Glenn

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Sentirme solo fue un alivio. Mi mente y mis sentidos eran solamente míos y nada ni nadie estaba atado a mí ni a mi destino. Era mejor así. Pero no era del todo cierto y eso era lo que más me estaba atormentando y haciéndome dudar.

Introducirme en los dominios de los Linheart había sido fácil. La manada estaba mermada y la vigilancia se había relajado considerablemente ante la seguridad de victoria de Marko y Rainer. Se sentían invencibles, tanto que no esperaban ningún ataque sorpresa. Yo ya no era un problema, mis supuestos partidarios tampoco. Marko había vencido y se estaba a punto de oficiar la ceremonia y el ritual para devenir alfa de la manada.

Encaramado sobre las ramas más altas de uno de los abetos que circundaban los jardines y patios de la mansión principal, observé cómo los lobos pertenecientes al nivel más bajo de la jerarquía se afanaban para terminar los preparativos de la ceremonia. No es que se necesitara hacer algo sumamente especial para que los lobos le juren lealtad y fidelidad a su alfa, era más una puesta en escena que algo vital. Pero el egocentrismo de Marko quería que hubiera una plataforma a su altura para poder ver bien desde arriba cómo los demás se agachaban ante él y decían las palabras específicas para encadenar sus energías, la esencia de los licántropos, a la de él.

¿Qué habría sido del cuerpo de mi padre? ¿Le habrían oficiado el entierro que merecía como alfa o lo habrían simplemente arrojado a un agujero? Apreté los puños. Puede que siempre hubiera preferido guardar las distancias con mi padre, pero él siempre se había portado bien conmigo y con mi madre. A ella la quiso hasta el final e intentó salvarla sin importar acabar como acabó: postrado en una cama hasta su último aliento. También había sido un líder justo y en ese instante comprendí por qué había estado a favor de la paz con los vampiros: porque él también estaba cansado de tantas muertes y quería darnos un futuro mejor a quienes todavía teníamos toda la vida por delante.

Era mi deber, mi obligación como hijo, como Linheart y como alfa legítimo acabar con Marko. Debía darles una oportunidad a Liam y a los demás, una de sobrevivir y de unirse a Misha y a Konstantin.

Misha...

No quería pensar en él, no tenía el derecho por varias razones y, en aquel momento, debía apartarlo de mi mente si quería poner fin a la vida de mi hermano. Porque si escuchaba a la vocecita insistente de mi cabeza decir, una y otra vez, que junto a mí estaba condenando a Misha a la muerte, no sería capaz de bajarme de ese árbol y enfrentarme a Marko. A diferencia de lo que había hecho con mi manada, no podía romper el lazo que me unía a Misha y que iba más allá de un intercambio de sangre. Se trataba de mi corazón, de mi alma o de lo que fuera que había dentro de mí más allá de mi carne y mis huesos.

El sol había avanzado en su recorrido sobre el firmamento y los preparativos para la ceremonia habían terminado. Todo estaba listo para que los demás lobos se colocaran en fila frente a la plataforma y rendirle juramentos de pleitesía a su próximo líder. Aguardé con todos mis sentidos en alerta, con mi corazón desbocado por los nervios y la adrenalina recorriéndome las venas y las arterias. Estaba convencido de que el acto no comenzaría hasta mediodía. Todavía quedaba demasiado tiempo.

Pero no podía precipitarme. Debía ceñirme al plan que tan cuidadosamente había ideado desde que me marché dejándolo todo atrás. Solamente tendría una oportunidad y ésta tendría éxito si aguardaba hasta el momento oportuno.

Así que esperé. Esperé mientras el patio se iba llenando poco a poco de licántropos, mucho de los cuales estaban heridos. ¿Cuántos de sus seguidores habrían muerto después de la rebelión de mi hermano? No tantos como los que estaban del mío.

Desde que había llegado a la propiedad, el olor a la sangre derramada se filtraba por mi nariz quisiera o no. El hedor más persistente a sangre y a cadáveres estaba mucho más lejos, en el bosque de robles, así que posiblemente todos los fallecidos en la sublevación habrían acabado en la misma fosa. Muy posiblemente mi padre estuviera entre ellos.

Alfa. Seducción peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora