Un trato

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Debía apresurarme.

Apenas alcancé la salida de la cueva, tomé mi escoba y comencé mi camino a Feldcroft. Debía llegar allí para convencer a Solomon de que no delatara a Sebastian. Parte de mí sentía que era en vano continuar ayudándolo, pero no quería detenerme por nada del mundo.

La desesperación hizo ese viaje no fuera digno de recordarse.

Al llegar a Feldcroft corrí desesperadamente a la casa de los Sallow. Anne se encontraba en el jardín. Al ver su rostro pude deducir que no estaba enterada de lo sucedido. Tal vez Solomon no había vuelto aun, tal vez había ido a entregar a su sobrino. Sin embargo, él no tardó en salir por la puerta de la casa. Me hizo un gesto para que entrara, entendí que no deseaba que Anne supiera que estaba allí.

El rostro de Solomon aun destilaba desagrado, decepción, repugnancia. No podía dejar de pensar en las palabras de Sebastian.. Me dice que soy el hijo de mi padre, dando a entender que esto era algo terrible, vergonzoso. 

- Sé que Sebastian ha ido demasiado lejos.. - Comencé a hablar, presa de los nervios. Sin embargo, Solomon me interrumpió inmediatamente.

- ¡¿Demasiado lejos!? - exclamó, controlando su tono de voz con mucha dificultad - ¡Intentó matarme! Si no te hubiera puesto delante de él, estaría muerto en estos momentos.

- Señor Sallow, quiero... - dudé por un momento, pero si quería convencer a Solomon no podía mostrarme combativa - pedirle una gran disculpa, aunque sé que no será suficiente después de lo que sucedió hoy. Quise detener a Sebastian, pero llegué muy tarde. Además, no podía convencerlo para que abandonara la idea de la reliquia. Debo agradecerle por destruirla.

Solomon relajó su expresión unos instantes para expresar algo de sorpresa e incredulidad. 

- Hoy Sebastian podría haberse convertido en asesino... Podríamos decir que llegaste a tiempo para eso. - Solomon hizo una pequeña pausa, miró por la ventana en dirección a Anne. - Si hubiera muerto, ¿quién cuidaría de Anne? Sebastian cree que sabe lo mejor para Anne, pero hoy estuvo dispuesto a quitarle todo lo que ella tiene, conmigo en un ataúd y con él en Azkaban...Ese muchacho es afortunado de contar contigo y el muchacho Gaunt.

Tras escuchar su última oración, Solomon hizo que sintiera un terrible remordimiento de lo que estaba por decirle.

- No, no diga eso, por favor. - Respondí.

Solomon se mostró confundido.

- Hoy pude haber muerto en su lugar, señor Sallow. 

- Y no será un simple acto de bondad, ¿verdad? De otra manera no lo mencionarías, muchacha.

Apreté los puños con fuerza, casi rasgando mis puños con mis uñas. 

¡Sálvalo! ¡Sálvalo! ¡Sálvalo una vez más! 

- No lo delate, no le diga nada de lo sucedido al profesor Black. No envíe a Sebastian a Azkaban. No voy pedirle que lo perdone, o que le permita ver a Anne. Sería demasiado pedir de mi parte... Sé que es mucho pedir, pero... - Solomon soltó una carcajada sarcástica.

- ¿¡Mucho pedir!? 

Miré a Solomon decidida, aunque por dentro sentía que el miedo me devoraba. Si no apretaba mis puños, él hubiera visto cómo temblaban mis manos.

- Tampoco le dirá a Anne, por favor. Ella no piensa lo mismo que Sebastian, no huirá con él para buscar una cura de su enfermedad. Ya es difícil luego de lo que sucedió con aquel duende en el ataque a Feldcroft.

- Pides demasiado por alguien que se ha ganado todo el derecho de ocupar una celda de Azkaban, ni hablar de que lo expulsen de Hogwarts. - Solomon hizo una pequeña pausa y soltó un suspiro de fastidio. - Dile a Sebastian que no lo quiero ver de nuevo por acá, y que no intente comunicarse con Anne tampoco. Pagaré mi deuda contigo mientras él cumpla con eso.

Por supuesto, fui tonta al pensar que Solomon simplemente aceptaría sin chistar, que no pondría condiciones. Pero, tras lo sucedido, no podía no aceptar. Ahora no podía evitar sentir vergüenza por utilizar el haberlo salvado para obtener un beneficio, aunque no sería mío. 

Solomon se dirigió a la puerta.

- Se está haciendo tarde, deberías regresar.

- Adiós señor Sallow. - Dije, amargamente.

- Anne te aprecia de tus visitas... Si prometes no traer a Sebastian ni a llevarla con él, visítala. Será una manera de hacer su vida más soportable.. Lo mismo para el muchacho Gaunt. - Solomon hizo una pequeña pausa, y dirigió su mirada hacia Anne. - Anne, ven, la temperatura bajó demasiado.

- Muchas gracias, señor Sallow. Adiós, Anne. - Expresé amablemente.

Anne me sonrió dulcemente, pero sus ojos cargaban una gran tristeza. 

- Adiós, Josy. 

Mientras miraba a los Sallow ingresar a su hogar, comencé a sentir el frío en mi cuerpo. Sin embargo, no quería regresar a Hogwarts. Debía buscar a Sebastian lo más pronto posible, y comunicarle el trato que había hecho con su tío. Podía apostar mi varita a que se enfurecería conmigo por lo que hice. Y luego estaba Ominis, quien en este punto debía sentir una gran decepción hacia mí. No podía dejar de pensar en qué triste sería mi estadía en Slytherin ya que no contaría con la amistad de ninguno de los dos.

Dejaría de sentarme junto a Ominis escuchando a los más jóvenes competir para ver quién era el primero en ver una sirena. No me sentaría con Sebastian en el sillón frente a la chimenea a leer libros que habíamos tomado prestado de la sección prohibida (y que a ningún Slytherin le molestaba). Esos pequeños momentos, junto a otros tantos más, hicieron que sintiera lo que era un hogar por primera vez en mi vida.

Tomé mi escoba sin ánimo alguno y comencé a regresar al castillo, deseando que el camino fuera eterno y no tuviera que verme obligada a pasar por los siguientes días.

Sin embargo, sin notarlo, ya estaba en las puertas del castillo. Era de noche y las luces del castillo embelesaban mis ojos. Parecía irreal la belleza de aquel paisaje. Por un momento, volví a experimentar la alegría de poder pertenecer a este mundo. 

Por favor, que no estén en la bóveda... No podía dejar de pensar... 

Primero iría a la bóveda, pero deseaba no encontrarme con ellos. Pero, como había pasado con el resto de acontecimientos, no obtendría suerte tampoco con esto.

Ingresé a la bóveda sigilosamente, ya que los estudiantes estaban regresando a sus casas y los prefectos comenzaban a circular en los pasillos. 

Escuché la voz de Ominis, acalorada. Le reclamaba a Sebastian que había llegado demasiado lejos, una y otra vez. Pero al notar que estaba allí, ambos se detuvieron.

- Sebastian, debemos hablar.

Un cuento de serpientes (Sebastian Sallow / Ominis Gaunt) (HL fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora