Hurepoix, 17 de julio de 1892
Janeth no quiso regresar a Merchant de inmediato. Sabía que al hacerlo se encontraría con una carta del señor Ashman, diciéndole que pese a apreciar bastante su trabajo y talento como actriz, a ella ya no la necesitaría más en el teatro. Había faltado y llegado tarde al Odeón tantas veces, que su despido sería inevitable.
Por esto, Theodore la llevó a la privacidad de su cabaña en el pequeño pueblo de Hurepoix. Allí nadie la reconocía, nadie la despreciaba por su pasado; no tenía que soportar miradas disimuladas, comentarios maldadosos, criticas desubicadas, ni la usual maldad de la gran urbe. Tan solo tendría que entretener las conversaciones simples de los humildes habitantes del poblado, oír la risa de los niños y ver de lejos sus juegos traviesos. Ella necesitaba aquella vida tranquila para sanar, y mientras él pudiera dársela, lo haría.
En aquel breve retiro, él también se ocupó de mantener funcionando su nido de amor, gestionando desde la limpieza a la comida —la que a veces tuvo que rogarle a Jane que consumiera—. La cubrió de amor y cariño, le tuvo paciencia hasta en los momentos en los que le quiso gritar; la dejó hablar, ofenderlo y disculparse cuantas veces fuera necesario.
Tan solo una vez se atrevió en alzarle la voz, pero fue por un motivo justo:
—¡Me hablas de superar la pérdida! ¡De seguir adelante! ¡De pensar positivo! ¡Pero no lo entiendes, Theodore! ¡Jamás lo entenderás! ¡No sabes lo que es perder a un hijo!
Al escuchar la acusación, el periodista arrugó el entrecejo y su expresión solidaria, compasiva, se convirtió en una de pura amargura.
—Pero sí lo sé —sus palabras atravesaron la ira de Jane como bolas de cañón—. Porque antes de que Helen me engañara, antes mismo de que tuviéramos a Eleonor... perdimos a un hijo.
Su amante abrió la boca para decir algo, pero rápidamente la cerró. Su arrepentimiento fue inmediato. Y su asombro, también. Porque de pronto, muchas cosas comenzaron a cobrar sentido.
Entendía ahora por qué la señora Gauvain había decidido tomar la decisión más impulsiva de su vida al engañar a su esposo, arruinando su matrimonio feliz y equilibrado; el luto lleva a cualquier ser humano, por más templado que sea, a hacer cosas estúpidas. Entendía también por qué Theodore era tan sobreprotector sobre sus hijos y sobre los niños del mundo en general. La primera alma que esperó recibir y cubrir de afecto, nunca llegó a su encuentro. Jamás pudo probarle que la amaba.
—¿Qué sucedió?
—Lucien vino al mundo ya muerto... ni alcanzamos a conocerlo —él se tragó sus lágrimas para seguir hablando—. Así que no creas... —respiró hondo—. No creas que no sé cómo te sientes. Yo lo perdí, así como perdí a Carol. Sé lo mucho que duele. Por dos.
—Theo...
—Puedes gritarme. Puedes culparme. Pegarme. Usarme para desahogarte. No te negaré nada. Pero... —sacudió la cabeza—, no me digas que no sé cómo se sientes, nunca más...
—¿Es eso lo que he estado haciendo? —ella retrocedió—. ¿Usándote como chivo expiatorio?
—No. Pero si eso es lo que quieres...
—¿Estás loco? ¡Claro que no te quiero herir! —bajó su mirada, contemplando sus acciones—. Pero eso he hecho, ¿no? Eso he estado...
—No quiero que te culpes.
—He sido egoísta.
—No —él insistió, aproximándosele—. Estás de luto. Estás sufriendo. Aunque hayas sido egoísta, no importa. Mereces serlo. Al menos una vez en tu vida. Siente tus sentimientos... solo hazlo.
—¡Pero te he lastimado! ¡Te he ofendido!... Yo... —ella enterró sus dedos en su cabello—, lo siento, Theodore... lo siento tanto...
Como costumbre, Janeth volvió a quejumbrarse. El hombre, comprendiendo su agonía, la envolvió con sus brazos como lo dictaba la rutina y esperó a que este nuevo episodio de aflicción pasara. Con el fin de su lloradera, la llevó de vuelta a su cama, donde la siguió sosteniendo contra su pecho, tranquilizándola con palabras dulces y reconfortantes.
Cuando por fin se calmó, ella le preguntó sobre su hijo.
—No hay mucho por decir, más que eso. Él nació muerto. Nadie más que yo, Helen y nuestras empleadas más antiguas sabemos lo que pasó.
—¿Tus otros hijos no saben que tuvieron un hermano?
—No. No tuvimos coraje de contarles lo que sucedió. Ni queríamos hablar al respecto, en esa época. Yo me lancé de cabeza a mi trabajo; Helen se mantuvo concentrada en nuestro hogar y en mejorar su salud... y el tema solo volvió a resurgir cuando tuvimos a Eleonor, un año después. Decidimos mantener todo un secreto.
—Sé que decir que lo siento por tu pérdida es poco, pero... lo siento.
—Yo también. Lo siento mucho. Quería que aún estuviera vivo. Si pudiera cambiar mi vida por la suya, lo haría sin pensar.
—¿Y dónde lo enterraron?
—En nuestro patio, debajo del cedro. Lenny y Laurie jugaron ahí por toda su infancia, sin jamás saber que estaban jugando junto a su hermano... —los ojos de Theodore se anegaron con mareas de pena y melancolía—. Pero fue una buena decisión enterrarlo ahí. Lucien nunca estuvo solo.
—Me reconforta saber que Carol tampoco lo estará —Jane admitió, con voz fina—. Así que gracias... por enterrarla al lado de tu familia.
—No, no al lado. Junto. —la corrigió—. Ella es, y siempre será, parte de mi familia. Siempre —se inclinó un poco y besó su cabeza—. Así como tú.
Tal vez ella no lo creyera en el momento, pero aquello era para él una verdad indiscutible. Janeth podría no ser su esposa, pero sí era su alma gemela. Su otra mitad. Parte crucial de su familia. Y él haría de todo para honrar la promesa que le había hecho a Caroline, y a la que recordaba día y noche; la cuidaría hasta que sus muslos y huesos se volvieran polvo, hasta que consciencia cesara de existir y las arenas de su reloj de vida dejaran de caer. Por el amor que sentía hacia la chica, y por el amor que sentía hacia su madre, defendería a la memoria de una y protegería el futuro de la otra, con todo su ser.
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Hasta hoy no logro escuchar One More Light sin pensar en el momento que me enteré sobre la muerte de Chester... Pero que día maldito fue ese, lo juro... Nunca antes la muerte de un cantante me había dolido tanto.
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Liaison - Tomo I / #PGP2024
RomanceTheodore Gauvain es un hombre casado, padre de dos hijos, periodista respetado y adinerado. Janeth Durand es una actriz con un marido ausente, perdiosero, madre de una hija a la que no puede mantener. Ambos tienen pasados oscuros, pero sueñan con un...