SIETE

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La noche pasó con rapidez y el incidente de los golpes se borró de mi mente en cuanto volví a abrir los ojos por la mañana. Los días anteriores, los pensamientos me habían agobiado y no había dormido lo suficiente, no sería extraño que la mente me jugara malas pasadas; con ese convencimiento, dejé ir el tema y me concentré en lo importante.

Esta vez iría sin Abi, quien se había tomado la molestia de enviar un mensaje para avisarme que tenía que cumplir con otro compromiso que se le había olvidado; dijo que lo lamentaba y que me compensaría más tarde. No había nada que me molestara de la situación, si era sincera, me preocupaba más si me sacaría de vuelta a pasear por una calle interminable antes de llegar al lugar que quería.

De hecho, no tenerla conmigo era una ganancia inesperada. Ayer, ella se había ido porque no tenía interés y tampoco habíamos encontrado al especialista; pero ahora que sabía la relación que había entre ambos, ¿me dejaría sola para preguntar lo que quería? Lo dudaba mucho. Mi prima era coqueta por naturaleza, ya fueran hombres, mujeres, niños o mayores, ella actuaría para conseguir el mimo de los demás.

Con esa presencia, ¿su señoría Graham podría contestar mis dudas?

Me sentí renovada y menos ansiosas. Ordené que prepararan el carruaje y nos dirigimos directamente al taller. Buffy me acompañaba, pero no sabía que llevaba el diario ni yo le diría.

—Señorita, ¿comprará más libros?

—Ayer no había mucho tiempo, quiero ver.

Pocas palabras fueron suficientes para convencerla. Suspiré por dentro y me compadecí un poco de mi doncella.

Cuando llegamos por fin al frente del taller, bajé ayudada por uno de los caballeros mientras Buffy sostenía mi otra mano. El lugar estaba igual que el día anterior, pero en el lugar del asistente que me había atendido, estaba un hombre mayor, cuyo cabello blanco y arrugar delataban una edad avanzada.

—Buenos días —saludé y sonreí de forma recatada—. ¿Es usted su señoría Graham?

El hombre levantó la mirada del libro que sostenía y me miró.

—Soy, ¿en qué puedo ayudarla? —No había nada de malo en su forma de hablar o en su mirada, pero de alguna forma, sentí que podía invadir mis pensamientos. Sonreí un poco más amplio y me preparé para hablar.

—Ayer vine por una consulta, quisiera mostrarle un diario que poseo para ver si conoce a quien lo hizo o si puede decirme algo al respecto.

—¿Un diario? —Sus cejas se tejieron y hubo un destello de confusión en su mirada.

—Sí... —Un diario no era lo mismo que un libro, con frecuencia, si se quería descubrir algo sobre una obra, se buscaba entre la información proporcionada en él; sin embargo, qué podría haber dentro de un cuaderno destinado a ser escrito, solo sería pergamino amarillo.

Me llevé las manos al pequeño bolso que había insistido en cargar y volteé a ver a Buffy, que permanecía cerca de las puertas junto con uno de los caballeros de escolta; no quería que me acompañara ni que se involucrara más en el asunto del diario.

— ¿Podría decirme algo sobre él? —pregunté cuando saqué el objeto que me había obligado a hacer el viaje.

Sin reservas, lo empujé en su dirección y lo vi acercar un poco la cara, luego tomarlo entre sus manos y repasar la textura del cuero y de las hojas con un interés disminuido, como el de quien ve una piedra junto al camino.

—¡Ah! —De repente, como pinchado por una aguja, el tranquilo hombre se sobresaltó y dejó salir una corta exclamación, que no por eso dejó de ser percibida por mí—. Niña, ¿de dónde dijiste que sacaste este diario?

Gea [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora