Capítulo 6

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El joven de cabellos negros respiraba con normalidad, la enfermera de turno monitoreaba sus constantes vitales mientras Pía observaba como siempre sin decir nada al respecto. Ese día se cumplían tres semanas desde el ingreso del desconocido y seguían sin novedades.

—Señorita, al parecer todo está en orden. Creo que el médico podría darles el alta hoy mismo. —le dijo la enfermera con una sonrisa en el rostro.

—Gracias —respondió Pía con tono cansado

Desearía haber respondido de forma más entusiasta pero el panorama no se lo permitía. Hacía tres semanas que iba a visitar al desconocido todos los días. Tres semanas en la que siempre se observaban en silencio. Esa muda comunicación la había llenado de impotencia y desaliento.

Pía había esperado que despertara y que le dijera que vio, dónde lo vio, que se lo describiera al detalle para poder ir tras él. Pero el paciente no hablaba con ella ni con nadie. Él la observaba en silencio atento a lo que le decía pero sin proporcionarle ninguna respuesta.

Pía estaba al tanto de la condición del paciente gracias a Héctor; éste hizo que el joven quedara a su cargo para poder ayudarla.

Los primeros días el paciente se había despertado de forma violenta y llorando, también se mostraba arisco con todo el que ingresaba a su habitación. Había tenido tres intentos de escape que fueron impedidos por la gente de seguridad del hospital. Ese hecho en concreto fue el que los convenció de actuar de otra forma con él. Por eso se seleccionó un grupo de enfermeros liderados por Héctor que serían quienes lo atendieran a él. Necesitaban que sus heridas mejoraran, y en cada oportunidad que se despertaba de forma violenta salía lastimado de una forma u otra. El grupo seleccionado sabía cómo lidiar con esas situaciones y poco a poco el desconocido dejo atrás sus intentos de escape, pero sus recelos si bien habían disminuido no se habían esfumado.

A simple vista el diagnóstico era claro, estrés postraumático con arrebatos de ira y pánico. Lo que Pía no tenía del todo claro es si el episodio le había llegado a afectar tanto como para impedirle hablar. Hasta ese día no lo habían escuchado pronunciar una sola palabra. Solo balbuceos y gritos cuando despertaba de una pesadilla. De acuerdo a los estudios, el joven no tenía impedimentos físicos para hablar. Todo parecía señalar que el problema estaba en su mente, ya fuera por el miedo o por alguna otra cosa, era necesario que recurrieran a un especialista.

Pía no sabía cómo proceder a partir de allí. Todo parecía indicar que le darían el alta por la tarde.

Desde que estaba ingresado nadie había preguntado por él. Héctor la convenció de que no lo reportaran a las autoridades, al menos no hasta que obtuviera respuestas. No sabían que podría hacer la policía con el muchacho, lo que sí era seguro es que no le permitirían verlo si sabían que no existía ningún lazo entre ellos. Por lo que fingieron en el hospital que Pía era una amiga del paciente.

Ella misma había visitado todos los hospedajes de La Alameda para verificar que no se había extraviado algún turista. Entre tanto, Jacinto había preguntado de forma discreta si alguien del pueblo no había recibido visitas, pero las respuestas eran negativas. Nadie hablaba de la desaparición de un joven con las características físicas del muchacho.

Luego de la primera semana, Pía estuvo recorriendo el lago y la montaña junto con Jefe y Jacinto. Esperaban encontrar documentación del joven o algún vehículo. La hipótesis que tenían era que podría tratarse de alguien que estaba de paso y había tenido ese desafortunado accidente. Pero no había rastros de un rodado por el terreno, ni documentación extraviada. El misterio que giraba en torno al desconocido era bastante grande y lo único que hacía era dejarlos con más interrogantes.

La elección de Renan #ONC2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora