CAPITULO XX

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Una semana había pasado desde que tome a la cachorra bajo mi cuidado. Una semana completa. No es mentir ni exagerar si menciono que durante estos días sufrí... algún que otro ataque cardíaco...

¿Quién hubiera dicho que cuidar a un cachorro sería tan estresante?

Estresante pero aun así satisfactorio. Entre ambos compartimos una conexión casi natural. Ella, completamente encantadora, prácticamente se robó el corazón de todo el edificio a los días de su llegada. Al contrario de los demás cachorros, ella no conoce el mundo así que los machos de los departamentos están envueltos en una especie de competencia para ver quien le enseña más cosas primero. Quieren ganar su aprecio y sus abrazos.

Como si los fuera a dejar... sigue siendo MI pequeña. Soy el único que le mostrara el mundo.

Un llamada me saco de mis pensamientos, tome el teléfono dándole primero un vistazo a la pequeña, a estas horas de la tarde suele mirar su programa favorito pero aprendí a nunca confiarme y mantenerla en vista.

Flashback

– Muy bien pequeña, ten esto – Dije entregándole su cuaderno y un par de de lápices – Estaré en la cocina ¿sí? Llamarme si es que necesitas algo.

– Okey – Me dijo mientras agarraba los colores con felicidad. Sonriendo con ternura le di un beso en su cabeza y me fui a vigilar la sopa que estaba en la estufa. Trisha menciono que Orión necesita recuperar muchos nutrientes y esta era una de las comidas más fáciles que sabía hacer. Estaba muy lejos de ser un gran chef.

Mientras vigilaba la cocción puede escuchar un ligero clic y unos pasos amortiguados... me quede quieto ¿Ese clic no era acaso la cerradura? Gire mi cuerpo sin querer dejar de remover y efectivamente las cosas estaban ahí. El dibujo a medio hacer y los lápices revueltos por toda la superficie. Pero... no Ori.

...Mierda...

Salgo corriendo hacia la entrada solo para recordar que había dejado la sopa aun en el fuego, me permito maldecir durante todo el camino de ida y de vuelta a la puerta. Salgo al pasillo y nada. Asustado me giro directo a las escaleras laterales, ya que nunca le explique a la cachorra cómo funcionaban los ascensores descarto totalmente que esa fuera su salida. Bajo de dos en dos, sin importarme realmente por una caída. Llego al vestíbulo y me detengo en bruto. Puedo escuchar mis respiraciones superficiales por la carrera y me permito unos segundos de descanso mientras doy un suspiro de alivio. A unos pocos metros, en los sillones, estaba su pequeña en los brazos de Jerico.

– ¡CACHORRA! – Dije con exasperación mientras me acercaba y la abrazaba contra mi pecho. – No puedes hacerme eso. ¿Por qué saliste de casa? ¿Qué estabas buscando? – Miro a Jerico y sigo con el interrogatorio. – ¿Dónde la encontraste? ¿Te dijo algo? ¿Te pidió algo? ¿Te...? – Una manito detuvo su parloteo y sus ojos se posaron en otros que estaban a centímetros de su cara.

OriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora