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(N/A: Perdón si les llega notificación de "nuevo capítulo". no era así. simplemente edité algo que no me terminaba de convencer.)

8. 1991, Septiembre.

—Definitivamente soy homosexual –susurra KJ para sí misma tapándose la cara.

Hubiera llorado hace un tiempo, pero actualmente lo único que le preocupa son sus hormonas algo rebeldes. ¿Es así de difícil también siendo normal? «No Kaje, normal no. Hetero.» se corrige mentalmente. La situación es peor aún cuando sabes desde hace dos años que te gusta una de tus únicas y mejores amigas y además acabas de soñar con ella.

Se saca las manos de la cara y relee los fragmentos del sueño que transcribió.

«Entonces supongo que lo hacemos.» «Amanecer - beso - edificios - techo». Resopla. A pesar de haberse aceptado, debe admitir que se siente algo culpable por haber tenido ese sueño donde besa a Mac.

La chica intenta despabilarse y se levanta de la silla de su escritorio, no sin antes cerrar y guardar debajo de su almohada su cuaderno personal.

—Karina –escucha la voz de su madre seguido de toques de puerta–. ¿Ya estás lista? Que sea viernes no significa que te quedes haciendo nada por unos minutos. El tiempo es oro –cuando abre la puerta, la mujer se hace a un lado. A KJ le es cómico que la regañe teniendo que mirar un poco para arriba porque la pasó por un centímetro o dos.

—Lo sé mamá. Ya estaba lista –responde tranquilamente.

Se agarra un poco de comida para la escuela en conjunto a la que comerá antes de clase y se va de su casa. Se sube a su bicicleta y toma rumbo al sitio.
Lo que más le gusta de la semana escolar sin dudas es el camino a la escuela. Admira las vistas y puede sentir el aire en la cara, volando los mechones rizados que ahora le llegan un poco más arriba de los hombros. Sonríe al recordar lo bien que se sintió al cortarlo corto y lo guapa que se siente.

Cuando llega a la puerta de la institución encadena su amada bicicleta, objeto que la conecta además a sus días no tan antiguos de repartidora, y entra. Va hacia su casillero y se encuentra una pequeña huella escrita con marcador.

—"Judía tortillera". Ja. Qué creativo –murmura para sí misma poniendo su código y guardando su mochila. Agarra sus libros y se va.

Al finalizar sus clases, va directo a Jockey sobre césped a entrenar. Allí, en el vestuario, sus compañeras están chismoseando y ruega a Dios que no sea nada sobre ella. Sería la gota que derrame el vaso.

—Hola, chicas –dice dejando su mochila en la banca del vestuario. Se pone de espaldas y se saca el uniforme para pasar a usar la ropa de entrenamiento–. ¿Cuál es el tema del día?

—¿Escuchaste de la fiesta de ésta noche? –pregunta una chica rubia.

—Eh, no...

—Debe ser porque es de Buttonwood –menciona otra compañera de equipo, quien la mira con una sonrisa enérgica–. Tienes que ir. Es una chica de la escuela pública a la que vamos. Empieza a eso de las once y por la cantidad de gente de nuestra clase que está hablando de eso, tiene pinta de que va a estar genial.

KJ se lo piensa un poco. Si está en lo correcto, debe ser la misma escuela a la que van Tiffany, Erin y Mac. Eso sólo significa una cosa.

—Si van mis amigas, yo voy –se reduce a decir tranquilamente.

—Karina Joan Brandman: chica de pocas palabras.

—¿Las repartidoras? –pregunta la rubia nuevamente–. Me sorprende que sigan hablando incluso después de dejar el trabajo.

No Punch BacksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora