Cinco

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El pasillo se extendía frente a él en una oscuridad tenue y brumosa. No obstante, sus ojos llegaban a adivinar una silueta en el primer escalón. Cuando su visión quedó ajustada a la falta de luz encontró a Severus de pie al principio de la escalera. Corrió hacia él envolviendo sus brazos alrededor del cuello del hombre. Este rodeó su cintura con suavidad y deleite para después alzarle a la altura de su cabeza.

Fue entonces cuando algo hizo click en la cabeza de Harry. Él jamás le abrazó así. Se limitaba a envolverlo en sus brazos contra su pecho y en ocasiones reposando la cara en su pelo.

Harry se removió hasta que el agarre del hombre perdió fuerza y le soltó en el suelo. El rostro de Severus mostraba confusión y dolor a partes iguales y más cuando el chico le apuntó con la varita. Sin embargo, él se mantuvo estoico.

—¿Cómo has entrado? ¿Quién eres?

—Soy yo, Harry. Soy Severus.

—Mientes. Él no tenía esa cicatriz, ni me abrazaba así. Tampoco poseía ese aura de sombra y magia oscura. Severus era el hombre más valiente que he conocido, era un buen hombre —afirmó moviendo la varita de forma amenazadora ante la cara del mago.

Severus puso los ojos en blanco mientras se cruzaba de brazos. Un gesto tan característico que hizo dudar a Harry.

—¿Esas cosas te las ha metido Lupin?

—¿Quién eres? —repitió separando cada sílaba—. ¿Por qué me sacaste de la aparición?

—Porque era la única forma en la que podías verme. Por cierto, gracias por volver a atacarme —repuso con ironía.

—No te creo. —Aunque en realidad empezaba a pensar que Severus era real.

—<<Entonces hagamos algo para protegernos el uno al otro, juntos>> —dijo con seguridad. Harry tragó saliva al reconocer su propia frase aquel día en que ambos se aceptaron, pero sin poder acercarse hasta que fuera mayor de edad—.  <<Lo sabré con una condición. Que me deje quedarme, déjeme estar cerca de usted>>.

Harry se quedó mudo observando la cara del hombre que tenía delante. Salvo esa cicatriz era Severus Snape. Y esas palabras las dijo en la soledad de su despacho. Nadie podría conocerlas.

—Nunca estuve enamorado de Ginny Weasley —agregó por si cabían dudas—. La magia vibra con la intensidad del amor que uno siente, Potter. Lamento decirte que tú eres quien perturba su calma.

—Severus —murmuró al tiempo en que enterraba su cara en el pecho del profesor. Le oyó aspirar el aroma de su pelo como si se hubiera aliviado al ver que Harry le creía—. He rogado que aparecieras en el retrato, pero esto es mucho mejor. Te quiero, Severus, te quiero.

—Harry, mi pequeño Harry —dijo separando su cara para poder verle—. No tengo mucho tiempo. Dumbledore y Lupin no tardarán en notar los cambios en las defensas...

—Da igual, quédate. Eres tú. Deben saber que estás vivo —rogó agarrado a los costados de su túnica—. No me dejes otra vez.

—Voy a volver, Harry. Mientras me quede vida siempre volveré a ti.

—No entiendo cómo has logrado burlar las defensas de Dumbledore.—Severus sonrió acariciando la cara del chico.

—Hay una condición en los hechizos: no entrará aquello que quiera hacerte daño. Jamás te podría dañar.

—Lo sé.

—Veo que sigues siendo incapaz de crear una esfera de luz —se burló con cariño. Harry subió al escalón con él pegando su cuerpo al suyo.

El regreso del invierno y sus Tinieblas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora