OCHO

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Buscar a Tadhg resultó ser, como se esperaba, una tarea difícil. No había un lugar adonde su señoría Graham no hubiera ido antes y encontrado algo, eso lo tenía claro, por eso me resultó gracioso, una vez que me encontré frente a una pintoresca variedad de libros, que me hubiera pedido compartir información con él si descubría algo.

—¡Gea! —gritó Abi desde la puerta de la biblioteca y los papeles en mi mano se resbalaron—. Lo siento, te asuste.

La joven se cubrió la boca y se rio antes de acercarse y recoger dos hojas sueltas que habían volado lejos de mí.

—¿Ya está la cena? —pregunté y me di la vuelta para mirar por la ventana, no parecía ser la hora correcta.

—No, no, pero Noah y el señor Drostan acaban de llegar; mamá mandó a que prepararan el té y me dijo que te llamara. ¿No tienes hambre? Desde que llegaste no saliste de aquí.

—No me di cuenta, pero ahora que lo dices, tal vez. —Me reí por lo bajo y me cubrí vientre con la mano—. Tengo hambre.

—Normal, querida. —Hizo una mueca desdeñosa antes de tomarme de la mano y conducirme hacia el piso inferior de la mansión Blane. Esta era la segunda vez que venía a la casa de mis primos y aún no estaba demasiado familiarizada con la estructura.

Luego de descubrir el nombre del creador de diario me había apresurado a buscar entre los libros que había en la mansión sin mucho éxito, de la extensa biblioteca propiedad de los Fern, en la capital había menos de cuarta parte y nada que me señalara una nueva pista; por eso, cuando Abi llegó al día siguiente para compensar la salida fallida, le pregunté si su invitación a la biblioteca de su familia seguía vigente.

La primera vez no encontré nada y esta tampoco.

No pude menos que suspirar por dentro y dejar el tema de lado por un tiempo.

Entramos a un salón de tamaño medio con vista hacia el jardín y enseguida el aroma del té junto con el de panecillos asaltó mi nariz e hizo que el hambre medio dormida se despertara por completo; pero por más que quería ir directo al plato, me contuve en cuanto vi a los dos jóvenes que se habían levantado de su asiento ante nuestra llegada.

—Gea. —Noah avanzó hasta estar frente a mí y me sonrió—. Qué bueno verte.

La última vez que nos vimos, cuando cenamos en su casa, le dije que no era necesario que siguiera el protocolo y se inclinara; aunque ahora que lo miraba, parecía que le costaba un poco, porque su cuerpo había quedado en una posición incómoda.

—También es bueno verte, Noah. Siéntate, no quiero que me culpes por tu dolor de espalda. —Sonreí divertida y me burlé.

—Cierto, amigo, hazle caso a la señorita Fern, que aún tienes trabajo pendiente. —Las palabras llegaron con un tinte de risa de la boca de un hombre que, al igual que mi primo, se había parado para recibirnos. Sus ojos de un agradable color miel se fijaron en mí y con calma hizo una reverencia—. Nos volvemos a ver, confío en que haya estado bien este tiempo.

Hice una pausa ante sus palabras de conocimiento y recordé que ya me había cruzado con este señor Drostan una vez en el circo; en ese momento la luz era pobre, pero ahora podía verlo con claridad. Ojos miel, cabello oscuro y rasgos imponentes que se suavizaban con su sonrisa. Exudaba una especie de energía confortable.

—He estado bien, gracias por su preocupación. —Correspondí su saludo y solo entonces nos sentamos y la doncella que aguardaba a un lado sirvió el té en las tazas. Di un sorbo y entrecerré los ojos llena de satisfacción.

—Oí de Abi que estabas en la biblioteca, ¿estás buscando algo en específico? —Noah, que también tenía su té en la mano me habló—. Puedo ayudarte a buscar si es así, conozco la mayor parte de los libros allí.

Gea [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora