15° No todos los Días °

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Silencio.

Tranquilidad.

Confusión.

Miguel no sabía qué pensar. Cómo sentirse.
No sabía por qué hacía lo que hacía, pero se sentía bien, podría decirse que después de conocer a Hiro en casa de Fred, no; desde el momento en que lo vio entrar por esa puerta, Hiro le gusto. Fue una atracción tan fuerte que no sabía como explicarla.

Al inicio no le dio importancia, ya le había pasado dos veces antes, una vez con una beta, y otra con un Omega cuando había finalizado un concierto, porque el Omega se emociono tanto que comenzó a transmitir feromonas, y para alguien que nunca las había sentido, fue tan maravilloso. Y con la beta, bueno, era una mujer muy hermosa.

Pero esta vez no. Esta vez, aunque Hiro tuviera una apariencia encantadora, no era por eso, y no había feromonas que lo hicieran volverse loco. Entonces, ¿por qué sentía la necesidad de buscarlo y tenerlo feliz?

No terminaba de entender.

Pero amaba el sentimiento, y quizás, y solo quizás le daba un poco de miedo. Pero la historia de Marco no podía repetirse con él, ¿verdad?.

— No puede, yo no seré como él y Hiro no es un Omega, estaremos bien. — Luego soltó un suspiro, un poco más tranquilo. — ¿Por qué estará tardando tanto? — Desde que Hiro se fue, habían pasado unos 10 minutos aproximadamente.

Bueno, pero como aún no volvía... ¡No Miguel! ¡No esta bien! Hiro confiaba en él.

— Será mejor que duerma —Luego cerró los ojos, dormitando levemente.

Cuando creyó que ya nada podría despertarlo debido a lo cómodo que se sentía, escuchó la puerta abrirse y luego unos pasos aproximarse.

Se preguntó si debería de fingir que dormía o mejor ser sincero y así limpiarse la baba que sentía en la comisura de la boca para mantener un poco de dignidad. Sus preguntas quedaron a un lado en cuanto sintió que alguien se sentaba a su lado y parecía no respirar. Ahí sintió un poco de nervios y su cuerpo se tensó imperceptiblemente. ¿Hiro se enojaría si abre los ojos y le pregunta por qué lo observa tanto? Era claro que haría sentir incómodo al de melena alborotada pero...

Aún cuando su corazón no se recuperaba de la duda y su nerviosismo, sintió una mano en su rostro. Era una mano un poco callosa, suponía que por su trabajo con máquinas, tuercas y tecnología, pero al mismo tiempo suaves y frescas. Era una sensación agradable. ¿Cómo haría para que los latidos de su corazón se calmaran? ¿Hiro se daría cuenta?

Al final Hiro no se dio cuenta. Miguel solo lo sintió alejarse y luego lo escucho meterse en su propia cama. Por fin pudo volver a respiran de forma más natural. Para deshacer sus nervios se paso una mano por el pelo, peinandolo para atrás.

Después de un rato, se acomodo mejor y durmió nuevamente. Su último pensamiento: la hermosa cara de enojo del Beta.

Al día siguiente.

Hace rato que Miguel estaba despierto, pero aún no quería levantarse y tener que irse. Disfrutaba de estar allí, cerquita de Hiro. El mismo chico que se había levantado hace media hora, aparentemente tratando de hacer el menor ruido posible mientras salia de la habitación.

Oh, Hiro, tan guapo.

— Miguel — la voz del pelinegro se escucho a su espalda. Estaba tratando de hablar suavemente. — Es hora de levantarse.

Miguel no hizo caso y siguió fingiendo que no oía nada, por lo que Hiro se comenzó a desesperar y lo movió un poco para despertarlo. — Miguel.

El Alfa no pudo seguir fingiendo o terminaría riendose. Sus ojos se abrieron despacio, adaptándose a la luz de su entorno.  — ¿Hiro? — su voz sonó un poco más ronca y sintió que necesitaba un vaso de agua — Buenos días, mejillas dulces~.

— Ya te dije que me molesta ese apodo — Hiro le dio la espalda con aparente indiferencia.

— Pero yo sé que no lo hace — Miguel soltó una pequeña risa burlona, lo que molesto más al Omega que término golpeándolo en la cabeza con una almohada.

— Arriba, y más vale que te apresures. El desayuno esta listo. — Luego huyó antes de que mirara su sonrojo. Miguel solo miro su espalda, su cintura estrecha y su precioso trasero, oculto en ropa, marcharse.

— Mierda, esto esta mal, Miguel. Probablemente él solo quiere tu amistad. — Miguel paso sus manos por su cara, haciendo una mueca fea e inconforme.

Unos segundos después se levanto y fue a lavarse la cara para bajar a desayunar con su “chino”.

— Sra Cass, buenos días. — saludo en cuanto la vio en la cosina, apurada mientras preparaba el desayuno para los tres.

— Buenos días, Miguel. ¿Qué tal dormiste? — le dio una sonrisa distraída.

— Bien. — Miguel miró a los lados buscando a Hiro, pero no logró encontrarlo. — ¿Dónde esta su pequeño sobrino?

— Oh, acaba de salir a recoger algo que le trajeron, al parecer unos materiales —. Cassandra lo miro y luego de esperar un rato le dijo — Si quieres puedes sentarte mientras esperas a que sirva y Hiro venga.

— ¿No quiere que le ayude a algo? — Miguel se acerco a la mujer, recibiendo de forma inmediatamente una negativa de ella. — ¿Qué tal si le ayudo a pasar esto? — Logró quitarle la charola que llevaba en las manos, dónde habían tres platos con el desayuno. — Esto se ve muy bien.

— Oh, Miguel. Se supone que estas de invitado. — Cass se quejó.

— No estoy de invitado, estoy de ARRIMADO que es diferente. Hiro ni siquiera me quería cerca, pero después de rogarle, acepto. — Tomó la jarra del jugo y sirvió los vasos, y luego miro a Cass sentarse al mismo tiempo que él.

— No digas eso. Se puede ver que Hiro esta feliz de que estés aquí — la mujer sonrió.

Una campana se oyó y alguien entró. — Que bien huele — Hiro comentó con una sonrisa mientras dejaba en el suelo una caja con herramientas.

— Es un cumplido para ti. — Cass dijo con una risa disimulada que hizo preocupar al Omega escondido. — Después de todo, tú hiciste estos Hot Cakes, estos buenos omelets y el tocino. Yo solo puse un poco de mermelada que hice.

Hiro oculto por completo su cara en un menú cercano para ocultar su vergüenza. — Bueno, lo hice yo, pero que el olor sea bueno no quiere decir que el sabor lo será. Perdón si el sabor no es el mejor. Quizá puse mucha sal a los huevos — Miguel probó los huevos, asintiendo con gusto —, quizás el tocino sea muy grasoso — Miguel se metió un pedazo de tocino a la boca, sintiendo sus lagrimales funcionar — o quizá puse mucha vainilla a los pastelillos — Miguel probó uno, quedando en un trance de placer.

— Mmmmh, Esto es delicioso — El Rivera se limpió las lágrimas de placer que salieron de sus ojos, probó nuevamente un pastel con mermelada y dio un trago a su café. — Tan, tan delicioso. No había probado comida tan sencilla que supiera tan deliciosa.

— En verdad sabe bien — Cass estuvo de acuerdo con el Alfa.

— Aunque en verdad me gustan más las cosas picantes y saladas. — Miguel terminó su pastel y comenzó a comer los huevos y él tocino, sintiendo sus papilas gustativas salivar.

Hiro decidió soltar el menú y comer más relajado, feliz por los cumplidos de su Alfa. A Miguel le gustaban más las cosas saladas y picantes, bueno, puede aprender a hacerlas, incluso hay galletas saladas para ponerlo gordito, ¿verdad?.

— No es tan bueno — El Omega dijo descuidadamente, como si no le importaran los halagos en lo mas mínimo. — Pero me agrada que te guste, quizá pueda hacerte algo delicioso la próxima vez.

— Que halago y que lujo. — Una voz madura y atractiva, pero lúgubre, se escuchó en el comedor. Todos voltearon a mirar a la persona. — No todos los días Hiro cocina para sus amigos.

Aprendiendo A Ser Omega (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora