Capítulo 14 Parte 2

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Lo único que se oía eran las pisadas firmes de unos pies descalzos sobre la tierra, las medias que tenía puestas no servían de nada para protegerla de las espinas y las piedras que se incrustaban en su carne a medida que avanzaba. Pía sabía que los tacones que se había puesto aquella noche eran inútiles para perseguir a la bestia, por eso se los quitó apenas inició su persecución. No se quejaba por el dolor en sus pies, pues no se comparaba con el dolor y la rabia que sentía por los acontecimientos recientes.

Ella sentía que había fallado al no encontrarlo antes. En su mente aún escuchaba los gritos de Vera, y a ello se le sumaba su propio dolor por la muerte de Diana.

― ¡No te vas a escapar! ―gritó en medio de la oscuridad.

Cuando se supo lo bastante lejos de todos, Pía detuvo su carrera. Observó la luna menguante sobre ella con determinación mientras intentaba calmar su respiración a la par que sus latidos desbocados.

Su cabello al igual que sus ojos se tornaron plateados de forma gradual y como tantas otras noches colocó una de sus manos sobre la tierra y pronunció las palabras que despertarían a las cinco criaturas que solían acompañarla. La tierra comenzó a vibrar, solo era cuestión de tiempo para que acudieran a su encuentro.

Mientras esperaba, observó el reloj de Martín, la sangre había manchado su palma y con mucho dolor por lo que aquello significaba dejó caer el objeto al suelo. Observó el líquido carmesí aún tibio en su palma y se lo llevó a los labios. Sus ojos plateados destellaron por un breve instante rojos, señal inequívoca que se trataba de una bruja de sangre la que estaba por liberar su poder.

Su don, aquel por el que toda su estirpe había sido perseguida y llevada al exterminio era de los más peligrosos, pues solo era necesaria una gota de sangre para tener completo control sobre el cuerpo de su víctima.

Antiguamente, cuando su estirpe estaba en el trono de Norvía, la habilidad de las brujas ayudaba a rastrear a sus vasallos y en ocasiones a enemigos para estar siempre un paso adelante de todos ellos.

Ese era el objetivo de Pía al tomar la sangre del prometido de su amiga.

La joven cerró los ojos para concentrarse en la esencia que había probado. Segundos después, los abrió para ver dos líneas que la guiaban allá a donde la sangre de Martín había ido a parar. Una la llevaba al cuerpo sin vida de Martín, y la otra la llevaba hacia su asesino.

Pía sonrió con lágrimas en sus ojos, esa noche sentía que por fin después de tanto sufrimiento cobraría venganza.

Lo había intentado antes, con cada animal que la bestia destrozó, pero siempre llegaba tarde.

La sangre -en especial aquella que pertenece a cuerpos sin vida- es difícil de tratar. Por lo que le habían enseñado, cuando una bruja debe recurrir al líquido vital de un fallecido, el don sólo funciona si la sangre se obtiene de inmediato. Caso contrario, pasado unos minutos, es por completo inútil. Por esa razón Pía tuvo que dejar a Vera atrás. No podía quedarse a su lado brindándole consuelo mientras la bestia se le escapaba de nuevo. No podía dejar que la muerte de Martín fuera en vano.

En ese instante, sus pensamientos fueron interrumpidos por las vibraciones del suelo que se volvieron más intensas. Pía se puso de pie y pudo observar como un pozo se abrió en la tierra para que salieran de allí cinco criaturas idénticas a las que cazaba todas las noches de verano.

Las Arakvanas que habían acudido a su llamado eran diferentes a las que se enfrentaba cada noche, porque éstas le obedecían a ella. Hacía bastante tiempo las utilizaba para sus propósitos, había aprendido a hacerlo desde que Diana desapareció. Recordaba al detalle como en su desesperación por encontrar a su hermana, no asesinó a las criaturas de las que siempre debía encargarse. En su lugar, las hirió para poder obtener su sangre y de esta forma controlarlas. El proceso había sido arriesgado, y no lo consiguió de inmediato, pero ahora notaba la ventaja que poseía.

Las Arakvanas que se situaron a sus costados no reían como lo hacían las otras, su mirada estaba perdida en algún punto del terreno, esperando las órdenes de Pía.

La joven tomó la precaución de siempre antes de continuar. De un rápido movimiento, descubrió la cuchilla secreta del anillo que siempre llevaba en el dedo anular de su mano izquierda y con ella fue tomando la sangre de las Arakvanas. Las criaturas ni siquiera se inmutaron por la acción de Pía.

Una vez que estuvo lista y con una estrategia clara en mente avanzó.

La elección de Renan #ONC2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora