Dos

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Remus caminaba a su lado lanzando miradas cortas en su dirección. Harry parecía molesto.

—¿Por qué tienes esa cara de malhumorado?

—Soy mayor de edad y puedo enfrentarme a quien quiera si viene directo hacia mí.

—Por supuesto —concedió el hombre lobo sin entender bien su actitud.

—Hay un mago oscuro, creo que es Voldemort, que trata de hablar conmigo a través de mi mente. —Remus se detuvo en seco olvidando la guardia de los pasillos.

—¿Qué? Le destruiste. No puede volver otra vez.

—Le he notado. Incluso tú has notado su magia en los alrededores.

—Magia oscura, sí, pero no su magia.

—¿Tampoco vais a creerme ahora? No me equivoqué antes, ¿por qué iba a hacerlo ahora?

—Con la ayuda de la varita de Saúco acabaste con él, es imposible que vuelva. Dumbledore le enterró en un lugar al que jamás pueda acceder nadie.

—¿Enterrado? ¿Pero la varita de Dumbledore ha desaparecido y esa presencia como el fuego...? —Llevó una mano a la cicatriz recordando el dolor como un eco punzante en ella.

—¿Has dicho fuego?

—¿Qué pasa?

—Existe una maldición capaz de crear un fuego mágico de tamaño y calor que el mago desee. Usado con magia oscura busca, persigue y atormenta a aquellos que el mago elija. Si es él quien tiene la varita de Saúco estás en un grave peligro.

—¿De qué hablas? —preguntó temeroso al ver la palidez en el rostro de Remus.

—Con la varita se pueden inventar los peores hechizos del mundo, salvajes y desenfrenados. La magia que se percibe es poderosa, solo Dumbledore parece tener la capacidad de enfrentarla. Magia vital, magia oscura y la varita de Saúco —susurró Remus poniendo los pelos de punta al chico.

—¿Me busca a mí? —El hombre alzó los ojos hacia los de Harry.

—El fuego te persigue, ya ha entrado en tu mente.

∆∆∆

Cuando regresó a la soledad de Grimmauld Place cerca de las tres de la magrugada ni se molestó en ver dónde estaba el elfo doméstico o de comprobar si el retrato de la señora Black estaba tapado para ahorrarse sus gritos.

Entró en la habitación deshaciéndose de la ropa por el camino. La cama, tan grande que le recordaba lo solo que estaba, le recibió en la oscuridad de la habitación. Le pareció una gran idea cuando Severus pensó en unificar las camas con un golpe de varita unos meses después de empezar a vivir juntos. Ahora era solo un recuerdo de su ausencia. Jamás creyó que el profesor Snape se iba a volver tan esencial en su vida. Tanto que pensaba enfrentarse a ese mago y no le importaba fallar en la lucha.

Remus quiso acompañarle para bloquear la casa de posibles apariciones y ataques, sin embargo, Harry lo rechazó indiferente ante aquella amenaza. Trató de hacer aparecer la esfera de luz que Severus dejaba prendida del techo cada noche. Un hechizo simple que nunca llegó a controlar. Su esfera se evaporaba poco a poco en volutas de humo azul ganándose una burla cariñosa por parte de Severus.

—Ni siquiera me dejaste ese hechizo, ¿verdad? —comentó al techo como si el profesor pudiera oírle.

Se hizo un ovillo bajo la fina sábana listo para pasar una noche larga y solitaria. El primer crujido le despertó, para su sorpresa, una hora más tarde. Se tumbó sobre el otro costado para conciliar el sueño de nuevo. No obstante, el sonido que se coló a través del tejado le hizo congelarse en el colchón. Lentamente, pero audible, algo se encontraba arañando la madera del tejado. Harry miró en esa dirección viendo un techo engullido en las sombras. Odiaba esa casa y solo la soportaba con Severus a su lado.

El regreso del invierno y sus Tinieblas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora