Capítulo 3: El collar amatista

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Tras una semana de preparativos para el recibimiento del héroe en frente de batalla, la fecha indicada había arribado. Pocas horas quedaban para que el evento iniciara, así que la familia real se encontraba en sus respectivos aposentos, preparándose para el evento. Al menos era así para la mayoría, sin contar con Iralys, quien tras haberse vestido se encontraba ayudando a su primogénita. Era una costumbre el ayudarla con su atuendo, a pesar de que ahora contaran con ayuda de las mucamas, era un trabajo que Iralys disfrutaba de hacer.

"Es nuestro primer evento, aún si no has debutado aún, ¿Cómo te sientes?" -Preguntó de manera maternal a Janeth, mientras cepillaba su largo cabello azabache con cuidado- "No te culpo si estás nerviosa, ha cambiado nuestra vida en el transcurso de una semana"

"... Mentiría si dijera que no estoy nerviosa, mamá. Pero sé que contigo esos nervios se irán pronto." -Suspiró la joven mientras una mucama arreglaba su maquillaje- "Aunque no te he visto mucho últimamente, ¿es mi padre tan entretenido?"

Aquel comentario no pudo evitar lograr que Iralys se sonrojara, ante lo que se escucharían pequeñas risas de las mucamas al ver como aquella mujer se avergonzaba como si aún fuera una joven. Si bien la vida había sido dura para aquella dama, aún su corazón rebosaba de esperanza, sobretodo ahora que se había reunido con su ser amado. Cada que se le era permitido, se acercaba al emperador para poder hablar, intentando compensar aquellas cartas perdidas.

Sin embargo, pese a lo alegre que se encontraba, no podía evitar sentirse culpable al ver a la emperatriz, si bien desde la presentación no le había dirigido la palabra; lo que menos deseaba Iralys era provocar aún más malestar, por lo que la evitaba a toda costa, era mejor para ambas si mantenían su distancia con respeto.

Dejando aquel pensamiento de lado una vez que terminó de peinar el cabello de su hija, fue a buscar aquel característico velo, el cual atrajo la curiosidad de una de las mucamas, quien preguntó sin dudar.

"Disculpe, mi señora, ¿por qué es que la señorita Janeth debe utilizar ese velo? ¡Es realmente hermosa! Ocultar su belleza bajo esa tela es un desperdicio..."

"Es por propio gusto, la mejor manera de conocer a una persona es por la manera en la que te trata sin tomar en cuenta tu estatus o belleza; después de todo eso es lo que cuenta, ¿no? Además~ De esa manera conocí y me enamoré del emperador, supongo que es una costumbre de buena suerte entre madre e hija"

"¿Eh? ¡¿El emperador se enamoró de usted sin ver su rostro?!"

Era bien conocida la belleza de la emperatriz y concubinas que rodeaban al emperador, llegando a ser un tema común el referirse al emperador como alguien cuyo corazón era guiado por la belleza. Escuchar el testimonio de la tercera concubina atrajo la atención de las mucamas quienes dejaron a Janeth apreciarse en el espejo antes de colocar su velo.

"Quizá esa sea una historia para otro día, mamá, debemos partir si no queremos llegar tarde."

Dicho y hecho, tras agradecer a las mucamas por su esfuerzo, ambas se retiraron. Comentaban sus experiencias hasta el momento en el palacio: De no ser por la princesa Ariana, Janeth habría pasado más tiempo en su habitación leyendo para poder conocer mejor la cultura de aquel reino; sin embargo no parecía quejarse demasiado.

Pasar el tiempo escuchando a la princesa era entretenido de cierta manera, dejando de lado aquellas pláticas que parecían interminables donde el único tema eran las descripciones extrañamente agudas sobre las preferencias de Ariana sobre los hombres. Si bien a Janeth le parecía divertido tener ese tipo de pláticas de vez en cuando, después de todo aún era joven, no lo agradaba tener que hablarlo por más de una hora.

𝗥𝗼𝘆𝗮𝗹 𝗞𝗮𝗿𝗺𝗮 | Las joyas de la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora