Misha

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Había escuchado mal.

Tenía que haber escuchado mal.

Miré el rostro de Glenn. Sus mejillas estaban rojas, sus ojos dorados brillaban y sus labios, apretados en una fina línea, temblaban ligeramente.

Era verdad. Podía sentirlo. Me quería de verdad, o al menos así lo creía él. ¿Cómo podía ser eso posible? ¿Cómo un lobo se había podido enamorar de un vampiro? Tenía que estar confundido.

― Glenn ―me detuve sin saber muy bien qué decirle y cómo ―. No... No puede ser.

― ¿El qué?

Le miré a los ojos y estos me devolvieron la mirada con una seguridad y una fuerza arrolladoras.

―Lo que sientes por mí no es real. No puede serlo.

El rostro de Glenn mudó de expresión.

― ¿Qué quieres decir?

―Vamos ― llevé las manos al cielo ―. Es imposible que entre nuestras especies pueda suceder algo así. ¿Enamorarse un licántropo de un vampiro? Menuda estupidez.

Me di cuenta de que no debería haber dicho aquellas dos últimas palabras cuando Glenn palideció y su labio inferior tembló con más fuerza.

― No, es decir ―intenté arreglarlo ―, que estás confundido.

― ¿Confundido?

Asentí.

― Eres joven, muy joven, y con las hormonas revolucionadas. ¿No se acerca la luna llena? Pronto entrarás en celo y has confundido el deseo sexual con amor.

De nuevo, silencio. Tragué saliva esperando a que él se diera cuenta de su error, que asintiera y sonriera avergonzado para que todo volviera a ser como antes. Pero no hizo nada de lo que esperaba. Todo lo contrario. Su rostro se había ensombrecido y tornado increíblemente serio, marcándose las líneas de su mandíbula por lo fuerte que estaba apretando los dientes. Di un paso hacia él y acerqué la mano para colocársela sobre el pecho. El ambiente entre nosotros se había tornado irrespirable.

―Glenn, solo es un juego.

―Claro, un juego.

El tono de su voz, bajo y con un deje de decepción mezclado con tristeza y amargura, creó un fuerte nudo en mi estómago. Dejé mi mano suspendida en el aire sin llegar a tocarle.

―Por supuesto ―reafirmé ―. Fue así desde el principio para mí y para ti también.

Su mirada penetrante me aceleró de tal modo el corazón que comenzó a dolerme el pecho y algo más.

―Sí, en eso tienes razón ―concedió―. Al principio todo fue un juego. Pero ya no lo es. No para mí.

―Te digo que...

―¡No eres nadie para suponer si lo que siento por ti es real o no! ―gritó, sorprendiéndome. Desde que nos conocíamos, jamás me había gritado o enfrentado a mí dejando traslucir frustración, rabia o desconcierto. Siempre se había mantenido calmado y comedido. De nuevo el auténtico Glenn, al desnudo, estaba ante mí y no el alfa Glenn Linheart ―. Todavía lo quieres ―añadió apartando la mirada.

― ¿Qué?

Alzó el rostro y me dio un vuelco el corazón al ver la desesperanza en él. El dolor que yo le estaba causando sin merecérselo. ¿Es que solo sabía hacer daño a aquellos que me importaban?

―Amas a Aleksandr ―afirmó ―. Por eso no puedes quererme a mí.

―Glenn, yo...

―Lo entiendo ―me cortó. No, ahora era él quien no comprendía ―. Tienes razón. Es raro, ¿verdad? Algo insólito. Un lobo enamorado de un vampiro... Supongo que debe de ser asqueroso que un Linheart te ame cuando fue mi hermano quien mató a quien todavía amas.

Alfa. Seducción peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora