¿Esta bien así, señorita Georgeana?
El hombre detrás del escritorio, en un marcado contraste con aquel que me había recibido la primera vez, no se paró ni saludó; se quedó sentado, silencioso y quieto, con los ojos oscurecidos por la máscara fijos en mí.
Me quedé quieta por un segundo bajo el umbral de la puerta, con un pie adelante y el otro todavía quieto; algo me hacía sentir presionada, como si todo el cuarto se hubiera llenado de aire pesado. Fruncí apenas el ceño y le eché una mirada más profunda a quien quiera que se encontraba debajo de la máscara; no sabía a quién se le había ocurrido este proceder y si lo habían hecho solo para resguardarse o si también lo habían pensado como una forma de intimidación, pero lo cierto era que funcionaba.
—Que Velsa le sea propicio.
Ya que esta persona no estaba dispuesta a hablar primero y parecía que quería darse cierto aire frente a mí, bien podía ser la primera en hablar; tampoco es que me incomodara demasiado, desde el principio, era yo quien solicitaba ayuda. Solo que, dado que no daba indicios de hablar, tampoco me limitaría a quedarme en el lugar a esperar que a él le diera ganas de invitarme a sentar; como tal, avancé hasta estar frente al escritorio, moví la silla y me senté.
—Recibí su mensaje, por lo que he de suponer que tienen la respuesta a mi pedido. —Tal y como había hecho la vez anterior y ya que no podía ver reacción de parte de mi anfitrión, no me detuve en charlas sin sentido y fui al punto, todo con una pequeña sonrisa cortés.
Esperé a que me dijera que sí o que no, incluso que sacudiera la cabeza hacía arriba y hacia abajo o hacia los lados, pero nada de eso sucedió; a cambio de mi pregunta y creciente expectativa, recibí como respuesta una risita divertida. No pude evitarlo, pero la curva sobre mis labios se endureció.
El hombre se apoyó sus brazos sobre la madera que nos separaba e inclinó apenas la cabeza.
—Veo que la señorita Fern es tal como mis subordinados la describieron. —Su voz atravesó la máscara y me llegó a los oídos medio distorsionada, pero había algo allí que hizo que mi corazón latiera con extrañeza.
—¿Y cómo me describieron? —Volví a centrarme, relajé la boca y crucé las manos sobre el regazo. Si su intención era incomodarme, lo había logrado, pero no tenía por qué saberlo.
—Como alguien muy directa —respondió y me pareció que cuando lo dijo, tenía que estar sonriendo, aunque no podía verlo.
—No creo que haya necesidad en detenernos demasiado en formalidades cuando es sabido por ambos la razón por la cual estoy aquí —sin descruzar las manos o dejar de sonreír, hablé—. Escarlata compra y vende información, o eso tengo entendido, corríjame de no ser ese el caso y buscaré otro lugar para tratar con mi asunto.
—Su asunto es bastante complejo, no creo que consiga otro lugar aparte de este que esté dispuesto a hacerlo.
—Entonces, ¿lo harán? —Me había cansado de las vueltas en su discurso y si hubiera sido cualquier otra persona, habría optado por retirarme e irme; toda la felicidad anterior se había desvanecido y se había convertido en molestia.
—¿Quiere té, señorita Fern? —Como si mi pregunta no fuera dicha, el hombre se paró y caminó hacia una esquina en donde la tetera y las tazas estaban dispuestas—. Dicen que se puede hacer mejores tratos con una bebida de por medio, solo que no creo que la señorita acepte una copa de vino, querrá estar fresca para discutir.
—Qué perspicaz. —Naturalmente, entendí que jugaba conmigo.
—Eso dicen.
Dejó dos tazas humeantes sobre el escritorio, una frente a mí e incluso vertió una cucharadita de miel dentro, lo revolvió y se sentó. Cada acción me dejó un poco sin palabras y tuve que admitir que este hombre estaba hecho para esto.
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Gea [PAUSADA]
Fantasy¿Y si te dijeran que vas a perder la cabeza? ¿Que tus padres van a morir? ¿Tus hermanos? ¿Tu prometido? ¿Qué harías? ¿A qué te aferrarías? Gea no sabía que un viaje a la capital para conocer a su prometido la sumergiría en una telaraña de conspira...