capítulo 13

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Nayla Saavedra;

Nayla Saavedra;

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Siento un codazo en mis costillas haciendo que me despierte quejándome. Me doy la vuelta y veo que Aida está durmiendo a mi lado como un lirón y ni se inmuta que me acaba de meter tremenda hostia.

Ayer nos quedamos dormidas en mi cama mientras veíamos por quincuagésima vez The Originals. La verdad es que nos apetecía estar juntas comentando la serie después de estar tres dias sin vernos mientras yo estaba en Paris, pero nos dieron las tantas y al final nos quedamos fritas en mi cama.

Miro la hora y veo que son las siete. Aún no me ha sonado la alarma pero me dispongo a levantarme con disimulo ya que me he desperazado totalmente con la leche que me acaba de meter mi mejor amiga en una de mis costillas.

La dejo durmiendo, ya que ella en teoría no se tiene que levantar hoy, ya que ayer me comentó que hoy no pensaba ir a la uni ya que tiene dos asignaturas que ni le van ni le vienen. Yo por desgracia tengo que ir, ya que la próxima semana tengo examen de Neuropsicología y si no pues no me entero de demasiado. Además que ya llevo dos dias de esta semana sin ir ya que estaba demasiado cansada del viaje y llevo con dolor de garganta y mocos desde el martes.

Salgo de mi habitación para prepararme un café para espabilarme un poco. No tengo demasiada hambre por lo que solo me tomo una magdalena para así poderme tomar el Frenadol y aguantar toda la mañana en la universidad sin que me den cuatro chungos al tragar. Puto invierno y putos catarros.

Termino de desayunar con tranquilidad mientras curioseo TikTok, ayer por la noche ya me duché por lo que hoy no me toca y además así no hago tanto ruido como para despertar a Aida. Me meto en mi habitación iluminada por la linterna de mi móvil y voy hacia mi armario con todo el sigilo que me permite mi cuerpo. Cojo unos pantalones vaqueros anchos y con rotos en las rodillas, una sudadera color gris con capucha y mi cazadora de cuero oversize, mientras que en los pies me calzo mis Dr Marteens negras.

—¿Ya te vas?—escucho el murmuro de la voz de Aida una vez he terminado de vestirme.

—Sí, que voy justa y hoy tengo que pillar el bus.—le digo mientras la tapo con mi edredón. —Te he dejado café hecho para cuando te apetezca levantarte.

—Por estas cosas te quiero.—dice ella con una sonrisa mientras aún tiene los ojos cerrados.

—Anda, duérmete y aprovéchate de mi cama que no son ni las ocho y media.—le digo dándole un beso en la frente. —Por cierto, menuda hostia me metiste en las costillas, cabrona.

—Fallitos técnicos.—dice ella soltando una pequeña risa. —Anda, vete ya que aún vas a perder el bus y luego lloras.

—Nos vemos después, plasta.—me despido yo cogiendo mi bolso.

RENDICIÓN ; pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora