdos borrosos: Wally Becker. El mismísimo hijo de puta.
Las chicas rodean el auto y lo pasan pronto con algo de esfuerzo. Mac está a unos metros y parece no darse cuenta de ellas, concentrada en escapar.

—¡No serán las otras mocosas! –maldice uno de los amigos de Wally asomándose por la ventana del asiento del conductor.

—¡Qué tal, imbéciles! –Tiffany muestra su mejor sonrisa molesta hacia el chico antes de volver la vista al frente–. Muchachas, a la de tres doblamos –dice en un tono normal con tal de que los adolescentes no la escuchen.

—¿Pero por ahí no está la casa en construcción abandona-?

La morena acelera la velocidad. KJ la imita y dejan a Erin algo atrás con Mac.

—¡TRES!

—¡Hija de pu-! –Erin no llega a maldecir por el movimiento brusco que hace al pegar la vuelta, haciendo caso a la órden.

Las chicas se adentran al sector algo arbolado y abandonado. Sus bicicletas tiemblan y casi se caen. Al dejarlas en el piso, se tiran al lado. Sus respiraciones agitadas por el movimiento. Luego de escuchar los motores alejarse, respiran con aún más normalidad.

—Mierda. Eso estuvo cerca –habla al fin Mac.

—No me digas –Tiffany gira hacia ella al lado suyo y alza las cejas.

No Punch BacksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora