TRECE

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Vaden

Sentí formarse un dolor de cabeza en el momento en que recibí el mensaje de mi padre, y ahora que estaba sentado frente a él, lo sentí aún más. Toda la jovialidad de la que siempre presumía se había esfumado como si nunca hubiera estado allí desde un principio; era difícil decir que el mismo hombre que había reído en el baile era el mismo que ahora me miraba con desaprobación. 

—No fuiste. —Luego de un largo y tenso silencio, por fin se decidió a hablar. 

—En efecto, no lo hice. —Confirmé y esperé por lo que diría a continuación. 

—¿No habíamos quedado en que irías? 

Bajé la cabeza un momento y volví a subirla, en su rostro podía ver la ira contenida; no podía negar que, al final, de todo lo que había dicho que haría, no había hecho nada o, por lo menos, no de la forma convencional. 

—Cambio de planes. 

—¿Qué plan había que hacer? Tú estuviste de acuerdo con la muchacha, ¿ahora te quieres echar atrás? Esto no es un juego. 

—Sé más que nadie que no es un juego y no quiero echarme atrás, las cosas que he decidido, nadie puede cambiarlas. 

—¡Ja! Hasta suenas como mi hijo, si no fuera porque no has mostrado la cara en todo este tiempo, te creería. 

No contesté nada a eso y miré por la ventana, a través del cristal se podía ver la luna bajo una ligera capa de humedad y todavía podía escucharse el sonido de la música que venía del salón inferior; las celebraciones que abrían la temporada social aún continuaban incluso después de dos días y tenía la oportunidad de bajar y presentarme si así lo quisiera, pero tenía el presentimiento de que si lo hacía, mi padre podría tener un pequeño ataque de rabia. ¿Me había negado a presentarme junto con los demás, pero quería bajar solo cuando ya casi todo finalizaba? No había ni la más remota posibilidad, es más, sospechaba que apenas lo intentara, los guardias que esperaban fuera de la puerta serían enviados a retenerme por la fuerza. 

—¿Y bien? ¿Cuál es el cambio de planes? ¿Qué te impidió presentarte? —Cansado de esperar una palabra de mi parte, el rey volvió a hablar. 

—Si digo que me dormí, ¿todavía sería tu heredero? —Sonreí de lado y arqueé una ceja en un gesto provocativo solo para ver cómo su rostro se tornaba rojo y cómo sus ojos se ponían ligeramente colorados. 

—Maldito mocoso, ¿todavía te atreves a preguntar esas cosas? —Apretó el puño y lo dejó caer sobre el escritorio con gran estrépito a lo que yo levanté las manos en señal de derrota y dejé de reírme. 

—Está bien, ya que su majestad quiere saber, le diré que tengo mis razones para hacer lo que hago. —Dado que ya lo había hecho enojar lo suficiente, me detuve y hablé—. Es mejor que todavía no nos reunamos personalmente. 

La mano que todavía permanecía apretada en un puño se aflojó y los dedos comenzaron a dar pequeños toques sobre la madera gruesa, si no lo fuera, se habría partido un par de veces; Declan Herve Kalen era un hombre temperamental, su estado de ánimo podía cambiar de soleado a tormentoso en un solo segundo, pero, para sorpresa de muchos, no era un mal rey. 

—Recuerdo que fuiste tú quien eligió a la muchacha, pero ahora no quieres verla. ¿Por qué la elegiste en primer lugar?

«¿Por qué elegí a Georgeana Fern?»

—¿Por qué no elegirla? —pregunté a su vez. 

—A veces creo que eres mi enemigo de otra vida que vino a saldar cuentas conmigo. —Suspiró—. Quiero decir, aunque la familia Fern pertenece a la antigua nobleza y no hay problemas con su carácter, no es seguro que te apoyen, han sido neutrales por demasiado tiempo.

Gea [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora