Capítulo 11

15 2 0
                                    

Las altas temperaturas de ese día habían hecho estragos con los dos jóvenes que se ofrecieron a realizar las labores de Jacinto. La juventud de ambos nada tenía que ver con la resistencia física que se necesitaba para realizar trabajos como aquel.

Renan sentía el cuerpo pegajoso debido al sudor. Por consejo de Jacinto, se había puesto una camisa y pantalón de grafa, que era la típica ropa de trabajo que siempre vestía el anciano. Según el viejo, debía vestir esa ropa para protegerse de los rayos del sol. Pero Renan se sentía algo asfixiado, de hecho, prefería vestir prendas más cortas como había hecho Pía sin importarle si se quemaba o no.

Por su parte, a Pía no le molestaba quemarse, de hecho, esa temporada de verano ya había tostado su piel. Pero ese día en particular, el calor le estaba afectando de forma muy seria. A pesar de que habían salido unas dos horas antes del atardecer, el calor se sentía como si el sol estuviera en su punto más alto. Además, corría una brisa de aire caliente de forma intermitente que no hacía más que empeorar las cosas. Tal era la irritación que sentía que le molestaban hasta las dos trenzas que caían sobre su espalda.

Pocas cosas eran las que Pía soportaba estoicamente, y el calor del verano no era una de ellas.

—Renan, ¿te queda agua? —preguntó en voz baja

El joven observó su botella y solo le quedaba lo equivalente a un último trago. Sin dudarlo, le extendió la botella. Pía la aceptó ansiosa, pero una vez bebió, sintió como si hubiera bebido una gota. No quería ponerse a pensar en ello, conocía los síntomas de la deshidratación, y no quería terminar de enloquecer por la falta de agua.

Caminaron un buen rato hasta que guiaron al último grupo de corderos hacia el sector indicado por Jacinto. Para ese momento, Pía sentía la cabeza pesada, y la garganta le picaba. Observó a Renan una vez más, y se sorprendió al verlo en mucha mejor condición que ella. ¿Cómo era posible? Se preguntó, si hasta hace muy poco había tenido un episodio muy preocupante del que aún no habían hablado con propiedad. De acuerdo a lo que Martín les comentó, el joven de rizos azabache parecía no recordar qué había desencadenado el ataque de pánico. Vera había dicho que quizás había tenido un recuerdo doloroso y la mente del chico no había estado preparada para aceptarlo. Pía no estaba del todo segura, pero quería averiguarlo.

Mientras Pía pensaba sobre aquello, se distrajo y no supo cómo terminó en el suelo. Renan que venía atrás de ella se apresuró para ayudarla. La chica no tenía fuerza en los brazos, estos al apoyarse en la tierra caliente temblaban. Renan la ayudó a ponerse de pie, pero no alcanzó a dar otro paso que volvió a caer.

—Mierda.... Necesito... agua. Ya no... ya no aguanto más —dijo la chica con voz entrecortada, la respiración se volvió pesada y Renan se asustó al verla tan afectada.

— ¿Qué hago? ¿Dónde ir? —dijo el muchacho una vez que la volvió a levantar. Había colocado el brazo de Pía alrededor de su cuello y a su vez la sostenía por la cintura.

—El... arroyo. Está... cerca.

Renan asintió y con las últimas fuerzas que le quedaban camino con Pía hacia el arroyo. La joven tenía las piernas tan debilitadas que toda la fuerza la hizo Renan.

El muchacho de rizos volvió a respirar tranquilo una vez que pudo ver el arroyo a un par de metros.

—Pía llegamos —susurró el joven

La chica que había cerrado sus ojos para no desesperarse se alegró de tal forma que la nueva perspectiva le dio más fuerzas para seguir.

Una vez llegaron al borde, las piernas de Renan se doblaron y ambos cayeron.

La elección de Renan #ONC2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora