Avada Kedavra

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¿Por qué tuve que acceder cuando Sebastian me habló de esa reliquia?

Tendría que haber pensado dos veces, haber escuchado a Ominis... Ahora Sebastian se encuentra con la reliquia en el lugar donde lo encontramos. Solo. ¿Qué rayos está pensando ahora?

Llegó a la entrada de la cueva, con el corazón en mil pedazos, pero latiendo tan fuerte que parece un zumbido. Me duele el abdomen intensamente, por lo que debo detenerme unos segundos antes de continuar. Sin embargo, comienzo a escuchar extraños sonidos que provienen de adentro. Mi cabeza se nubla como nunca y entró rápidamente.

¡Sebastian!, grito, en un intento desesperado por encontrar su voz y no su cuerpo. Mi voz no ha llegado a él, sino a otros seres que comenzaron a marchar hacia mí en cuanto escucharon mi grito.

Inferius, muchos de ellos. 

No era la primera vez que los enfrentaba. Incluso me he beneficiado de su caza para elaborar una poción prepararayo. Cada vez que los encontraba mi mente se encontraba serena, confiada de saber cómo derrotarlos. Sólo debía lanzarles Confringo para debilitarlos.. Confringo, el hechizo que Sebastian me había enseñado.

Comienzo a luchar contra los inferius, con el corazón acelerado y la mente en el peor estado posible para luchar. En ocasiones los esquivo, soy más rápida que ellos, pero luego el dolor de mi abdomen me recuerda que aun está ahí, por lo que debo utilizar Protego. Mientras veo a los cadáveres ardiendo sólo puedo pensar en cómo demonios aparecieron allí, no estaban cuando buscamos la reliquia. Y mi siguiente pensamiento es "Por favor, aparece con vida. Por favor, escóndete si estás herido.".

Lanzo Confringo al último de estos repugnantes seres. Luego, lo atraigo con Accio para rematarlo con Diffindo. Sólo queda el hedor de muertos que dejó atrás aquel. Esta vez no voy a recogerlo en un tubo para preparar una poción...

Cuando intento recuperar el aliento el rostro de Ominis se cruza en mis recuerdos. ¿Cómo haré para pararme frente a él, para hablarle nuevamente? Él conoce a Sebastian mejor que yo, incluso el sufrimiento de Anne lo siente como si fuera su hermana. Debí haber detenido a Sebastian desde el comienzo, cuando me lo advirtió.

Pero ahora el camino está despejado y debo adentrarme todavía más en la cueva. Quien sabe que otros horrores me esperan allí dentro. 

Esta vez avanzo en silencio, con el mayo sigilo posible. Haberme escondido de tantos duendes y ashwinders para luego derrotarlos me sirve de experiencia. También me ayuda a controlar los nervios.

Mientras caminaba, cientos de escenarios cruzan mi mente, haciendo que un sudor frío recorra mi cuerpo. 

Sebastian ha logrado descifrar el secreto de la reliquia, el sacrificio oscuro.

Sebastian ha escapado de duras penas de los Inferius, pero ha quedado atrapado en algún pasadizo.

Sebastian ha resultado herido de la lucha y se ha escondido, sin fuerzas para responder mi llamado.

Sebastian ha muerto.

Sin embargo, nada de mis supuestos se acercó a lo que realmente sucedía al final del camino. Él se encuentra de pie, con la reliquia en su mano y la varita en la otra.

- ¿Sebas..tian? - Mi voz se entrecorta, víctima de mi prisa y ahora de la sorpresa. 

Él se encuentra sano y salvo. De hecho, no tiene ni un rasguño, o signos de que haya luchado.

- ¡Los controlo! Controlo a los Inferius. - La sonrisa en su rostro me hace sentir que es demasiado tarde, nuevamente les he fallado a mis dos amigos.

- ¿¡Controlarlos!? ¡Acabo de luchar contra ellos cuando apenas había entrado a la cueva!

Su expresión cambió súbitamente. Sin embargo, no parecía que hubiera sido suficiente como para hacerlo cambiar de opinión.

- Sebastian, detente, es suficiente. ¿No recuerdas el sacrificio oscuro que menciona la reliquia? ¡Fuimos demasiado lejos! Esto no ayudará a Anne. Nada bueno saldrá de esta reliquia.

- ¡Pensé que ambos queríamos lo mejor para Anne! ¡Que TÚ querrías que ella se sintiera mejor! ¿¡Ahora quieres que le dé la espalda a lo que podría salvar a mi gemela!?

La furia en sus ojos me desesperanzaban, me hacía sentir impotente. ¿Podría realmente apaciguar su corazón y esclarecer su mente para que se detuviera? Cada vez me acercaba a un "No".

- ¡Claro que sí, pero esto es demasiado!

- ¡Tú me ayudaste a llegar aquí, a conseguir la reliquia! 

- Y es por eso mismo que es mi obligación detenerte ahora. Por favor, Sebastian.

- No... Mi tío no intentará ayudar a Anne, sólo depende de mí el quitarle la maldición. Siempre te estaré agradecido por haber luchado contra Rookwood, pero eso no es suficiente... Si realmente fueras mi amiga lo entenderías...

No pude responder, el dolor no me dejó. Sin embargo, no hubo tiempo para seguir con nuestra charla; Solomon acababa de llegar a la cueva y se encontraba frente a nosotros. Su expresión de decepción era indescriptible. Rápidamente conjuró Accio y le arrebató la reliquia de las manos a Sebastian.

- Decidiste no escuchar y a actuar sin importar las consecuencias - Dijo, enervado.

Solomon destruyó la reliquia en unos segundos. Pude sentir como un poco de alivio entraba en mi cuerpo. Pero no había terminado todavía.

- ¡Maldito! ¡Cómo pudiste! - Exclamó Sebastián, casi con los ojos llenos de lágrimas. - ¡Me cansé de ti, y de que te hayas rendido con Anne!

En este punto, todo comenzó a suceder tan rápido que pareciera que mi memoria no alcanzó a retener todo lo que sucedió.

Pude ver que la varita de Sebastian comenzó a levantarse contra Solomon. Instintivamente comencé a levantar la mía. Pero mi cuerpo comenzó a moverse solo, se trasladaba para quedar entre Sebastian y Solomon. En mi cabeza sólo podía escuchar mi propia voz repitiendo incesantemente "¡Esta vez no te dejaré llegar más lejos!"

Sentía que mi cabeza estaba bajo el agua, estaba completamente aturdida. Sólo pude escuchar lo suficiente para responder. La voz de Sebastian entonó claramente Avada Kedavra. Y mi voz gritaba Expelliarmus. Sólo podía confiar que me salvaría el pellejo.

Nuestras varitas se conectaron un breve instante. Pero Sebastian bajó la suya inmediatamente. Su expresión estaba gobernada por el horror, al fin había caído en cuenta de todo lo sucedido. Solomon permanecía en silencio, supongo que estado de shock.

Mi mano y la de Sebastian temblaban. Sin embargo, en ese momento un impulso se apoderó de mí.

- ¡Expelliarmus!

Le quité la varita y esta salió volando por los aires.

- Josephine.. Yo.. - Dijo, con la voz temblorosa. Sus piernas tiritaban.

Esta vez sería yo quien no escucharía. Alcé mi varita por los aires y usando magia antigua le lancé un costal abandonado de la cueva a Sebastian, lo que terminó por empujarlo y hacerlo caer al suelo. Rápidamente tomé su varita. Él me dirigió una mirada llena de culpa y de sorpresa.

- Niña, dame la varita de Sebastian. - Dijo Solomon.

Escuché ruidos que provenían desde donde yo había llegado.

Era Ominis. Por su expresión pude deducir que lo escuchó todo. Incluso creo recordar que su cuerpo temblaba un poco. Seguramente se sentía más decepcionado que nunca.

Me dirigí lentamente hacia él, mirando el suelo. Le entregué la varita de Sebastian en las manos.

- Siempre tuviste razón, Ominis. Lo siento mucho. Eres un buen amigo...

Salí de la cueva ahora apresurándome, ignorando que Sebastian no dejaba de decir mi nombre. 

Un cuento de serpientes (Sebastian Sallow / Ominis Gaunt) (HL fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora