Misha

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Me negaba a creer lo que mis ojos estaban viendo. No podía ser verdad. Era un mal sueño, una alucinación producida por la fatiga y el agotamiento de la carrera hasta la mansión Linheart.

No podíamos haber llegado tarde, era completamente absurdo pensar algo así. No después de haber logrado convencer a Noel y al resto de los lobos. No después de ver en sus miradas que la convivencia pacífica entre ambas especies era posible y no una ficción imposible. Si Glenn y yo nos amábamos, si Josh y Lyonya podían ser amigos, si Liam y Dimitri habían dejado atrás sus hostilidades, ¿qué más cosas no podrían suceder? El futuro estaba lleno de posibilidades. Y yo quería ver las mías con Glenn a mi lado. Pero las posibilidades no tienen por qué ir de la mano con tus expectativas.

La realidad me golpeó justamente de lleno, con fuerza; haciéndome despertar de las ensoñaciones que había tenido hasta aquel instante en el que se rompieron hasta quedar reducidos a un montón de polvo.

No importaba cuantas veces la realidad me hiciera pedazos, era alguien bastante optimista por naturaleza, uno al que le gustaba soñar. Con la muerte de Sasha, aquella parte de mí quedó dormida, encerrada muy adentro y profundo. Pero Glenn la sacó de su escondrijo, alargándole una mano que no dudó en aferrar para emerger a la superficie. Podríamos estar pasando malos momentos, pero podríamos con ellos juntos.

No había sido así.

Aceleré el paso y alargué la mano en un estúpido intento por detener la garra de Rainer que estaba demasiado lejos de mí. Las afiladas uñas se hundieron en la carne de Glenn, lacerándole la piel de la peor forma posible. De nuevo, ante mí, alguien que me importaba, alguien a quien amaba, me estaba siendo arrebatado sin que pudiera evitarlo.

Al menos esta vez podría morir con él.

Pero no quería que él muriera.

Él no.

—¡Glenn!

Un gran charco de sangre empapaba su pecho y rostro. Sus ojos, desenfocados y prácticamente sin vida, no me veían. Era incapaz de hablar con el amasijo sanguinolento que era ahora su garganta.

—Glenn.

Me miró. Sus iris dorados, como si fueran oro líquido, me vieron y sus labios dibujaron una tenue sonrisa. Sus ojos no dejaban de hablarme, de decirme que me quería y que lo perdonara por condenarme. ¿Qué me importaba mi condena? Con gusto daría mi vida por la suya.

Mi vida...

Como si en el mundo solo existiéramos los dos, sin que nadie pensara en detenerme, porque nadie imaginaría jamás lo que pensaba hacer, tomé a Glenn entre mis brazos y me mordí con fuerza la muñeca izquierda, llenando mi boca con mi propia sangre antes de introducirla en el cuerpo de Glenn a través de sus heridas. Mi cuerpo se estremeció cuando mi lengua probó su sangre y lamí sus heridas, mezclando mi sangre con la suya. La sangre de vampiro era uno de los mejores regeneradores que existían y, entre nosotros, un medio infalible para salvarnos la vida. La sangre de Glenn corría por mis venas, estábamos unidos a través de ella, ¿por qué no iba a poder salvarle la vida? Glenn era híbrido, así que su organismo no era como el de un licántropo puro. ¿Y si mi fluido vital podía acelerar su curación?

El hilo desesperado de mis pensamientos se rompió cuando sus colmillos se clavaron en mi cuello.

Alfa. Seducción peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora