Cuando recuperó la consciencia, lo único que podía sentir era una profunda sed y la resequedad de sus labios; había pasado un tiempo desde que había dejado de sentir hambre y frío, su cuerpo simplemente había dejado de luchar a ese punto de su desnutrición. Sin embargo, aún tenía fuerza suficiente para rogar por agua.
La vida en las frías calles de "la zona roja" de Darhan, eran especialmente crueles en invierno; puesto a que no paraba de nevar como si los dioses decidieran purgar los pecados del suelo cubriéndolos con una espesa capa de nieve. Nieve que mientras para unos era un hermoso paisaje, para los niños abandonados de "la zona roja" era solo un recordatorio de su evidente futuro enterrado bajo la nieve.
La zona roja no se encontraba lejos de la capital, mucho menos del palacio; era un lugar especialmente decorado para mostrar cual trozos de carne de altos precios a las bellezas del lugar, mujeres que buscaban ser compradas solamente para poder escapar de aquella vida en la que debían esperar a que su "siguiente cliente" no hubiera tenido un mal día que desearan desquitar con ellas.
Hace un par de años, entre los lujos y la belleza, una de aquellas mujeres ellas dio a luz a un hermoso niño; un niño nacido en desgracia puesto que su madre se negó a levantarlo desde que lo vio; él no tenía culpa alguna, sin embargo al parecer había nacido con un pecado que atormentaba a su progenitora.
Pese a ello, fue querido por el resto de jóvenes damas, quienes amaban consentirlo a costa de gastar una pequeña cantidad de los objetos que algunos clientes les regalaban. Era extraño el que la dueña del lugar hubiera aceptado que aquel niño se quedara, aunque recorría el rumor que solo lo hizo por que le parecía un desperdicio dejar morir a aquel hermoso bebé en la calle.
Creció siendo testigo de las promesas falsas de amor de clientes hacia las hermosas mujeres, a quienes prometían que pagarían sus deudas y las llevarían lejos de esa vida; solo para terminar rompiendo sus corazones de un día al otro. Para su interior, él juraba jamás jugar de esa manera tan tortuosa con alguna mujer, puesto que había pasado incontables noches escuchando el llanto de quienes lo habían criado.
Era un mundo en el que su valor era resumido con el de su belleza, pese a ser un niño había sentido miradas asquerosas provenientes de ciertos clientes; mas por propio miedo a lo que podía ocurrir, decidió callarse. Podía callar el dolor de sus pequeñas manos al limpiar de manera excesiva, podía callar los secretos de las mujeres que le hablaban, podía callar muchas cosas.
Podía soportar muchas cosas.
Pero no soportó el escuchar los gritos de su progenitora, los cuales imploraban piedad al ser brutalmente golpeada por un cliente en obvio estado de ebriedad. En ese momento no le importó lo que le podía suceder, ni la golpiza que se llevaría, tampoco pensó en el desprecio que la mujer tenía hacia él; no iba a permitir que ese hombre desahogara su ira con el cuerpo de su madre.
En un momento de ira, el pequeño niño sujetó una de las vasijas donde se contenía el vino y de un salto, golpeó con ella la cabeza del hombre, quien cayó inconsciente en un charco de sangre que no paraba de fluir de su cabeza.
El niño desconocía la presencia política de aquel hombre y la cantidad enorme de dinero que entregaba constantemente, la escolta del hombre ingresó posteriormente al otras jóvenes ayudar a la madre del niño a levantarse pese a las severas heridas en su cuerpo, el niño aún tenía en sus manos los restos de su crimen; por lo que sin dudar por un momento, la dueña lo expulsó a las frías calles; él vio la cara entristecida de las jóvenes que no podían oponerse al mandato de la dueña.
Había pasado casi un mes desde aquella fecha en la que se fue de "la zona roja" y vagaba desde ese entonces en las calles de la ciudad, rogando por comida. Pese a su situación, no se arrepentía ni por un momento el como actuó, solo esperaba que el rostro de su madre se recuperara, puesto a que sabía lo importante que era.
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𝗥𝗼𝘆𝗮𝗹 𝗞𝗮𝗿𝗺𝗮 | Las joyas de la princesa
Fanfiction𝓐𝓻𝓲𝓪𝓷𝓪 𝓭𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓪𝓶𝓲𝓼𝓮, 𝓵𝓪 𝓹𝓻𝓲𝓶𝓮𝓻𝓪 𝓹𝓻𝓲𝓷𝓬𝓮𝓼𝓪 𝓭𝓮 𝓐𝓻𝓫𝓮𝔃𝓮𝓵𝓪... Poseía de todo: El amor de sus padres, la envidia de sus hermanastros, la belleza de su reino en su piel y una mirada que era capaz de robar el coraz...