Capítulo 13

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El jueves por la noche Pía no pudo asistir a la cena de todos los días en casa de Jacinto, no con todo lo que habían hablado con Vera durante la tarde.

Por consejo de la morena, era mejor que por ahora se enfocaran en encontrar a la criatura, ambas sabían que esa huella que había encontrado pertenecía a un licántropo, y como se temían este estaba allí en su forma animal, lo que lo volvía más peligroso.

Pía recordaba con detalle cuando su hermana Diana le contó sobre ellos, cada palabra que usaba para describirlos estaba llena de odio, y ese sentimiento nunca había dejado indiferente a Pía. Ella nunca los había visto, sin embargo, sabía que ellos fueron los responsables de que sus hermanas abandonaran su hogar de origen. Ellos fueron los responsables de las diferencias que surgieron en el aquelarre. Todo lo que habían sufrido estando en La Alameda fueron consecuencias de haberse ido de Norvía.

Por culpa de los licántropos ella no había podido conocer su hogar y nunca podría conocerlo. No solo porque no era seguro para las brujas como ella, sino que al no conocer su tierra natal, nunca había sentido la pérdida como sí lo sentían el resto de sus hermanas.

Gracias a su familia nunca había sentido curiosidad por el otro mundo, y de todas formas, su madre y hermana nunca le dijeron como viajar a Norvía. Además sabía que Vera jamás se lo diría, de hecho, ella tampoco se lo pediría. El mundo que la había visto crecer era su hogar, no el mundo del que habían escapado sus hermanas.

[...]

Vera y Pía pasaron toda la noche del jueves rastreando sin éxito. No consiguieron encontrar otra pista de la criatura por más que buscaran en todas las direcciones posibles. Pero al menos la responsabilidad de la que Pía se hacía cargo todas las noches a las 8pm las había hecho sentir útil.

Para Vera no había sido agradable caminar por la oscuridad ayudada con unos binoculares de visión nocturna. Mucho tiempo había pasado desde que hizo algo parecido y no le gustó la sensación que sintió al cargar de nuevo sus cuchillas. Le recordaban a alguien que ya no existía.

Tanta era la pérdida que había sufrido su antiguo yo que había acabado enteramente con la identidad de la bruja que había llegado a ese mundo en busca de refugio. No había verdad más dolorosa que la pérdida de quien solía ser. Por más que se mintiera a sí misma o que le mintiera a Pía, ella aún seguía dolida.

Vera se convenció que el sufrimiento es una elección, y ella no quería seguir sufriendo, por esa razón decidió empezar de nuevo. Se convenció que todo lo ocurrido la llevaba a eso, a una nueva vida que nunca imaginó.

Esa noche, había observado varias veces el cielo estrellado y se preguntó por Martín. Había sido difícil para ella tener que mentirle. No le gustaba, sentía mucha culpa al tener que esconderle parte de lo que era o había sido. Su esperanza en ese mundo era él, quien había aparecido en su momento más oscuro.

Cuando Vera conoció a Martín, ella estaba tratando de sobrevivir a la pérdida de su mundo, y sus poderes.

Lo que más le afectó a Vera tuvo que ver con la pérdida gradual de su don. Ese hecho, en conjunto con otros, acabó de derrumbarla. Vera en su desesperación por volver a sentir buscó refugio en las drogas. Luego de pasar muchas situaciones terribles, que de solo acordarse se le revolvía el estómago, Diana quien siempre estuvo pendiente de ella, la ingresó en contra de su voluntad a una clínica para adictos. Fue allí donde conoció a Martín. Fue mediante sus sesiones que ella comenzó a replantearse su vida.

El cambio no ocurrió de un día para el otro y fueron meses de recaídas emocionales y ataques violentos. Vera se había sentido culpable por sumar otro problema más a sus hermanas cuando ellas ya tenían bastantes, pero a pesar de lo que ella pensó, Diana nunca la abandonó ni la culpó por lo sucedido. Era la única que podía visitarla, pero debido a todas sus responsabilidades, más el cuidado de Pía, sus visitas no fueron seguidas.

Fue en ese estado de abandono y vulnerabilidad con el que la encontró Martín en cada sesión. Por ese entonces, él todavía tenía facciones más juveniles pero la mirada amable siempre estuvo en su rostro. Martín al verla tan enojada y dolida por la soledad y por sus propios demonios, comenzó a visitarla en el horario de visitas. Vera al inicio lo vio con desconfianza, pero poco a poco, con cada visita suya fue ablandando su corazón y necesitando de ese afecto del que carecía para afrontar todo lo que le ocurría.

Martín se volvió su esperanza con cada visita, cada palabra amable y su mirada sincera que siempre la reconfortó.

Por esa razón, durante la noche del jueves, Vera se había preguntado si alguna vez podría librarse de su pasado, si alguna vez sería capaz de dejarla a Pía y no volver.

No le mintió cuando le dijo que jamás podría abandonar ese mundo, porque si en verdad quería dejarlo atrás, también tendría que dejarla a ella. Y no sabía si algún día tendría el valor de hacerlo. Pía además de ser la conexión a ese mundo al que había pertenecido, era la hermana menor que siempre se metía en problemas. Pero también era esa hermana a la que le podía contar todo y con la que podía hablar siempre con la verdad.

Vera considero que debía priorizar una de sus vidas. Vivir a medias, mintiéndole a quien amaba, y engañando a quien era su familia solo le hacía más daño. Sentía que les fallaba a ambos al ser tan falsa con ellos y con sus sentimientos.

El día viernes Vera lo inició con una idea en mente, ya había tomado una decisión. Ahora solo tenía que encontrar el valor para llevarla a cabo.

[...]

Pía se levantó pasado el mediodía, el descanso no había surtido el efecto esperado pues tenía ojeras oscuras debajo de sus ojos como si no hubiera dormido nada.

La frustración que sentía al no poder hallar nada era demasiado para ella. Pensó que tener la huella haría una diferencia, y que la noche anterior se encargarían del problema fácilmente, pero nada más alejado de la realidad.

No le había comentado nada a Vera, pero la noche anterior, sus latidos habían estado muy rápidos al imaginar que con cada paso, estaba más cerca de conseguir su venganza.

Había pensado mucho en lo que haría una vez lo tuviera enfrente, repasado cada cosa que le había dicho Vera sobre cómo era la forma en que atacaban, lo que podría hacer para eludir sus flechas, todo al detalle para no fallar. Pero a medida que se acercaba el amanecer sus ansias fueron calmándose dado que era evidente que esa noche no conseguirían nada.

Aparte de eso, había soñado con que Renan la guiaba por las montañas, ambos buscaban a la criatura. En un momento dado, el joven tomaba su brazo para detener el avance, cuando ella fue a preguntarle el motivo él levantó su rostro y la besó. El beso se había sentido tan real que podría jurar haber sentido la barba del joven en contacto con sus manos. Pero repentinamente, Renan la separaba de un empujón para protegerla de la bestia que se acercaba gruñendo de forma lenta. Pía recordaba estar paralizada al ver sus ojos amarillos y sobrenaturales y no reaccionó cuando la criatura se lanzó hacía Renan y le destrozó la garganta con sus fauces.

Luego de esa pesadilla que la despertó sacó un par de pastillas que guardaba para el insomnio y tomó dos. El efecto le había durado hasta pasado el mediodía y Vera no había sido capaz de despertarla para almorzar juntas.

Su amiga le había dejado la comida preparada y una nota en la mesa que decía que había vuelto a la ciudad para hablar con Martín de algo importante. Pía no la llamó, sabía que con el asunto del compromiso a Vera le salían cosas urgentes.

Decidió almorzar lo que le había dejado y se puso a analizar el extraño sueño que había tenido. Raras veces recordaba lo que soñaba, la mayor parte del tiempo se levantaba en blanco, pero no podía dejar de preguntarse por qué había soñado que le daba un beso a Renan, y porque había sentido tanto miedo al verlo morir bajo las fauces del lobo.

No quería creer que había llegado a querer a Renan de ese modo, pero los últimos acontecimientos eran más que elocuentes. Sentía la cara caliente solo de pensar en el momento en que lo viera de nuevo. Más ahora sabiendo lo que sabían de él.

Renan no era un humano común, y ella se sentía rara al pensar en el momento en el que pudiera compartir con él todo sobre ella y Vera. Una nueva perspectiva se abría paso dentro de ella, una que veía a Renan de forma cálida y con esperanza. Un sentimiento que poco a poco comenzaba a desplazar el sentimiento de venganza. 

La elección de Renan #ONC2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora