NUEVE

195 43 22
                                    

La casa que había permanecido tranquila desde nuestra llegada a la capital había entrado en un estado de furor, más como un campo de guerra que como una mansión noble. Las sirvientas se habían vuelto locas luego de que el tiempo para el baile se acercaba y si los días anteriores ya habían sido agitados, la mañana del día señalado era como si un desastre hubiera golpeado mi habitación.

Solo el baño tomó dos horas de precioso tiempo y solo me dieron un respiro a la hora del desayuno, momento en el cual mi padre me observó con una mezcla de extrañeza y risa. Esto no había pasado nunca en casa, ningún evento me había obligado jamás a pararme junto con el sol para someterme a un cuidado minucioso de mi persona; en mi opinión, comenzar a vestirme y prepararme tres horas antes de un evento ya era lo suficiente generoso. ¿Quién dedicaría un día entero?

Más allá de mi inconformidad, tuve que ceder. Comprendí que, incluso si a mí no me importaba demasiado, todavía tenía que hacer una preparación exhaustiva por la reputación de mi familia... y quizá del príncipe también. El pensamiento me hizo torcer un poco el gesto antes de volver a la normalidad.

Me apresuré a terminar el desayuno bajo la intensa mirada de Buffy y otras doncellas antes de ser arrastrada de nuevo a la habitación en donde comenzaron a trenzarme el cabello previamente aceitado. Tenía mucho cabello y este formaba ondas pronunciadas, no era fácil peinarlo, sin embargo, bajo las manos de las doncellas, se volvió dócil y ordenado; pero no en poco tiempo, para mi desgracia.

Luego estaba el maquillaje, la suerte estaba en que, a diferencia de esos países exóticos, aquí no se favorecía demasiado su uso, por lo que, aparte de un poco de polvo de camelia en las mejillas y un poco de cera dulce de abeja sobre los labios, no había nada más. Me medio vistieron y me dejaron sentada en la habitación mientras traían un poco de té y bocados pequeños. No podría comer nada una vez que estuviera en el baile, para decirlo con palabras claras, la comida en los bailes era un adorno casi innecesario; se vería mal que una dama comiera parada y no había ninguna certeza de que esas comidas grasosas no solo mancharan las manos, sino el atuendo.

Resoplé con arrepentimiento y acepté los pequeños bizcochos que el cocinero había hecho para mí y bajé la cabeza al ver la mirada ardiente de las sirvientas en la habitación. No era alguien que se dejaba intimidad con facilidad, pero me sentí bastante culpable luego de algunos bocados y para cuando terminé, me ajustaron el vestido y las mangas y ya todo estuvo listo.

Me miré en el espejo de bronce y asentí con satisfacción al ver que todo estaba en su lugar.

—La señorita está tan bonita hoy —suspiró una doncella.

—Estoy segura de que su alteza estará complacido cuando la vea. —Otra secundó el comentario con uno propio.

Buffy no dijo nada, pero sonreía tanto que parecía que sus labios no podrían esta más estirados. Entendí, en cierto punto del día, que si bien a mí no me importaba mucho o mejor dicho, no tenía tiempo suficiente para que me importara, el hecho de que el palacio hubiera estado tan callado tenía a la gente de la mansión ansiosa; en opinión de los sirvientes, todo estaba en que el príncipe no me había visto y que seguro había oído hablar mal de mí de alguna boca resentida.

Todas estas cosas me las había comentado mi doncella pelirroja unos días atrás y yo no pude menos que reírme; no creía que nadie hubiera dicho algo malo sobre mí, ya había suficientes rumores flotando en todos lados lo suficientemente feos como para disuadir a muchos; pero el hecho de que su alteza hubiera elegido permanecer en silencio ya era un buen gesto, a decir verdad, no había nada confirmado en público, nadie tenía nada por lo cual indignarse.

Por otra parte, mi atención estaba en otro lugar. Después de obtener el nombre del creador del diario, fue como si me topara con un muro impenetrable de tres templos de altura, sin importar dónde mirara, no conseguía nada; sumado a este hecho, tampoco tenía conexiones en la capital ni quería que mi padre se enterara de lo que estaba haciendo.

Gea [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora