—Pensé que vendría. —Abi suspiró a mi lado y me miró de reojo con un cierto aire de pena.
—¿Qué quieres decir? —Aunque las personas ya se habían acomodado y rearmado sus grupos para recibir a las debutantes, yo todavía no podía evitar que mis ojos se desviaran hacia el trono vacío.
—Esperaba que esta vez su alteza apareciera... y parece que no soy la única que lo pensó. —Mi prima hizo un gesto para que mirara a mi alrededor y me di cuenta de que yo no era la única que le echaba vistazos de reojo al espacio vacío sobre la plataforma en donde la familia real se encontraba; pero lo que daba más miedo eran los ojos que se clavaban sobre mí—. Su alteza no aparece con frecuencia en los eventos sociales, de hecho, creo que la última vez que lo vi fue cuando tenía trece o catorce años y entonces yo tenía unos... ¿siete? ¿ocho?
—¿Tanto tiempo? —Me sorprendió.
—A su alteza Vaden no le gusta aparecer en público —dijo Lorcan, como para reafirmar lo dicho por su novia—. Aunque... debido al asunto del compromiso, se esperaba que apareciera.
Asentí y no dije nada, era de verdad una situación muy incómoda; pero no podía ni tenía intención de culpar a nadie. Mi padre, por otro lado, parecía como si se hubiera tragado una mosca y parecía que nada de lo que los demás le decían podía distraerlo de lo que estaba pensando.
—¿Estás enojada, Gea? —Noah se acercó y me miró con lo que me pareció genuina curiosidad; sus ojos de un celeste pálido brillaban bajo las luces del salón y hacían que su mirada pareciera más suave que de costumbre.
—No. —Acompañé con la cabeza mi respuesta y volví a mirar el trono vacío, desde donde estaba podía ver con relativa claridad los rostros de la realeza y me pregunté cómo se vería el tan rumoreado príncipe—. Desde el principio, aparte de unas cuantas palabras, el resto siempre fue especulación.
—Díselo a ellas. —De repente, el señor Drostan, que se había acercado tan silenciosamente que no lo había advertido, chasqueó la lengua e hizo un gesto disimulado con los ojos hacia un grupito de damas que se acercaba a nosotros—. Será un verdadero dolor de cabeza.
Me detuve antes de decir nada y asentí solo después de entender lo que me había querido decir; no importaba si el príncipe no aparecía, si no quiso venir porque no solía asistir a estos eventos o porque no quería verme, el tema que importaba era lo que pensaban los demás de su ausencia.
—Que la bendición de Velsa esté con ustedes. —Una joven rubia se paró delante de mí a una distancia prudencial y realizó un saludo estándar en nuestra dirección; detrás de ellas, unas cuantas señoritas más la imitaron.
—Que la bendición de Velsa esté con ustedes también, gracias. —Devolví el saludo con una cortesía igual y sonreí sin sonreír. Por muy tranquila que estuviera, aún me disgustaban las miradas en sus ojos. ¿Qué insinuaban?
—Debo decir que estaba esperando conocerla, se ve más bonita de lo que dicen los rumores. —La misma joven que abría el grupo de damas, adelantó un paso y se dirigió a mí; podía decir que había una parte de verdad y una parte de malicia bajo su amable enunciado.
—Ya veo, bueno, los rumores pueden ser muy diversos... pero me temo que a diferencia de la señorita, no puedo reconocerla. ¿Usted es? —Alcé un poco más las comisuras de los labios y esperé su respuesta con un gesto lleno de amabilidad. Detrás de mí, Abi se rio por lo bajo y soltó un: «Oh, Velsa».
La joven se quedó callada un segundo más de lo debido antes de reaccionar y poner también una sonrisa sobre los labios rosados.
—¡Qué mala educación la mía! Lo siento mucho, olvidé que la señorita Fern nunca ha salido de sus tierras y no está familiarizada con la mayoría de nosotros. Me presento, soy Lucile Brigt, hija del marqués Reuben. —Inclinó la cabeza y volvió a dar una pequeña reverencia antes de volverse hacia sus acompañantes—. Ellas son Katia Meyer, del marquesado de Westley y Melissa y Caleia Riley, del condado de Nox.
ESTÁS LEYENDO
Gea [PAUSADA]
Fantasy¿Y si te dijeran que vas a perder la cabeza? ¿Que tus padres van a morir? ¿Tus hermanos? ¿Tu prometido? ¿Qué harías? ¿A qué te aferrarías? Gea no sabía que un viaje a la capital para conocer a su prometido la sumergiría en una telaraña de conspira...