°18° |Claridad|

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Omnisciente:

Después de hora y media, Miguel termino su función he inmediatamente comenzó a buscar a su amigo gruñón. Pero con lo unico que se encontro fueron unos mensajes de él.

"Me olvide de hacer algo importante,
así que sali primero.

Espero puedas perdonarme, llegue a casa. Nos vemos pronto, yo invito la proxima vez. "

El segundo mensaje había sido mandado media hora después del primero. Pero ambos ya habían hecho más de una hora en su Chat.

"Esta bien, espero que descanses. "

No le preguntaría. Pero aún no estaba conforme con solo saber que tenía algo que hacer. ¿Qué tal si le había pasado algo? ¿Qué tal si alguien lo habia molestado y por eso ya no había querido quedarse?

No quería incomodar a Hiro, pero aún había una persona que podría saber.
Esperanzado, se acerco al Omega anfitrión, que se encontraba en medio de una charla con sus amigos y abrazado a su pareja.

— Buenas, chicos — hizo un saludo general.

— Hola, Miguel. Eso estuvo, ¿cómo dicen en tu país? "¿Chingon?" — el Alfa de Mirio le dijo. Perecía ser un chico carismático, raro en alguien de familia aristocrática. — Estabas encendiendo el ambiente. Te pagaré el triple si cantas una hora más.

— La verdad no sé, amigo. Solo lo estoy haciendo por diversión — trató de negarse sin ser grosero.

— Bueno, puedes pensarlo mientras sigue la fiesta.

— Claro, claro — le dio la razón. Luego procedió a mirar al Omega otra vez. — Mirio, ¿sabes que paso con Hiro? Me mando un mensaje diciendo que tenia algo que hacer, pero me preocupa que le haya sucedido algo y por eso se fue.

Mirio. Recordando el mensaje que el Omega gruñón le había mandado hace media hora, se hizo el tonto. — No, Miguel. Los vi a ambos cuando llegaron y más tarde solo vino a despedirse, no lo vi mal — mintió lo mejor que pudo. — Pero, Miguel, no deberias de preocuparte, se veía bien. Además, Hiro no es una persona débil que necesita protección aunque lo parezca.

— Ya lo sé, sé que si algo malo pasara él se lo diria a alguien — se dijo a sí mismo. — Aunque no sea yo.

— Así es. — Mirio se sintió algo incomodo, pero estuvo de acuerdo.

— Bueno, muchas gracias, Mirio. Sabes, creo que ya me voy, no me hace ningun bien estar afuera hasta tarde. — hizo unos ademanes para no verse tan nervioso.

— ¿Estas seguro? Aun es temprano y no es que ya seas un anciano — Mirio trató de convencerlo. No creía que fuera necesario que se fuera en cuanto Hiro desaparecía.

— Si, yo no me he estado sintiendo muy bien esta semana — argumentó.

— ¿Qué te duele? ¿estas lo suficientemente bien para ir solo? — Mirio podría no ser el ser humano perfecto pero tampoco era un patán.

— Si, solo es un dolor de cabeza, pero prefiero ir a casa a descansar — continúo.

— Bueno, si tú lo dices. Ten — saco unos cuantos billetes de cien dolares. — gracias por venir. Espero haya otra oportunidad de convivir.

— Igual — Miguel se despidió con un pequeño apreton de manos. Le dio una sonrisa y se apresuro a la salida.

Lo unico en su cabeza era llegar a casa y preguntar a Fredd si a Hiro le habia pasado algo. Además definitivamente necesitaba algo para el dolor de cabeza que le taladraba el cerebro.
Se subio al auto y lo encendió, trataba de contar borreguitos o dibujar florecitas en su cabeza solo para tratar de ignorar su dolor que poco a poco hiba incrementando.

Aprendiendo A Ser Omega (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora