𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟾

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Merchant, 13 de junio de 1888

Como Jane se negó a marcharse de Brookmount sin él, Theodore decidió recompensar su fidelidad quedándose algunos días más en la ciudad junto a ella.

Le escribió una carta a Helen y Eleonor excusando su retraso, alegando que necesitaba estar cerca de su hermano por más tiempo —lo que no era necesariamente una mentira, ya que sí ayudó a Bernard a organizar sus finanzas, reparar su casa, cuidar a su familia— y, pese a que no recibió ninguna respuesta, sí supo por intuición que ninguna de las dos se enojaría por su ausencia.

Esta decisión fue la mejor que pudo haber tomado, ya que, para cuando se marchó de la ciudad, Régine y sus sobrinos ya se sentían  y se veían bastante mejor.

Pero no tan solo ellos habían tenido un drástico cambio de humor y disposición, su amante también. En todos los años que la conocía, nunca la había visto tan contenta y despreocupada como en los últimos días de ese viaje. Con tan solo oír la voz de su hija su rostro se iluminaba con una cálida y brillante expresión de júbilo. Abrazar a su pequeña la hacía sentir que todos sus problemas habían desaparecido y que la maldad ya no existía en el mucho. Su amor lo solucionaba todo.

Y, tal como él ya le había dicho, una y otra vez, cualquier felicidad que Jane experimentara él la compartía. Por esto mismo, al regresar a su hogar lo hizo con una sonrisa amplia, con un donaire liviano y una actitud relajada. Su amada estaba satisfecha con su vida. Esto era motivo suficiente para sentirse de maravillas.

Lamentablemente dicha paz de espíritu no le duró mucho. Al abrirle la puerta de su casa, Eleonor lo recibió con un abrazo apretado, duradero, y con una aprensión evidente endureciendo su rostro.

—Estoy tan feliz que hayas vuelto...

—Yo también. Te extrañé mucho —Él besó el costado de su cabeza.

—Yo y Laurie nos encargaremos de tu equipaje —la chica afirmó, apartándose y retirándole su abrigo—. Ve arriba y conversa con mamá de inmediato, por favor... No sé qué le habrá pasado, pero ha estado muy indispuesta últimamente. Nos tiene a todos preocupados. Hoy ni siquiera ha querido bajar para desayunar.

—¿Qué? —El semblante sereno de Theodore perdió todo su encanto—. ¿De qué hablas?

—Ella ha estado así desde que ese hombre gordo vino aquí —Lawrence complementó la información, siendo el siguiente en abrazarlo.

—¿Gordo? ¿Qué gordo?

—El señor Tubbs.

De preocupado, el periodista pasó a furioso.

—¿Tubbs? ¿Qué quería?

—No lo sé. Apareció por aquí unos días atrás, muy temprano. Mamá lo recibió y ambos se fueron al comedor a conversar. Cerraron la puerta para que no pudiéramos escuchar cualquier cosa, pero por la bulla, estaban discutiendo —su hija le explicó.

—¿Y cómo sabes eso?

—Bueno, yo y Laurie estábamos acurrucados en la sala, comiendo unos buñuelos que sobraron de la cena...

—Te estábamos esperando —el chico la respaldó.

—Aún no sabíamos que habías decidido extender el viaje. Pensamos que tú eras el que había llegado y nos quedamos a escuchar la conversación, porque queríamos saber más sobre cómo están nuestros tíos y primos.

—¿Su madre no los vio?

—No... no creo que le hubiera abierto la puerta al señor Tubbs si hubiera visto que estábamos despiertos.

Liaison - Tomo I / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora