Glenn

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Quemaba.

Todo yo ardía.

No sentía dolor, pero sí un calor que me abrasaba sin llegar a consumirme ni hacerme gritar. Era agradable, si aquel era el adjetivo correcto. También lo era el olor que inundaba mi nariz. Su olor. Su sabor. Todo él siempre se me había antojado delicioso: su voz, su belleza, sus movimientos, el tacto de su piel, el sabor de sus besos, sus penetrantes ojos negros, su cabello sedoso, su olor... Pero en aquel instante deseaba algo más, una cosa que solamente había probado una única vez y que sabía que acabaría con la quemazón de mi garganta.

Misha jadeó dulcemente cuando mis colmillos perforaron su carne y mi lengua, pegada a su piel, comenzó a succionarle la sangre. Sus brazos me aferraron con más fuerza, acunándome y alentándome a que ingiriera toda la que necesitara de él. Me aparté cuando el fuego de mi interior se apagó y lo tomé del rostro. Mis manos sucias mancharon su perfecta piel blanca como el alabastro. Sus ojos me decían que tenía hambre y fue mi turno de acunarlo y de permitir que sus colmillos abrieran mi piel allí donde acaba de cerrarse.

Nuestras miradas se cruzaron cuando él se apartó unos centímetros, con las pupilas iluminadas y la sed controlada, que no saciada. Sé que fue un instante, pero ese instante me supo a una eternidad.

Misha me sonrió pasando el pulgar por mi boca para lamerse los restos de sangre que acaba de quitarme. Yo, hipnotizado —supongo que como la concurrencia — me limité a contemplar su lengua antes de darme cuenta de que me extendía la mano para ayudarme a levantarme. Sonreí y me aferré a esa mano que era más que una mano: era una muestra de confianza y camaradería. La muestra de que estábamos juntos en esto hasta el final, fuera cual fuese.

—Glenn.

Me volví hacia Liam que, junto con los demás ex miembros de mi manada y parte de los licántropos que habían escapado de la masacre de Marko, estaban arrodillados frente a mí. Misha se mantuvo a mi lado, nuestras manos unidas. Un dolor se instaló en mi pecho cuando el arrepentimiento me asoló a la vez que el amor y el orgullo que sentía por ellos. Liam, Derek, Josh, Lehanna y Tara eran mi familia, mi verdadera familia y los adoraba. Zara, de pie y apoyándose en Dasha, me sonrió maternalmente y tuve ganas de llorar. Y lloré cuando sentí sus esencias llegar hasta mí, queriéndose unir a la mía.

—Glenn Linheart queremos que seas nuestro alfa —dijo Liam alzando la cabeza y mirándome con sus penetrantes ojos verdes. Derek, Josh, Lehanna y Tara alzaron sus miradas al unísono así como los lobos que habían seguido a mi padre durante muchísimos años, Noel entre ellos —. Nos entregamos a ti para que nos guíes a través de las tinieblas y de la luz.

Un centenar de esencias, de aquello que es parte de nuestra alma, esperaban a que las aceptara mientras los dueños y dueñas de éstas permanecían arrodillados frente a mí. Una sensación de vértigo y pavor me subió de arriba abajo, pero pronto se disiparon. La mano reconfortante de Misha apretó la mía, llenándome de seguridad y de esperanza. El futuro estaba frente a nosotros y solamente debía aceptarlo.

—Que así sea —musité.

El alfa de mi interior aulló y mi cuerpo tembló cuando cada una de esas almas se ató a la mía en un lazo que solamente podía romper el abandono o la traición. La de Liam fue la más especial, fue la que más pronto reconocí. Nuestro vínculo de alfa y beta se activó como algo natural, como si fuera algo que siempre debería ser así. Nos miramos e intercambiamos una sonrisa que sellaba de nuevo una amistad que, pasara lo que pasase, jamás se rompería. Nos queríamos demasiado el uno al otro, no en vano éramos más que amigos y más que hermanos.

—Y ahora, hermano —dije mientras me volvía hacia Marko —, acabemos con esto.

—¿Acabar? ¿Qué se supone que debemos acabar, Glenn? —conteniendo el dolor de su brazo herido, Marko se apartó de sus betas con el ceño y el hocico fruncidos, dirigiendo sus palabras hacia la multitud que había estado dispuesta a jurarle fidelidad y liderazgo hasta que mi intervención le había jodido los planes—. Esto era ente tú y yo, pero al parecer has mentido. Algo previsible en alguien como tú.

La mano de Misha no aflojó el agarre de mis dedos.

—Y sigue siendo algo entre tú y yo, pero del mismo modo que tú tienes a tus betas, yo también tengo a los míos.

Marko me miró y también clavó los ojos en Liam y en Noel que se habían colocado tras de mí como si fueran una parte más de mi sombra.

—¿Esperas que crea que no vas a usar a tu manada para atacarme?

—¿Quieres que les dé la orden? Bien, pues lo haré. ¡Ningún miembro de mi manada moverá un dedo, aunque yo lo ordene, hasta que uno de los dos, Marko o yo, muera hoy aquí!

Las órdenes dadas por un alfa no podían romperse, al menos no sin que el alfa cortara los vínculos que tenía con su manada, impidiendo así el cumplimiento de dicha orden.

Pero los vampiros no tenían por qué obedecerme.

Noté su ausencia en cuanto sus dedos dejaron de estar entrelazados con los míos.

Porque él no obedecía a nadie salvo a sí mismo.

Antes de que ninguno fuera consciente de sus movimientos, El Exterminador había hecho gala de su nombre y de sus habilidades sin despeinarse; sin que la sangre que manaba de las dos gargantas rajadas le hubiera salpicado en los zapatos o en la ropa. Solamente sus manos delataban su acción.

Marko, ente rabioso y horrorizado, y Rainer, excitado y maravillado, se volvieron hacia Misha que les dedicó su arrogante y vanidosa sonrisa, la misma que me dedicara la primera vez que nos vimos. Mi hermano se dirigió hacia mí y yo me encogí de hombros.

—Él no es un lobo y no puedo darle órdenes. Y es bastante injusto que yo esté solo mientras tú estás acompañado.

—No tendré piedad, engendro.

—No la necesito porque pienso destrozarte hasta que no quede nada que me haga recordarte.

Con las fuerzas renovadas y con el respaldo de mi familia y de Misha, corrí hacia mi enemigo para, esta vez, acabar con él.     

Alfa. Seducción peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora