CAPÍTULO 08

65 13 47
                                    

Huele a gato encerrado

SHIARA

La paciencia es un árbol amargo, pero que otorga frutos dulces...

No recuerdo donde habré haber leído esa frase, pero lo cierto es que la tengo plasmada en la cabeza desde hace algunos días.

Son alrededor de las 3 de la tarde, y me encuentro en el balcón de mi nuevo departamento, tendida en una silla parecida a una de esas de playa, mientras escucho a mi hermana revolotear por mi cocina buscando no sé qué, en tanto yo disfruto de una paleta de frutas, al mismo tiempo en el que navego en mi computador.

Realmente tengo jaqueca de estar tanto tiempo metida en el mismo sitio web, peor aún, sin obtener los resultados que busco.

Charlotte no tarda en llegar a mi puesto, dejándose caer a mi lado en la tumbona siguiente.

—Mmm —gimotea —No sé por qué de repente tengo unas inmensas ganas de ir a la playa.

—Pues sí, supongo que el clima que hace colabora —le respondo sin despegar la mirada del computador.

Y es que cómo cosa extraña, esta vez sin una gota de sarcasmo lo digo, el cielo de Londres lo ocupa un sol radiante; de esos que te queman la piel al exponerte mucho tiempo ante él.

—¿Y si vamos? —la voz de Charlotte se escucha como la de una niña pequeña y caprichosa. Lo cual me hace levantar la mirada en su dirección, llevándose mi atención el enorme cuenco de palomitas azucaradas que lleva entre manos.

—Ay no Charlotte, no sé si te has dado cuenta que estoy trabajando. Aparte, Brighton Beach debe estar atestada de gente, lo cual sabes que aborrezco —refunfuño, volviendo mi vista al computador, pero aún así por el rabillo del ojo soy capaz de notar como esta imita mi acción de hablar de mala manera.

—Pareces anciana después de haber adquirido un par de años. Quién lo diría, pensé que ibas a seguir llevando la vida a la ligera —reprocha, ganándose mi silencio por un largo tiempo, hasta que me da por responder.

—Sabes que no —un curso de pensamientos quiere apoderarse mi mente al pronunciar aquello, pero trato de evitarlo con todas mis fuerzas, solo que aún así Charlotte consigue apreciar el timbre de mi voz ante aquello.

—Lo siento —se serena.

—No tienes por qué.

Un silencio reina entre ambas, con un matiz de incomodidad por parte de Charlotte, el cual soy capaz de percibir desde mi punto, con el simple hecho de ver como esta revuelve incómodamente las palomitas en el bol.

Decido no interrumpirlo y seguirlo manteniendo vigente, pues el silencio es la herramienta que necesito para mantenerme concentrada en lo que estoy haciendo... Pero no lo consigo muy bien, porque al cabo de unos minutos me termino frustrando y cerrando mi computadora de un solo golpe.

—Maldita sea —refunfuño, echando mi cabeza hacia atrás.

—Déjame adivinar —hablan a mi lado, con la boca atiborrada de palomitas —Aún nada.

—No sé por qué carajos resulta tan difícil encontrar un jodido terreno con los requisitos que pido.

—Pensé que tenías dos opciones, según recuerdo me dijiste algunas noches atrás.

—Resulta que justo ayer me llamaron para informarme que uno de esos terrenos que quería adquirir ya otra persona se me había adelantado, y para completar era de los dos el que más me gustaba —le explico sin siquiera mirarla, ya que mi mirada está enfocada hacia el frente.

Cenizas Fuera Del HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora