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Merchant, 30 de junio de 1888

En los días que prosiguieron su viaje a la isla del faro, el señor Gauvain puso manos a la obra y organizó una excursión al bosque de Colburgue —popularmente conocido como Bosque Nevado—. Reclutó la ayuda de Charles para navegar por el lago, la de Griffin —el tabernero del Viking's— para comunicarse con los nativos y la de Larry Knightley —el fotógrafo que registró en papel los cuerpos hallados por el farero— para probar las noticias que les comunicaría.

El día en que los hombres partieron era gélido, pero el clima no era tan hostil como el del fin de semana anterior. Cruzar el lago hasta llegar al río conjunto también fue relativamente fácil, Theodore pensó, comparado a atravesar las titánicas olas del mar de diamantes en plena nevada. Pisar en la tierra de los nativos e internarse en la desconocida vegetación fue el verdadero desafío.

La infinidad de pinos, arces y alerces le resultó mareante. Los gruñidos y galopes de animales en la lejanía, lo volvió aprensivo. Pero lo que lo intimidó más que cualquier otra cosa, fue observar, boquiabierto, el colosal tamaño de los coihues. Eran árboles tan altos, que su follaje parecía tocar las nubes.

El periodista sabía que la madera de aquellos troncos colosales era usada para elaborar los barriles dónde el destilado de mismo nombre se almacenaba, pero nunca los había visto en persona. Ahora que lo hacía, aplaudía el coraje de los leñadores que los derrumbaban. No se imaginaba cómo lo hacían sin destruir toda una hectárea del bosque con cada tala.

Uno de dichos árboles —tal vez el más grande que habían visto hasta ahora— estaba rodeado por tres guirnaldas de flores rojas y, cerca de sus raíces, había un estandarte de lana trenzada.

—¡Al fin! —Griffin exclamó al verlo—. Estamos llegando al primero Knai.

—¿Knai? ¿Qué es eso? —Charles indagó.

—Es una especie de comarca, o poblado, donde los Onasinos viven. Hay siete en total, aquí en el bosque —El tabernero detuvo sus pasos, jadeando. Caminar en la nieve era una tarea ardua—. Antes de que vayamos allá, les tengo que avisar, los nativos son bastante desconfiados de nosotros, los Onarit.

—¿"Ona" qué?

Onarit, es el término que usan para denominar a los todos los hombres que no son parte de su comunidad. Pero ojo que apenas los Onasinos usan esa palabra. Los Dhaoríes nos llaman de Winkas —se explicó, antes de alzar una mano—. En fin... como iba diciendo... ellos son muy recelosos de nosotros. Por eso, les sugiero que se queden detrás de mí y dejen que yo hable en lugar de todos. Conozco al chamán de este Knai y tengo familiares aquí. Si yo conduzco la conversación, nadie saldrá herido.

El grupo asintió, entendiendo su razonamiento. Volvieron a caminar, hasta que se toparon con una zanja en la nieve. La excavación no era muy profunda, pero sí bastante extensa. En su parte inferior, existía un camino de madera que, por su inusual ubicación, parecía haber sido construido antes del invierno. Griffin saltó a los troncos y le hizo una seña a los demás para lo siguieran. El sendero los llevó a un claro en el bosque, establecido por labor humana. Allí, varias casas de madera habían sido dispuestas, formando un circulo alrededor de senda.

— ¡Halú! —Griffin le dijo al soldado que vigilaba la entrada al poblado, que al verlo relajó sus facciones y sonrió.

Más soldados se le acercaron, algunos para conversar, otros para observar a los extraños que lo acompañaban. Los forasteros, también interesados por sus exóticas apariencias, se tomaron su tiempo para hacer lo mismo.

Si Theodore era sincero, los nativos se vestían de manera muy distinta a lo que se había esperado. Su presentación no coincidía ni un poco con la descripción que le había entregado sus múltiples libros de historia, o con lo enseñado por sus profesores en la escuela. No vestían taparrabos, no se armaban apenas con palos y no parecían salvajes. Por lo contrario, sus trajes eran excepcionalmente intricados y ofrecían más protección contra el frío que su propio terno y corbata.

Liaison - Tomo I / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora