Merchant, 03 de junio de 1888
Abrazados sobre un océano agitado de mantas, sábanas, almohadas y ropas arrugadas, el señor Gauvain y la señora Durand descansaban, desnudos, ruborizados, con la respiración jadeante y los músculos cansados. Después la semana estresante que tuvieron, los dos querían olvidarse de todos sus problemas y deberes, aunque fuera por un breve instante de intenso placer.
—Estoy agotada —Ella se rio, sintiéndolo jugar con su cabello suelto. Por tener su cabeza apoyada en el pecho del periodista, sus largos mechones le cubrían casi todo el pecho—. Creo que se me acalambró la pierna.
—Créeme que no quieres saber lo que se me acalambró.
—¡Theodore! —lo regañó a carcajadas.
—Uno creería... —Él la acompañó con una risotada propia—, que después de tomar partes de actividades tan "atrevidas" conmigo no te asustarías con cosas tan triviales como un chiste...
—¿Qué puedo decir? Me dejas escandalizada.
—¿Y no te escandaliza las cosas que me haces?
—¡Para! —Lo golpeó, pero él siguió riéndose—. Que no se te olvide: Teniendo o no sexo contigo, soy una dama. Trátame con respeto.
—Lo sé. Así como sé que eres la más linda de todas —Le robó un beso—. Sabes... si tan solo te hubiera conocido años atrás me hubiera casado contigo en un pestañeo.
—Yo igual —ella confesó, retomando parte de su seriedad—. Es una pena... que el destino nos haya unido tan tarde y bajo circunstancias tan complejas.
—Pues tarde o temprano... — Besó su cuello—. Igual agradezco que te haya traído hacia mí.
La actriz sonrió y al ver que él se quería levantar a continuar con sus actividades, lo sostuvo en su lugar, acostado sobre su espalda, pegado a la cama.
—Te amo, pero no es una broma cuando digo que ya no puedo moverme.
—Perdón... pero sabes que no me puedo aguantar al verte así...
—¿Así?
—Desnuda, arriba de mí... viéndome, de verdad, en vez de solo mirarme —añadió la última parte con solemnidad, dejando claro lo mucho que valoraba su cariño, su afecto.
De esta vez, la señora Durand fue la que no se aguantó. Se alzó de su pecho y lo besó, primero en la boca, después en un costado de su cabeza. Continuó trazando los músculos de su cuello con sus labios hasta llegar a su clavícula, y cuando ya se encontraba satisfecha con su respuesta, se acurrucó en su costado de nuevo, como un gato mimoso. Y él la sostuvo entre sus brazos con gusto, apreciando el calor de su piel con una expresión deleitada.
Pero el silencio entre ambos no duró mucho:
—Ah... se me olvidó contarte.
—¿Qué?
—Eleonor se enamoró de un chico.
Jane levantó la cabeza, de pronto interesada.
—Cuéntame más...
—Se llama Charles, sus padres son dueños de una tienda náutica, él trabaja como vendedor... Sabe navegar veleros. Es muy educado, carismático, pero... un poco viejo para ella.
—¿Viejo?
—Tiene diecinueve. Casi veinte.
—¿Ella tiene dieciséis, cierto?
—Sí... aún es muy joven para él —Exhaló—. Lo conocí ayer, junto a su familia. Me pidió su mano y yo me negué en bendecir la unión.
—Pobre muchacho.
—Le di el reloj de mi padre, para asegurarle que no existe ninguna animosidad de mí parte hacia él, pero...
—¿Pero?
—Eleonor se enojó conmigo —respondió, entristecido—. Tuvimos una discusión, cuando llegamos a casa. Nunca antes me había gritado, pero la noche de ayer lo hizo. No supe cómo reaccionar.
—Y ¿qué le dijiste?
—Nada... Apenas me encerré en mi escritorio y la dejé hablando sola. Estaba demasiado enojado y no quería descontrolarme. Ni hacer algo de lo que me arrepentiría más tarde.
—Hiciste lo correcto.
Él arrugó la tez.
—¿No crees que le esté arruinando la vida, cierto?
—¡No!... ¡Claro que no! —Jane tranquilizó, acariciando su rostro—. Tu hija todavía es una muchacha. Dice eso porque aún no conoce la realidad del mundo. En unos años más te agradecerá, que hayas detenido los avances de ese joven. Si se quiera casar con él, que lo haga cuando tenga más experiencia.
—Lo mismo pensé yo —La miró a los ojos, antes de volver a levantar su vista al techo—. Pero Helen también está de su lado. Quiere que se case de una vez.
—No quiero hablar mal de ella porque es tu esposa, pero... Está equivocada, en este caso.
—¡Por completo equivocada!... Y lo que me irrita es saber que no quiere que ella se case con Charles, pero con John Tubbs.
—¡¿John Tubbs?! No ese el hijo de...
—August Tubbs, el mismísimo.
—¡¿Helen quiere que ella se case con el hijo de su amante?!
Theodore asintió, igual de indignado.
—Para que veas con lo que tengo que lidiar...
—Pero, ¿por qué quiere eso?
—Bueno, según lo que ella me contó, August se quiere ir de Merchant. Para forzarlo a quedarse, pretendía unir a John con Eleonor —A su lado, Jane hizo una mueca—. ¿Qué?
—Siento que ahí falta información.
—¿A qué te refieres?
—El argumento no me parece convincente. Debe haber otro motivo más que la haya convencido de que esa era la mejor manera de sujetarlo aquí... —Alzó una ceja, desconfiada—. Ella te está escondiendo algo.
—¿Eso crees? —Theodore la vio asentir—. ¿Piensas que debería presionarla? ¿A ver si confiesa la verdad?
—No, no... Te enterarás de ella de una manera o de otra. Si intentas forzarla a que te diga todo, solo lograrás que ella se esfuerce más en fortalecer su mentira —aconsejó, contemplando las posibilidades—. ¿Cuál es la opinión de Eleonor sobre ese muchacho, Tubbs?
—No le agrada en lo más mínimo —Observó su rostro con curiosidad—. ¿Por qué?
—Si Helen es tan inteligente como creo que es, ya sabe que no los puede unir a través de una situación social... No puede invitarlo al té y dejar que coquetee libremente con su hija, eso no resultaría en nada.
—Me temo a que no entiendo a lo que vas.
—Si ella no logra hacer que los dos se gusten de manera directa, intentará hacerlo de manera indirecta. Lo que significa que puede intentar separar a Charles de Eleonor... antes de forzar que ella y Tubbs interactúen. Una muchacha con el corazón partido es mucho más fácil de seducir y encantar, al final de cuentas. Ella querrá apoyo, querrá cariño, y si John Tubbs se le aparece, ofreciéndolo... Lo aceptaría.
—¿Crees que Helen caería tan bajo? ¿Al punto de separar a los dos con alguna artimaña?
—No estoy segura de ello —Su expresión parecía afirmar lo contrario—. Pero, si mágicamente tu hija y ese muchacho se separan...
—Fue por culpa de mi esposa —Tragó en seco, comprendiendo la advertencia—. No había pensado en eso.
—Yo, si fuera tú, tendría cuidado —Ella se volvió a acostar, cerrando los ojos—. Y por ahora, no confiaría en Helen.
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La playlist de esta obra es un desastre porque es suuuuper eclética, ya lo dejo claro, pero ojalá la estén disfrutando hasta ahora jeje...
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Liaison - Tomo I / #PGP2024
RomanceTheodore Gauvain es un hombre casado, padre de dos hijos, periodista respetado y adinerado. Janeth Durand es una actriz con un marido ausente, perdiosero, madre de una hija a la que no puede mantener. Ambos tienen pasados oscuros, pero sueñan con un...