Capítulo 7. Por un puñado de diamantes

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Por fin ha llegado el momento

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Por fin ha llegado el momento. No me puedo creer lo que estoy a punto de hacer. ¿Dónde está ahora mi límite? ¿Sigo siendo una buena persona? ¿Alguna vez lo he sido? No sé ya lo que soy. Pero eso no importa ahora mismo. Hago todo esto por un buen motivo. No tendré que volver a robar ni hacerle daño a nadie. Podré vivir tranquila el resto de mi existencia, y quizás encontrar por fin una meta en la vida.

Hemos paseado por Soundway de camino hasta el Midnight Enchanted, tratando de mimetizarnos con todas esas personas vestidas con ropajes estrafalarios acorde con la semana de la moda que da comienzo hoy. Gracias al rey vampiro, Evans Harris, nuestra entrada al teatro ha sido pan comido. Incluso teníamos unos asientos reservados. Y no he tenido ni que levantarme de mi butaca para poner en marcha el plan.

Summer, Gia y Venus observan el ambiente dejándose llevar por los nervios del desfile, embrujadas por el frenesí de gente que corre de allá para acá ultimando detalles, deslumbradas por la elegancia de algunos y la extravagancia de otros, o quizá entusiasmadas por la presencia de la prensa y múltiples celebridades.

Sin embargo, yo me encuentro inmersa en mis pensamientos, pues siento que me estoy convirtiendo en un monstruo, y que arrastro en mi estómago una tonelada de lastres que ayer no estaban allí. Miro al rey vampiro, que está junto a Venus, sosteniéndole la mano. Sonríe ante el entusiasmo de su nueva pareja y parece que no le importa nada lo que estamos a punto de hacer. Me pregunto cómo se sentirá él después de quitarle la vida a otros seres humanos para alimentarse. No sé si yo puedo equipararme a él. No creo que tenga la misma justificación. Nunca podré perdonarme.

Siento cada vez más pesado mi estómago a causa de los nervios. Estoy deseando que empiece el espectáculo y que nos larguemos de aquí sin dejar rastro. Parece que mis suplicas han sido escuchadas porque de repente se apagan las luces y se hace el silencio.

—Debéis llegar ahí antes de que se abra el telón —susurro a mis compañeras.

Ellas asienten y se deslizan entre las sombras, alejándose de mí. Mientras tanto, los asistentes se acomodan en su asiento cuando el telón comienza a descubrirse. Entonces sé que empieza la acción.

Comienzo a entonar una nota mental muy aguda, tan aguda que hasta me hace daño en las sienes. Cierro los ojos y aprieto los dientes mientras trato de dirigir esa energía hacia un cuerpo concreto. Envío las vibraciones silenciosas, con cuidado de que no rocen a nadie que se cruce en su camino mientras avanzan implacablemente hacia el escenario.

El telón comienza a levantarse, y me concentro en encontrar ese cuerpo más rápidamente. Grito con todas mis fuerzas dentro de mi cabeza. Me duele la garganta, me duele la cabeza. Estoy exhausta, pero ya queda poco.

La nota encuentra el cuerpo que hace rato andaba buscando. Penetra en él con fuerza, haciéndolo vibrar tanto que lo desplaza varios metros hacia atrás. Antes de que pase un segundo los tímpanos estallan, y el cuerpo se desploma en el suelo. Justo en ese momento el telón se alza por completo, y el público lanza una exclamación de asombro al descubrir el cuerpo sin vida de la modelo Kiara Ferrati. En sus oídos hay un leve rastro de sangre, y en su pelo ya no está la tiara.

Los murmullos llenan al principio el teatro, precediendo al pánico y dando paso por último al caos. Por fin siento algo de relajación, el dolor de mi cabeza desaparece, pero creo que jamás desaparecerá esta pesadez que siento en el estómago.

Suspiro sin sentir nada. Lo hemos conseguido. Le hago un gesto con la cabeza a Evans para indicarle que deberíamos irnos.

—¿Qué ha pasado? —me pregunta intrigado.

Me encojo de hombros sin querer darle una respuesta mientras le doy la espalda para aproximarme hacia el pasillo donde el caos fluye sin control entre los asistentes a este sangriento desfile. Trato de no escuchar los gritos de miedo de algunos al ver el cadáver de la modelo. ¿Es que nunca han visto un muerto? Avanzo hacia la salida con tranquilidad, pero me pisotean y me empujan sin cesar.

Intento no perder los papeles, pues no debo pelearme con nadie. Debe ser como si nunca hubiera estado aquí. Me cercioro de que Evans me sigue, me coloca una mano en el hombro para hacerme saber que está ahí. Y así continuamos hasta que llegamos al vestíbulo, donde el caos es aún más absoluto.

La gente sale en estampida, chocando con la prensa que entra con sus micrófonos, cámaras y flashes, que corren en la dirección contraria buscando la exclusiva. Lo malo es que todo esto está provocando un tapón que impide la salida.

—¡Ven por aquí! —me indica Evans mientras me dirige hacia una esquina.

Nos detenemos junto a uno de los laterales de la sala mientras esperamos a que todo se calme y vuelvan las chicas.

—¿Crees que podrán llegar hasta aquí? —pregunto angustiada.

El rey vampiro mira hacia su alrededor evaluando las posibilidades de nuestras compañeras. Diría que piensa que no. Y acto seguido sacude la cabeza.

—Vamos a salir ya de aquí. Tendrán que salir por la puerta de atrás.

Asiento y lo sigo entre la marea de gente que intenta encontrar la salida también. Por fin llegamos hasta la puerta. Afuera aún es peor. Las cámaras nos apuntan tratando de sacar la mejor instantánea o de inmortalizar cada momento de esta tragedia. ¿Acaso sabían lo que iba a ocurrir? ¿O es una mera casualidad?

Estoy agobiada y cada vez me cuesta más respirar, pero Evans tira de mí hacia un lado para esquivar las cámaras de la entrada y rodeamos el reciento. Los alrededores están llenos de gente que no ha podido entrar al evento, de todos los que han salido despavoridos, sirenas de policía y ambulancias llegando.

Llegamos hasta la parte trasera y vemos a Gia, Summer y Venus paseando por la acera de enfrente como si no supieran de que va todo esto. Nos acercamos a ellas mientras nos alejamos del Midnight Enchanted sin mirar atrás.

—¿Qué ha sido eso? —inquiere Gia mirándome con una ceja enarcada.

—Sí, ¿has sido tú, Yellow? —pregunta Summer preocupada—. ¿Qué le has hecho?

Sacudo la cabeza restándole importancia.

—No he tenido nada que ver. ¿Cómo ha ido? —digo cambiando de tema.

Mis compañeras me evalúan intentando discernir si deben o no confiar en lo que digo. Finalmente parece que optan por creer que soy inocente. Y ojalá lo fuera. He sobrepasado todos los límites. Y esto no ha hecho más que empezar.

—Vayamos a algún local de Las Artes a celebrarlo —propone Venus y añade entre risas cómplices con sus amigas—. Os contaremos todos los detalles. 

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