6: ¿Hasta nunca?

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Minjeong

—¿Y bien? ¿Qué me dices?

—¿Es una broma? —contestó riendo.

Tragué saliva. ¿Acaso sonaba como una broma?

—No.

—Yo no voy... a hacer cosas contigo.

Fruncí el ceño. Esta chica de verdad que me sorprendía, rodé los ojos.

—¿Qué? ¡No, mal pensada! No vamos a liarnos ni nada, joder. Ni siquiera me atraes.

Ella alzó las cejas.

—¿Y entonces para qué es todo esto?

—Es solo para que vengas conmigo a eventos y reuniones familiares, pura apariencia, todo falso. Nada más.

—Por Dios Minjeong, ni siquiera sabes como me llamo.

—¿Cómo te llamas? —pregunté, ella rodó los ojos.

Suspiró pesadamente. A mi estaba comenzando a cansarme. No era tan difícil decir si sí o si no.

—Esto es una locura y una tontería.

—Créeme, si tuvieras la madre que yo tengo no lo verías de esa manera.

Ella negó con la cabeza y pasó sus manos por el pelo.

—Pero vamos a ver... ¿Y por qué yo? ¿No puedes buscar a otra?

—Por alguna extraña razón le has caido muy bien a las amigas de mi madre, además de que ya le van a ir con el chisme... Y tú también tienes algo que ganar en todo esto.

—Yo no quiero tu estúpido dinero.

—¿En serio te vas a poner tiquismiquis con eso?

Ella se quedó en silencio unos segundos y negó con la cabeza.

—Es que... Esto es una locura.

—Lo dijo la que se metió en el coche de una desconocida.

—No me tientes —advirtió, rodé los ojos.

—Bueno, di. ¿Aceptas o no?

Ella me miró seria. No dijo nada al principio, pensé que había esperanza hasta que comenzó a quejarse de nuevo.

—Es ridiculo, no quiero formar parte de esta farsa y tontería. Encima sería el centro de atención, cosa que detesto, y ... —interrumpí.

—Que sí, que lo rechazas. Lo he entendido, ya está. Así son los negocios, se rechaza y se pasa a otra cosa. Ahora vámonos.

Caminé hasta el coche dejándola casi boquiabierta. Desde mi punto de vista era una buena idea, así podría librarme de los comentarios de mi madre hasta sus bodas de oro, después de eso me iré a trabajar fuera y sería todo perfecto. Pero claro, esto funcionaria por ambas partes, y por supuesto no sé en que momento me pareció una buena idea preguntarle a la loca de esta chica. Joder, ¿y cómo mierda se llama?

El viaje en avión de vuelta fue... Cómo decirlo... silencioso. Ninguna dijo nada. La única voz que resonó en aquel avión fue la del piloto anunciando el despegue y la llegada. Al menos esta vez ella no se mareó.

Bajamos del avión y me puse frente a ella.

—Bueno, pues ya está —le sonreí, para mi sorpresa me devolvió la sonrisa.

—¿No te da miedo que se difunda lo que le dijiste a tus amigas?

—No va a pasar, a estas alturas y con el alcohol se les habrá olvidado.

por siempre, jamás | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora