Capítulo 16

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Luego de que Pía convenciera a Vera de abrir la puerta, habían tenido que llevarla a urgencias para sanar las heridas que se hizo en las manos al romper un espejo. Pasó dos días internada y el terapeuta que la atendió dijo que lo peor del duelo ya había pasado. Lo único que necesitaba era acompañamiento de sus seres queridos, ya que era poco probable que intentara atentar contra su vida.

El médico les dijo, que si bien se había herido las manos, no fue intencional. La noche que fue atendida, la joven había mostrado una férrea determinación a seguir viviendo, de hecho, había estado aterrada ante la posibilidad de morir. Como recomendación, el médico insistió en que no mencionaran la situación y tampoco le hablaran de su prometido.

Desde entonces, ya había pasado una semana, y como era de esperarse, ella había vuelto a casa de Jacinto.

Vera había mostrado una actitud que se asemejaba más a la Vera de antes. Si bien a veces la descubrían mirando la nada, se recuperaba pronto y hablaba como antes, estando muy consciente del presente.

El que no parecía estar pasándola muy bien era el joven de rizos azabaches. Durante las noches sentía mucho dolor en el pecho y una angustia extraña que parecía no dejarlo respirar. Algunas veces se despertaba muy agitado con un grito que no podía emitir porque se le atoraba en la garganta. Cada vez que tenía una pesadilla le era muy difícil conciliar el sueño por lo que aprovechaba esas horas para seguir con sus bocetos. Siempre que se quedaba sin hojas le pedía a Jacinto si podía conseguir más.

El anciano por su parte, buscaba entre las cosas de Iván si había quedado algo en blanco para Renan. La mayor parte de las veces le daba hojas sueltas que el muchacho utilizaba de inmediato. Como resultado, Jacinto debía volver a buscar entre las cosas de Iván más hojas.

El viejo no se quejaba, esa pequeña inspección le servía para curiosear entre las hojas de su hijo e intentar entenderlo. Iván siempre había sido como un gato arisco en lo que se refería a su arte. Y esos momentos le permitían al viejo adentrarse al mundo que su hijo había creado, mezclando colores, dándole forma a sus trazos y dibujando retratos.

Un día, Jacinto se había encontrado un retrato suyo, era perfecto a ojos del viejo que se emocionó al encontrarse allí. Después de todas las diferencias que habían tenido, no esperaba hallar ese pequeño gesto de Iván que le decía que sí lo quería, a pesar de todo. Ahora cada vez que buscaba hojas para Renan estaba ansioso por encontrar el retrato de Carolina, del que estaba seguro, sería la mejor de las obras de su hijo.

Pía, sin embargo, seguía con el ritmo de vida habitual. En las mañanas estaba con Vera, a veces la sacaba a la ciudad para que fuera a ver al psicólogo y otras solo se quedaba trabajando en su computadora mientras vigilaba a la morena. En las tardes, siempre desaparecía a las 7:45pm y volvía a las 10:00pm. La excusa que ahora le decía a Jacinto era que volvía a casa para hacer la limpieza del día.

Lo que Pía no se esperaba, es que esa excusa también la utilizarían ellos a su favor para sorprenderla.

[...]

Eran las 21:40 y Vera estaba colocando globos por la habitación mientras Jacinto entraba a la casa de Pía con una olla humeante.

—Ven, les dije que no estaría en casa. —le dijo Vera a Jacinto

—Nuestro plan salió muy bien. —dijo el viejo mientras colocaba la comida en la mesa

Renan ingresó a la casa cargando bolsas con varios helados. Esa tarde, habían ido con Jacinto a comprar el postre, ya que la típica torta de cumpleaños era algo que Pía detestaba desde niña y siempre esperaba helado para su cumpleaños.

—Bueno muchacho, cambia esa cara que vamos a celebrar un cumpleaños —le dijo el viejo al ver su expresión

El joven asintió y cuando terminó de guardar el helado, se llevó la mano al pecho. Sentía una molestia muy grande desde hacía una hora, pero no había querido decir nada para no arruinar la sorpresa para Pía. Trató de no prestarle atención, y se fue a ayudar a Vera que lo llamaba desde el salón.

Tan ocupados estaban cada uno en lo suyo que no notaron el momento en que la festejada entró a su casa.

— ¡No! —gritó Vera —Se supone que debíamos sorprenderte.

La joven no hizo más que sonreír de forma tensa al ver tremenda sorpresa en su casa.

—Les dije que no era necesario —dijo tratando de tapar sus brazos.

—Y nosotros te dijimos en la mañana que no estábamos de acuerdo —respondió Jacinto viéndola toda transpirada y agitada — ¿Saliste a correr?

—Sí, em, lo necesitaba —dijo de forma rápida —Voy a bañarme.

Renan que se había mantenido en silencio con el ceño fruncido decidió seguirla. Había visto algo en su brazo.

Antes de que la joven se encerrara en el baño, Renan la tomó del brazo. Como respuesta, Pía se quejó levemente pero trato de disimularlo.

— ¿Estás herida? —pregunto Renan

—Sí, bueno, me caí y me raspe un poco —dijo la joven recuperando su brazo

—No es poco.

Pía al ver que Renan tenía intenciones de seguir revisando su brazo hizo algo que ni siquiera pensó.

Tomó el rostro del joven y lo besó

La acción fue inesperada para ambos, y al inicio, Renan no sabía qué hacer. Pero cuando noto que la joven movía sus labios de forma suave sobre los suyos, la imitó.

Fueron torpes al principio, casi con timidez, ninguno de los dos esperaba que aquello ocurriera y menos luego de todo lo que había pasado. Pero pronto comenzaron a olvidar todas sus reservas y comenzaron a besarse con hambre. Pía rodeo el cuello de Renan y él había colocado sus brazos alrededor de su cintura. La respiración de ambos se había alterado y parecían haberse olvidado de todo lo demás.

—Renan encontraste los... —dijo Jacinto —Mejor me retiro.

Los jóvenes se separaron apenas escucharon lo que dijo Jacinto pero había sido tarde, él los había visto. Ambos se miraron respirando agitados, Renan sonrío por la pequeña interrupción y Pía sintió un poco de paz al ver esa sonrisa, la había extrañado.

Ella lo convenció de volver al salón, pero él en un acto por completo impulsivo volvió a besarla de forma rápida y se fue.

Pía no sabía que decir, pero un agradable sentimiento se asentó en su cuerpo, uno que había necesitado.

[...]

La cena que compartieron fue tranquila y estuvo llena de bromas por parte de Vera y Jacinto. Ambos aprovecharon el momento para divertirse a costa de un tímido Renan y una Pía que no sabía cómo desviar la atención.

—Saben algo, creo que nos olvidamos algo muy importante —dijo Vera cuando estaban por servir el postre —La crema batida, no podemos servir el helado sin eso.

—No se preocupen, no pasa nada porque no tenga crema batida. —respondió Pía

—Me niego a servir el postre sin crema, ya que no vas a tener una torta como la gente déjame traerte la crema para ensuciarte la cara.

Pía fue a protestar, pero Vera mucho más rápida la silencio e invitó a Jacinto a acompañarla. El viejo aceptó gustoso, pero antes de irse le susurró algo a Renan.

Pía al observarlos se preguntó que habían planeado.

Cuando ambos se quedaron solos, ninguno supo cómo romper ese silencio que los acompañaba. 

La elección de Renan #ONC2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora