"El rey y la reina de Galdeon han fallecido en un accidente, el reino del norte estará ahora en manos de su único hijo."
"¿No tiene él solo diez años de edad?"
En el templo de Galdeon se encontraban en formación los preparativos para poder honrar a los reyes, siendo todo dirigido por el primo del fallecido rey y por el pequeño príncipe ahora huérfano, eran tiempos fríos de invierno cuando sucedió el accidente causante de la pérdida de la pareja real, lo que tiñó el próspero reino en colores fúnebres.
Tras las plegarias para continuar las preparaciones, una pequeña niña preguntaba al padre de dicho templo sobre lo sucedido, ambos poseían un vínculo cercano gracias a ser ella criada para tomar el futuro puesto de representante de la iglesia de Galdeon, el padre respondió al acariciar el esponjoso cabello de la niña a su cuidado.
"¿El duque Ursel tomará ahora la corona para siempre?"
"No para siempre, solo hasta que su majestad, el príncipe , cumpla los quince años de edad. Pobre pequeño... Espero que Astotelia y los dioses menores le brinden calma y sabiduría."
"...Pero entonces su majestad ahora deberá prepararse mucho más. La corona es heredada a los veinte años.. no a los quince.."
"Es un caso especial, Rebecca. Su majestad ahora ha perdido a quienes debieron guiarlo."
En la distancia ella observaba al duque guiar los preparativos mientras sujetaba de la mano a un niño, o al menos lo que parecía serlo a simple vista. Más ante los ojos de la pequeña Rebecca solo podía presenciar lo que podría ser un cascarón hueco de lo que alguna vez fue el príncipe de aquel reino, su mirada estaba vacía de emociones, pensó ella.
La familia de Rebecca había desaparecido hace mucho tiempo debido a una enfermedad solo consumiendo a los de su especie tiempo antes de su nacimiento, por lo que ella carecía memorias de los que habrían sido sus verdaderos padres; solo conocía los que la criaron en el templo y acogieron a los de su "especie" por ser considerados "santificados", brindándole una vida pacífica y la educación centrada de un noble.
Ella no se sentía deprimida, puesto a contar con una "familia" dentro de lo conocido, eran amables con ella y no la juzgaban por su origen; inclusive tenía un "amigo", el hijo de una de las casas nobles, un niño revoltoso solo enfocado en darle preguntas al azar, pero cuando no lo hacía era una buena compañía; pero Rebecca preferiría cortarse las alas de su cabeza antes de admitirlo.
Tras volver de sus pensamientos y autocríticas por su círculo social, notó como el joven príncipe soltaba disimuladamente la mano de su cuidador, aventurándose en las profundidades del templo en búsqueda de algo en especial, y por lo que notó Rebecca, eso que atraía la atención de su majestad era, muy posiblemente el jardín. ¿Por que tan repentinamente buscaba ir? No tenía idea, pero era mejor evitar que pudiera lastimarse.
El príncipe era veloz, mucho más de lo que ella creía, por lo que tuvo que hacer uso de sus pequeñas alas como impulso para poder alcanzarlo; no había expresión que pudiera expresar lo que sintió al verlo a la orilla del lago que alimentaba aquel jardín antes de sin temor lanzarse dentro de él, sucedió todo demasiado rápido.
"¡¡¡Su majestad!!!"
Exclamó la pequeña antes de correr hacia el lago sin obtener respuesta alguna; sabía que pedir ayuda tomaría demasiado tiempo, por lo que se lanzó hacia las profundidades del lago donde lentamente se hundía el príncipe. No sabía si fue la gracia de dios lo que le brindó fuerzas para poder nadar con su larga túnica, pero pudo alcanzar a tiempo el brazo del príncipe, negándose a perder la consciencia hasta llevarlo a la orilla.
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𝗥𝗼𝘆𝗮𝗹 𝗞𝗮𝗿𝗺𝗮 | Las joyas de la princesa
Fanfiction𝓐𝓻𝓲𝓪𝓷𝓪 𝓭𝓮 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓪𝓶𝓲𝓼𝓮, 𝓵𝓪 𝓹𝓻𝓲𝓶𝓮𝓻𝓪 𝓹𝓻𝓲𝓷𝓬𝓮𝓼𝓪 𝓭𝓮 𝓐𝓻𝓫𝓮𝔃𝓮𝓵𝓪... Poseía de todo: El amor de sus padres, la envidia de sus hermanastros, la belleza de su reino en su piel y una mirada que era capaz de robar el coraz...