26: La cuenta atras

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Jimin

—¿Qué quieres decir con eso...?

Mi corazón latía desbocado. Las emociones que estaba sintiendo en aquel momento eran demasiado para lo que alguna vez sentí. Entonces ella se acercó más aún.

—No sé que me pasa contigo, no sé que me ocurre... Pero te pido por favor que te quedes a mi lado un poco más.

Negué con la cabeza.

—¿Por qué, Minjeong? ¿Lo haces por tu madre? Yo creo que a estas alturas ya no importa.

—No lo hago por ella... —Minjeong desvió la mirada unos segundos y volvió a subirla—. Lo hago por mí.

—¿Por ti?

Ella pasó su mano por el pelo. Estaba nerviosa, siempre hacía eso cuando algo estaba fuera de su control.

—No estoy preparada para que esto termine.

Agaché la mirada.

—¿Por qué no?

Vamos, dilo. Di lo que tengas que decir, Kim Minjeong. Atrévete de una maldita vez.

—Me acostumbré a ti... No sé que me ocurre —suspiró—. Por favor —agarró mis manos—, solo hasta la boda.

Suspiré.

"Solo hasta la boda." Sabía que no te atreverías.

Lo peor de todo esto es que estaba apunto de decirte que sí, porque yo tampoco puedo separarme de ti. Estos meses han hecho que acabe enamorándome de ti, que acabe sintiendo cosas que nunca he sentido con nadie.

Pero si acepto... ¿Dónde nos deja? ¿Cómo sé que no volverá a desconfiar de mí?

—¿Qué hay entre nosotras? —pregunté cansada.

—¿A que te refieres?

—¿Qué tenemos, Minjeong? Porque ha llegado un punto en el que esta relación falsa ha pasado de la ralla —negué.

—No lo sé, no sé que ha pasado. Yo misma estoy rompiendo mi propia regla —susurró.

—¿Y cual es esa regla, Minjeong?

Suspiró. No dijo nada, una vez más. Supongo que era lo mejor. Nunca iba a ocurrir nada entre nosotras.

—Esta bien —hablé de nuevo—, seguiremos con esto hasta las bodas de oro, pero esta vez quiero poner yo una condición.

—¿Cual?

—Nada de intimar, nada de hacer cosas juntas sin gente delante, nada de eso... Se acabó.

Ella me miró durante unos segundos y asintió.

—Esta bien.

Si ibamos a seguir con esto había que poner un límite. No iba a caer en tus brazos de nuevo, Minjeong. Se ha acabado este juego absurdo.

***

Aparqué a Willy frente a casa, bajé y me encontré a Ningning en el jardín. Se había puesto a preparar un terrario de los de mi madre. Cuando me vio entrar apartó la vista.

—Sí, tú, no disimules. Sé que le has dicho a Minjeong donde estaba.

—Mierda, ¿te lo ha dicho?

—Me lo acabas de confirmar tú.

Ell rodó los ojos.

—Lo siento, es que... —suspiró—. Creo que siente algo por ti, algo de verdad. Me lo insinuó.

por siempre, jamás | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora