Capítulo 5

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La sensación que Pía sintió al bajar del auto le recordaba tanto a la noche en que le avisaron por Diana. Jefe salió a buscarla, se le notaba alterado y esas señales parecían advertirle que lo que encontraría allí sería la pista que tanto había estado buscando durante un año.

Abrió la puerta de la casa y escuchó las voces en el interior.

—Muchacho, ya. Para ya. Te haces daño.

La escena que vio Pía la descolocó por un momento. Jacinto con su cuerpo enjuto pero firme trataba de acostar a un hombre joven de nuevo en el sillón de la sala. Mientras ella se acercaba, pudo observar como el joven se sacudía aterrado y miraba en todas las direcciones como si aún siguiera esperando que el monstruo apareciera. Vio una herida profunda y de cuidado entre el cuello y el hombro derecho, rasguños en sus brazos y la sien con algo de sangre y con una hinchazón incipiente.

—Viejito, ya estoy aquí. —fue lo que dijo Pía y de inmediato el joven focalizó la mirada en ella y dejó de moverse como un poseso.

Pía se estremeció al ver los ojos marrones casi tapados por los rizos azabaches. Algo se removió dentro de ella, esa mirada no vaticinaba nada bueno.

—Mi niña, que bueno que viniste. La vieja camioneta no arranca, por eso no lo he llevado al hospital.

—No te preocupes, ahora lo llevamos.

Pía hizo el amago de tocar al joven pero este le pegó en la mano y se apartó de ella.

— ¡Eh muchacho! ¿Qué crees que haces? —fue lo que expresó Jacinto al ver la reacción del joven

Este solo se quejaba sin emitir una sola palabra y se tapaba con una campera la herida que tenía cerca del cuello. Después de salir de ese momento de estupefacción Pía reaccionó.

—No te preocupes Jacinto, debe estar en shock. Es mejor que te ayude a cargarlo, por lo que veo ha perdido mucha sangre.

—Eso si lo sabré yo, fue gracias a eso que Jefe me llevó hasta el lugar. No te acerques, tu ve a abrir el auto. Ya lo llevo yo.

— ¿Estás seguro? —preguntó con duda Pía.

En aquel momento temía lo que aquel extraño pudiera hacer en ese estado.

—Yo lo traje hasta mi sala sin ayuda de nadie. Ahora no me supondrá nada porque ahora está consciente. Además Jefe está atento.

El perro ladró y Pía asintió quedándose más tranquila. Salió corriendo hasta su auto y le dio la vuelta para salir tan rápido como pudieran. Jacinto logró subir al joven que seguía quejándose y manoteaba en cualquier dirección pero con algo menos de fuerza. La pérdida de sangre le estaba pasando factura a su cuerpo. Jefe seguía ladrando y Jacinto tuvo que ordenarle que se calmara, no podía ir con ellos así que le encargó que fuera a ver el rebaño.

Pía observó como el perro obedecía mientras ellos se alejaban de la casa. Estaba conduciendo muy rápido. Sabía que dependía de ella salvarle la vida a ese joven que como su hermana fue atacado por la misma cosa. De eso estaba segura. Solo un vistazo a su cuerpo bastó para que confirmara aquello.

—Viejito, ¿cómo estaba? ¿Tenía identificación? Algún vehículo que manejara.

—No Pía. Revise sus bolsillos y están vacíos.

—De seguro es algún turista, pronto vamos a escuchar que lo están buscando.

A partir de allí Pía solo se concentró en el camino. Condujo tan rápido como pudo, mientras observaba por el espejo retrovisor como Jacinto sostenía al herido. Éste último ya había dejado de luchar y solo emitía quejidos cada vez más débiles.

La elección de Renan #ONC2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora