CINCO

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Lo primero que hice cuando me levanté fue mandar a Buffy a preguntar si había llegado algún mensaje del palacio mientras no estuvimos; la respuesta fue, por supuesto, que nadie había enviado nada, pero como resultado de mi indagación, recibí miradas preocupadas de mi padre y una que otra pregunta que me hicieron querer meter la cabeza bajo la tierra.

Por supuesto, mi pregunta no contenía ninguna impaciencia o reproche hacia la familia real o hacia el príncipe, a quien no conocía; pero dadas las circunstancias, solo podía aceptar las miradas y preguntas con algo de queja interior.

Suspiré, un poco cansada de todo y tomé un sorbo de té sin reconocer el sabor en lo absoluto. No podía sacarme de la cabeza el cambio del diario y los detalles que la diferenciaban.

La primera entrada en cambiar fue la del 27 del 9, mientras que las siguientes no sufrieron cambios aparentes hasta el día de ayer, cuando, una vez más, hubo un detalle en el contenido que no coincidía. Entonces, ¿las entradas cambiaban solo cuando algo no era igual? ¿Eso significaba que las demás no diferían en nada?

Mientras más reflexionaba al respecto, más confusa me sentía. La tinta de las entradas cambiadas era mucho más clara que la tinta nueva con que había escrito y me hacía pensar en que, por fuerza, eso debió escribirse hace tiempo; lo que no entendía era cómo y cuándo se había escrito.

La letra en las entradas cambiadas era, sin lugar a dudas, la mía; a menos, claro, que alguien se hubiera tomado la molestia de copiarme, lo que no tenía ningún sentido; y en el extraño caso de que alguien lo hubiera hecho, tendría que haber sabido los eventos que se llevarían a cabo en esas fechas. Esto me llevaba de nuevo a una suposición sin sentido, porque eso significaba, no solo que quien había escrito, sabía lo que pasaría, sino que tenía acceso a mí, a mis cosas y que también hacía... ¿magia? ¿brujería?

Volví a suspirar y negué con la cabeza, sin importar hacia dónde se dirigían mis pensamientos, nada tenía sentido.

—Has estado suspirando mucho, ¿sigues molesta? —Mi padre, que se había mudado al jardín para pintar, se sentó al otro lado de la mesa en la que yo me encontraba y me preguntó—. No se puede hacer nada, la familia real maneja sus propios tiempos y esta época, en particular, es bastante ajetreada para ellos. En cualquier caso, es mejor para nosotros mantener la distancia.

Sentí que mis párpados temblaban al escuchar ese intento de consuelo, pero me dije que nadie podía saber que la razón de mis suspiros no era ningún príncipe.

—Está bien, papá, no estoy molesta... —Estuve a punto de negar y decirle que no se preocupara, cuando la luz de una idea me hizo reconsiderar mis siguientes palabras—. Pero hay algo que sí me tiene incómoda.

—¿Qué es?

—Recuerdas el diario que me regaló mamá, se daño un poco el cuero de las tapas y pensé en ir a que lo reparen, pero no sé si llevarlo a cualquier lugar. ¿Será que sabes quién lo hizo?

—¿Se dañó? —Sus ojos se llenaron de confusión—. ¿Cómo puede ser?

—¿Cómo no puede ser? Ya tiene varios años y nunca le hice ningún mantenimiento. —Torcí los labios para mostrar mi arrepentimiento e insistí—. ¿Quién lo hizo? De ser posible, me gustaría que lo arreglara la misma persona que lo hizo en primer lugar, me aseguraría que el trabajo fuera de la misma calidad.

—No lo sé, tu madre fue quien lo pidió para ti, —Negó y desvió la mirada hacia el lienzo a medio terminar.

—Es una pena, después de todo, es un trabajo tan especial. —Me lamenté y lo miré con mayor detenimiento. Esperaba ver algo en él, alguna pista, que pudiera decirme algo.

Gea [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora