capítulo 12

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Pedri González;

Pedri González;

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Despierto cuando escucho la alarma resonar por toda la habitación. No reconozco el sonido ya que la mía no suena así, y es cuando noto un pequeño cuerpo pegado al mío. Abro los ojos y veo su pelo rubio y su cuerpo dándome la espalda sacándome una sonrisa ya de primera mañana.

Es la alarma de Nay.

—Apaga esa mierda, porfavor.—dice con voz ronca mientras se gira en la cama y se abraza a mi cuerpo escondiendo la cabeza en el hueco de mi cuello.

—Es la tuya, nena. Pero no sé dónde tienes el móvil.—susurro mientras levanto mi cabeza para echar un vistazo, pero es imposible ver nada a causa de la poca luz que hay en la habitación.

—Está en la mesilla de tu lado.—me dice mientras pega un suspiro largo y se suelta de mi para que pueda moverme mejor.

Yo me incorporo mejor y encuentro el móvil sonando. Apago la alarma y miro la hora. Gracias a Dios esta chica es previsora y se ha puesto la alarma antes de tiempo. Son las cuatro y media de la mañana y literalmente solo hemos dormido dos horas con las coñas.
Pero ha merecido la pena completamente simplemente al recordar todos sus besos, gemidos y nuestros cuerpos unidos al cien por cien.

—Son las cuatro y media.—la aviso yo mientras dejo su móvil a un lado. —Tengo que ir a hacer la maleta...—susurró mientras me vuelvo a acurrucar con ella.

—Vale, pero quédate diez minutitos más, que quiero mimos.—dice en un susurro mientras se abraza como un koala a mi.

Yo sonrío sin poder evitarlo mientras una de mis manos se cuela por dentro de su camiseta para acariciar su espalda desnuda y mi nariz roza con la suya.

—¿Has dormido bien, cielo?—pregunto bajando mis manos lentamente por su espalda dándole caricias.

Ella sonríe por el mote cariñoso antes de darme un suave pico en los labios haciéndome sacar la sonrisa tonta.

Joder, es que quien me diría a mi que estaría llamándole "cielo" a una tía mientras le doy mimos por la mañana después de haber follado con ella hace apenas dos horas, cuando yo NUNCA me quedo a dormir.

Enfin, es que Nay me hace sacar un lado de mi que nunca había conocido.

—Sí, he dormido como una rosa.—dice contenta mientras me da otro pico.—Aunque eres una estufa andante, madre mía.

Yo suelto una risa mientras rozo mis labios con los suyos y mis manos aprietan su cintura.

—Y tú tienes los pies helados y más no te digo nada...

—Pues para eso estás tú, para calentármelos.—dice ella orgullosa mientras acaricia el pelo de mi nuca con suavidad.

—Yo te caliento entera, no disimules guapa.—le contesto sin vergüenza ninguna ganándome una colleja por su parte. —¡Oye, que es muy temprano como para andar pegándome ya!

RENDICIÓN ; pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora