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Me tardé mucho publicando un nuevo capítulo del borrador, así que me pareció copada la idea de publicar dos en un día. Total tengo un par de capítulos más en borrador, preparados especialmente para ir adelantando el resto *guiño guiño*. Estimo que van a ser más de diez en esta historia, así que va a ser bastante larga.
Bueno, sin nada más que decir, disfruten la lectura del capítulo cuatro, 50 lectoras del fic.


Repite eso cuando quedemos flechadas por chicos

Febrero de 1989

—¿A dónde ibas de nuevo, mocosa? –Dylan le patea el muslo a Mac para molestarla y empujarla. La chica sólo se lo devuelve igual de fuerte.

—No te incumbe, puto.

—Soy tu hermano mayor, así que claramente puedo obligarte a escupirlo. Sino, te voy a estrujar hasta que te salgan las viseras antes de las palabras.

—Entonces claramente seguirías sin salir beneficiado, porque no podría decir nada al respecto.

Dylan resopla y pone los ojos en blanco.

—Lo que digas, enana.

Mac agarra un saco, el más elegante que encontró, su bolso de periódicos –vacío para poder meter el regalo para KJ ahí– y abre la puerta, sosteniéndola y cerrándola con el pie; sólo para terminar de irritar a su hermano.

Mira el sitio una vez más antes de entrar, revisando que la dirección sea la correcta. Se acerca a la puerta del lugar y mira su reflejo por la ventana de al lado, asegurando estar bien peinada. Hecho esto, toca el timbre. Pronto abre una mujer.

—Buenas tardes –dice la mujer–. Tú eres... MacKenna, ¿No?

—MacKenzie, en realidad –responde seria, intentando parecer lo más educada posible–. Y si no me equivoco, este es el salón de fiestas que alquilaron los Brandman, ¿No? Señora Brandman.

—Un placer –confirma la mujer–. Pasa, pasa.

—Espero haber llegado a tiempo, vine lo más rápido que pude en mi bici...

—Sin preocupaciones. No hay mucha gente.

Al entrar, encuentra todo lo contrario: grandes montones de gente y a la vez pequeños por el tamaño del lugar están desparramados en el salón. Casi se siente avergonzada por aparecer de repente, pero no dejará mostrar eso.
A su lado hay una mesa con grandes regalos envueltos en papeles notoriamente caros y brillantes posicionados uno al lado del otro. Mira directo a su bolso todavía puesto: ella tan solo había podido conseguir papel de diario para envolver el suyo. Quiere pensar que lo importante es lo que trae adentro.

—¡Mac! –siente detrás.

—¡Hola, chicas! –dice al ver a Tiffany y Erin llegar. Llevan vestidos bonitos de color crema y morado, respectivamente. Al separarse del abrazo, Erin entrecierra los ojos.

—¿Un suéter blanco y negro y unas calzas negras?

—¿Me estás diciendo que no me veo guapa? Hieres mi ego, Chica Nueva... –se lleva una mano al pecho, sarcástica.

—Nunca dije que no. Queda bien con tu estilo. No sé porqué no me lo esperé...

Ambas se ríen. Tiffany deja su regalo en la mesa junto al de las otras dos chicas y refriega sus manos, como si estuviera reflexionando algo antes de hablar.

—Bueno, yo digo que basta de cháchara. Deberíamos ir a nuestra mesa seleccionada. Quizá veamos a KJ pronto.

—¿No está acá? –frunce el ceño Erin.

—¿Alguna vez escuchaste de una fiesta de quince?

—Pero estamos en un Bat-mitzva...

—¿Qué es una fiesta de quince? –Mac está más perdida que niño en supermercado.

—A veces me sorprende tu ignorancia.

La comida es buena, la música es decente...

El tema es que KJ casi no pudo pasar tiempo con ellas durante la primera mitad de la fiesta.
Mac lo comprende, en serio lo hace...

En realidad no tanto.

—¿No puede, no sé, simplemente venir acá?

—Mac, ¿Eres ciega o qué? –Tiffany se lleva una mano a la cara, como rogando por paciencia–. Su mamá literalmente está ordenándole que pase tiempo con cada persona de las otras mesas. En especial los chicos. Son prioridad para ella, parece.

Chicos. Mac pone los ojos en blanco con irritación.

—Cómo los odio.

—Repite eso en unos años cuando quedemos flechadas por alguno.

El comentario en broma de Erin se siente raro en Mac, como si fuera algo imposible. Decide sacarlo de su cabeza despeinando un poco su cabello.

—¿Así vas a bailar conmigo? ¿Con los pelos en la cara? –siente detrás y abre grandes los ojos. Al darse vuelta se encuentra a KJ con una sonrisa y los brazos cruzados en broma.

—No –dice parándose de inmediato y pasando sus dedos por el pelo pelirrojo oscuro. Tiffany y Erin se miran con el ceño fruncido antes de volver a ver a las otras dos chicas.

—Espera, pero creí que las chicas bailaban con los chicos y viceversa –Tiffany comenta.

—Y en mi fiesta voy a bailar con ustedes. Como si no fueran importantes para mí y no quisiera divertirme con ustedes. Lo único que hubiera faltado. Ya bastante con tener que usar el vestido que mamá quería que me pusiera –KJ resopla.

Al contrario de enojarse, las chicas sonríen emocionadas y la siguen a la pista en lo que la música sube de a poco, indicando el final de la primer comida.
La noche pasa rápido al divertirse y, en lo que parecen unos minutos pero son un par de horas, la gente empieza a irse.

Mac agarra su chaqueta, preparándose para salir, cuando siente una mano en su hombro. Se le acelera el corazón pero pronto se alivia al ver a la chica de la fiesta.

—¿Viste a Tiff y Erin? –pregunta KJ con una pequeña sonrisa.

—Ya se fueron.

—Oh, qué lástima. Abrí sus regalos y quería agradecerles.

—Hazlo mañana. Vas a verlas después de todo –se encoge de hombros Mac.

—Sí, supongo –sonríe dulcemente–. Por lo menos tú estás aquí para agradecerte.

—¿Viste el mío? –abre grandes los ojos ante el comentario de KJ, quien se ríe por esto.

—Por supuesto que sí. Quise verlos antes que cualquier otro, aunque sinceramente lo que más me importa es que hayan venido.

Tienen un corto silencio, pero no incómodo. Más bien todo lo contrario. Se siente bien.
Ambas se van a sentar contra la pared del exterior del lugar y miran las estrellas.

—¿Te gustó mi regalo? –siente la necesidad de preguntar Mac de repente. No desvía la mirada del cielo, embobada con la vista.

—Sí. Ya tengo ganas de escuchar tu cassette a ver qué sorpresas tiene preparadas.

—Espero que te guste. No escribí los temas a propósito para que fuera una sorpresa –cuando siente unas risitas, frunce el ceño y mira directo a su amiga–. ¿De qué te ríes?

—¡Quién diría que el osito gruñosito tendría un fondo de dulce de leche! –sonríe ya más calmada, mirándola.

—¡Mentira! ¡No soy dulce! Soy ruda.

—Pues lo de hace dos segundos no sonó tan MacKenzie "Ruda" Coyle.

Cuando la pelirroja va a quejarse, las risas de KJ hacen que se calle. Por una vez cree que no está tan mal quedarse sin responder, porque vale la pena ver así de contenta a su amiga.

No Punch BacksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora